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Un Vínculo irrompible; Luna de Horizonte

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Blurb

La magia negra ha intentado separarlos, sin embargo, el profundo amor de Alexandria Knoch (Ali) y Eliot Bancot (Eli) la ha superado, por fin pueden estar juntos. Ahora, con su matrimonio, no sólo se cumplirá su deseo más ansiado, sino que la profecía está a punto de iniciarse. Y no todo el mundo está satisfecho con eso.

Unos seres monstruosos y extraños, una Annabell desesperada, más desapariciones inexplicables, las pretensiones y tentativas que ahora despierta el Gran Lobo, el rencor de un lejano y antiguo pasado que regresa siglos después para clamar venganza, una extraña y forzada oferta de los Welldof, y sobre todo la protección de su tesoro más preciado, harán que Eli, Ali y los Knoch se vean envueltos en varias guerras bajo una luna de horizonte por el poder.

La nueva era del Gran Lobo acaba de comenzar.

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Prefacio.
Mientras caminaba hacia él, mi mano se aferró al brazo de mi padre, ansiosa. Por fin mi sueño se estaba haciendo realidad, por fin mis pies me llevaban por esa arena hacia mi destino, yo había nacido para estar con él, y él había nacido para estar conmigo, nuestras almas habían nacido para moverse como dos constelaciones unidas e inseparables que bailaban una danza armónica, como si fuesen una. Caminaba nerviosa pero segura hacia mi mejor amigo, mi ángel de la guarda, mi alma gemela, mi compañero, el amor de mi vida, el hombre de mi vida, todo, él lo era todo para mí. Eliot era todo lo que deseaba, lo único que ansiaba, Eliot era mi sueño, y había esperado tanto para esto. Mi padre apoyó su mano sobre la mía para infundirme confianza. La necesitaba, estaba hecha un flan, porque no veía el momento en que el viejo Quinbrit pronunciase esas ansiadas palabras, pero todavía me quedaba la ceremonia por delante. Ese sueño que había esperado tanto tiempo estaba a punto de hacerse realidad. Aunque esto no era el final de una meta, no era el final de nuestro cuento de hadas, era un  comienzo, un comienzo nuevo de nuestras vidas. Ese sueño iba a empezar ahora. Sí, por fin.                   Despedida. Lo primero que le dije a Eli cuando conseguimos despegar nuestros labios, justo antes de que llegase mi familia, fue “quiero irme a casa”, a lo cual él ya respondió con una amplia sonrisa. Sin embargo, antes tuvimos que hacer otras cosas. Cuando mi familia apareció, Alice llegó con una ropa para mí que había conseguido en un pueblo que quedaba de paso. Me oculté detrás de un árbol, acompañada en todo momento de Eliot, que aprovechó para darme un buen repaso con otra enorme sonrisa, y me quité ese horroroso e incómodo vestido que aquellas mujeres vampiro me habían puesto. Me puse los vaqueros que me había traído acertadamente mi tía, la camiseta estampada, la chaqueta, me calcé las playeras y salí de mi escondite ya cogida de la mano de mi chico. No pensaba soltarla jamás. El vuelo en ese avión privado se me hizo hasta corto, no fue así el que me trajo a Bulgaria. En cuanto la sombra me llevó ante Dalton, este me hizo otro hechizo con sus polvos dorados y ya me quedé totalmente inmovilizada, así que esas horas de viaje se me hicieron muy largas y agónicas. Ahora, en el de regreso, no me despegué de Eli ni un segundo. Me pasé todo el viaje entre sus brazos, con uno de ellos sobre mi hombro y el otro rodeándome por delante para engancharse con mimo en mi cintura. Mis brazos también le rodearon a él, no pensaban soltarle en la vida. Era una postura más bien incómoda, ya que estábamos de lado, pero merecía la pena solo por tener mi mejilla descansando en su pecho durante todo el vuelo, incluso dormimos de ese modo. Hubiese preferido que no llevase puesta su camiseta, para sentir su piel, pero aun así, se estaba en la gloria notando sus fuertes latidos en mi rostro. El viajecito duró muchas horas, aunque se me hizo corto junto a Eli, además, como nos pasamos la mayor parte del vuelo durmiendo, ya que estábamos agotados, el tiempo ni lo notamos. Salimos de Bulgaria a las dos de la tarde, hora de allí, y llegamos al aeropuerto de Forbish a las cuatro de la tarde, hora de aquí, así que viajar tantas horas y llegar casi a la misma fue un poco raro. Esto era debido a la diferencia horaria, ya que en Bulgaria iban  diez horas por delante de Forbish. Cuando en Bulgaria eran las doce del mediodía y estábamos luchando, aquí en Forbish todavía eran las dos de la mañana y la gente dormía plácidamente. Me llevé una gran y emotiva sorpresa cuando vi a Bonjo y a Sol a la salida del aeropuerto, pero no estaban solos. Billy sonreía feliz y satisfecho a su lado cuando nos vio a Eli y a mí bien cogidos de la mano. Solo la solté para abrazar con fuerza a mi abuelo entre lágrimas, que correspondió mi abrazo, me besó y suspiró tranquilo. No dejaba de darle gracias a Dios todo el rato. Al  siguiente que abracé fue a Billy y después a Sol. Según me dijeron luego, Seth y Hall  ya  les habían contado todo lo que había ocurrido, así que estaban  al corriente, aunque habían esperado al día de hoy para decírselo, para no preocuparles más de lo necesario.  Aun  así, Bonjo todavía tenía el susto dibujado en el rostro, tuve que jurarle muchas veces que habíamos terminado con los culpables y darle un montón de besos para que se quedase tranquilo del todo. Billy también se sorprendió de ver allí a ese vendedor ambulante y mago que le había vendido la piedra celeste, así que tuvimos que explicarle que todo entraba dentro del plan para que Dalton, Stev y Vlad no pudieran vernos mientras yo estaba en su casa y para que, al irme con Eli, él también quedase protegido, por si acaso. Le explicamos, además, que ese truco de magia que Carl le había hecho con aquellos polvos en realidad había sido un hechizo preventivo, es decir, una especie de vacuna para  no ser contagiado con el hechizo, por eso lo primero que había hecho Carl en cuanto Billy le había abierto la puerta, había sido lanzarle esos polvos, excusándose después con lo del truco de magia, eso evitó que fuera contagiado por el propio Carl y le vacunó para que, al llegar yo, el contagio de mi hechizo no le hiciera efecto. Le revelamos que si había funcionado con él, era porque Carl había actuado antes de que ocurriese el contagio, y que no había sido así con mi familia y el resto de aliados, ya que fueron contagiados sin darse cuenta y no se había podido evitar antes; el mismo Carl ignoraba que mi familia estuviese bajo un segundo hechizo encadenado, y cuando llegó a la casa de mi familia en Dakota, ya fue demasiado tarde. Él y todos los que se encontraban allí también habían sido contagiados sin poder evitarlo. También le tuvimos que aclarar que con los lobos había pasado algo intermedio, puesto que el hechizo preventivo de Carl no había servido para que no fuesen contagiados, al ser demasiados individuos y estar conexionados entre sí en su forma lobuna, pero había conseguido detener el efecto contagioso del hechizo en ellos y eso había evitado que se propagase a más gente. Le extrañó que el aspecto de Carl fuera el de un humano ese día y le aclaramos que había utilizado una de sus barreras para modificar un poco su aspecto. ― ¿Lo ves? La piedra era un amuleto ― le reiteró Billy a Eli cuando terminamos de explicarlo todo. ― ¿Y eso es en lo único que te fijas de todo lo que acabamos de contar? ― Mi novio puso los ojos en blanco. Billy decidió quedarse la piedra y el semblante de Bonjo decía claramente: no pensar, no pensar. Mi abuelo insistió en llevarnos a La Rush, así que mi familia aprovechó para marcharse a su casa de Forbish y organizar algunas cosas que Alice quería preparar para la boda. Como Billy, Eli y yo íbamos en el coche patrulla de Bonjo, Quinbrit, Christian, Aleb  y Nathan lo hicieron en la vieja furgoneta de Sol. Nos despedimos de ellos con un efusivo abrazo para darles las gracias por todo y nos fuimos. Ya me emocioné algo mientras observaba ese paisaje que tanto había añorado, de camino a mi querida La Rush, pero me dio un vuelco al corazón cuando vi nuestra preciosa casita roja, y no pude evitar que un enorme nudo se aferrase a mi  garganta,  aunque  fui capaz de contenerlo. Eli me dio un beso corto y apretamos el amarre de nuestras manos. Les repetí unas mil veces que se quedasen a tomar una cerveza o algo en nuestra casa, pero Billy y Bonjo tenían cosas que hacer, al parecer, cosa que me extrañó, así que nos dejaron en nuestro jardín y se marcharon. Lo primero con lo que se toparon mis ojos fue con mi forito. Estaba aparcado justo donde lo había dejado mi cuerpo carnal dominado por aquella brisa gélida que lo poseía, hace un año. Estaba muy sucio, claro. ― ¡Mi coche! ― exclamé con alegría, tirando de Eli para acercarme. Eliot se rio. ― Tendremos que comprobar si arranca, lleva demasiado tiempo parado ― declaró ―. Y habrá que lavarlo, por supuesto, está hecho un asco. Pero algo captó mi atención un poco más allá y mis pupilas se dirigieron en esa dirección, atónitas. ― La plantación ― volví a exclamar, aunque esta vez un poco más bajo, de la impresión. Tiré de Eli de nuevo y me acerqué hasta la parte trasera de la casa. Abrí la abertura de la lona de plástico transparente y mis ojos se abrieron como platos cuando comprobé lo que mis pupilas habían creído ver. Antes de que me diese tiempo a reaccionar, escuché unas pisadas y varios latidos de corazón que bombeaban la sangre a diferentes ritmos. ― Como ves, las plantas están perfectas y ya han florecido ― dijo Barbie a mis espaldas. Me giré súbitamente y el nudo que ya llevaba un buen rato aferrado en mi tráquea explotó. ― ¡Barbie! ― lloriqueé, soltando a Eli para abrazarla con fuerza. ― Te hemos echado mucho de menos ― sollozó ella también, apretando su abrazo. Luego, se despegó un poco de mí y me secó las lágrimas ―. Pero ya ha pasado todo, lo  importante es que estás en casa. ― Sí ― sonreí, enjugando las suyas. Entonces, me percaté de su compañía. Seth sonreía abiertamente y estaba junto a Olga, Teresa y Mercedes, a los cuales también me abalancé para abrazarles, lloriqueando como una niña. Me fijé en que los ojos de Teresa ya empezaban a adquirir ese color dorado que indicaba que no tomaba sangre humana, lo cual me alegro muchísimo. Lo estaba consiguiendo. Cuando ya conseguimos controlar la emoción del reencuentro, Barbie me explicó que ella y Seth se habían encargado de la plantación, pensando en un regreso de Olga. Ya sabía que el cuerpo de Olga también había sido controlado por otra brisa para engañar a todo el mundo, sin embargo, por culpa del hechizo ella nunca había podido contarme cómo había sucedido todo exactamente. Pero ahora sí. Al parecer, su cuerpo manipulado les había dicho a los lobos que la protegían aquel día que se iba de Forbish con Ryam, soltando ese humo dorado por su boca que les había hecho creerlo, al igual que me había pasado a mí con mi familia, aunque los chicos no habían sido hechizados después con ningún otro encantamiento, como sí había ocurrido con mi familia. Lo demás fue coser y cantar para Dalton. Al creerlo unos pocos, el resto también lo hizo, debido a la conexión de sus pensamientos, entre la manada no hay secretos ni dudas. También fue así como creyeron que yo había abandonado a Eliot por otro hombre, lo habían visto todo en la mente de Eli y ninguno pudo dudar de la veracidad de esos recuerdos, claro. Por supuesto, Dalton engañó al padre de Olga usando el mismo método. Tema aparte fue Ryam. Él sí que sospechó que pasaba algo al llamar a Olga y que su teléfono siempre estuviera desconectado, así que dejó de lado el tema de la hija de Teresa para investigar la extraña desaparición de Olga. Al final, todo le llevó al mismo punto y terminó encontrándose con Mercedes y Carl, el cual le ayudó. Barbie y Seth siempre pensaron que Olga podría volver, así que se dedicaron a seguir cuidando las plantas, las cuales ya habían florecido. Eso me dio una alegría enorme, porque significaba que la curación de Olga y Ryam ― y ahora también Mercedes ― estaba a la vuelta de la esquina. Ahora Carmelino y Louis ya tenían flores con las que trabajar en el antídoto, y seguro que se ponían manos a la obra enseguida. Eso me hizo recordar al resto de los gigantes. ¿Qué iba a pasar con ellos a partir de ahora? ¿Dónde estarían? Porque ahora ya no estaban Dalton, Stev ni Vlad para encargarse de ellos, bueno, si lo que hacían con ellos podía llamarse así. Puede que siguieran en el castillo, en aquella caseta de piedra, olvidados, ya que si no recibían ninguna orden, seguirían allí, sin  moverse jamás. O puede que Dalton los hubiera llevado a otro sitio antes de todo lo ocurrido en Canadá y en Bulgaria. Me dio lástima, no por ellos en sí, por supuesto, ahora eran unos seres monstruosos y despiadados, sino porque en su pasado habían sido personas humanas a las que les habían arrancado la vida. Sin embargo, Olga me alentó diciéndome que, ahora que Dalton, Stev y Vlad ya habían muerto, Ryam se estaba encargando de buscarles para dar con alguna solución, ya  que  se sentía obligado a ello en cierto modo, él mismo era un gigante, aunque de naturaleza totalmente distinta. Eli torció el gesto, desaprobaba totalmente ese afán solitario de Ryam, pero a mí me calmó un poco, porque si los encontraba tal vez Carmelino y Louis dieran con alguna solución para curarles a ellos también, si es que lo suyo tenía cura. Toda la guardia de Dalton había fallecido o desaparecido del mapa, así nos lo ratificó Olga, que lo sabía porque Ryam había estado en el castillo, fue el primer sitio donde había ido a buscar a los gigantes, los cuales tampoco estaban. Los pocos vampiros que se habían quedado en el castillo para vigilarlo habían huido muy lejos al enterarse de la muerte de los tres magos. Eliot no les dio mayor importancia, pues ahora no estaban bajo el mando de estos tres y lo más seguro es que aprovechasen para iniciar una nueva vida como nómadas, lo cual no era peligroso para ninguno de nosotros. Sin embargo, esto confirmó mi idea de que Dalton hubiese llevado a los gigantes a otro sitio. Durante estos días, Teresa, Olga y Mercedes se habían quedado en La Rush, donde  también  habían  sido  protegidas  por  la  manada. Se habían alojado en nuestra casa, que era el único sitio en el que Teresa podía estar, debido al nuevo tratado, que seguía  vigente. Aunque no le habían pedido consentimiento a Eliot, todos decidieron tomar a Teresa como una amiga de mi familia, así que le permitieron permanecer aquí. Eso sí, con la estricta condición de no beber sangre humana. Esa orden severa y taxativa ayudó a la abstinencia de Teresa y acabó siendo muy beneficiosa para ella. Después de ese momento de larga cháchara, Eli y yo les invitamos a pasar a casa para que se tomasen algo, pero, otra vez para mi asombro, declinaron la oferta, alegando que  tenían cosas que hacer. ¿Qué le pasaba a todo el mundo hoy? ¿Es que todos estaban tan ocupados, incluso Teresa, Mercedes y Olga? También me extrañó que el resto de la manada y sus chicas no estuviesen aquí para darnos la bienvenida, aunque no le di más importancia. Unos estarían patrullando, y el resto tendría cosas que hacer, visto lo visto. Además, para ser sincera, estaba deseando quedarme a solas con Eli. Ahora que todo peligro había terminado y que nosotros habíamos regresado a nuestra casa, Teresa y Mercedes se iban a alojar en la vivienda que mi familia tenía aquí en Forbish, junto con el resto de nuestros aliados, y Olga por fin regresaba a su casa, junto a su padre. Así que cuando los cinco se marcharon, Eli y yo nos quedamos a solas. ¡Aleluya! Por fin, por fin estábamos solos. ― ¿Vamos a entrar en casa o nos vamos a quedar aquí plantados como espantapájaros? ― bromeó Eli. ― No, vamos. ― Y tiré de él para correr hacia allí. Se rio y acompañó mis pasos. ― Bueno, no sé cómo estará todo, porque yo llevo sin entrar un año ― me informó, aunque ya lo sabía ―. Debe de estar todo bastante sucio. ― No importa ― le sonreí ―. Seguro que Teresa, Olga y Mercedes se han encargado. Correspondió mi sonrisa y llegamos al umbral. Eliot abrió la puerta y pasamos al interior. Me quedé inmóvil en el vestíbulo, aferrada a la mano de Eli, observándolo todo con una atención especial. Había soñado que regresaba a casa tantas veces, tantas durante mi largo encierro, que no pude evitarlo, otra vez me vi embargada por la emoción. Era el olor de la casa, los muebles, incluso la luz, todo lo que había añorado, y por fin estaba aquí, por fin estaba junto a él, por fin ese infierno había terminado. Creo que no me había dado cuenta de esto del todo hasta que no entré en casa y lo vi con mis propios ojos. Eso hizo que las lágrimas brotasen sin control. Me giré y me abalancé a los brazos de Eli, hundiendo el rostro en su cálido cuello para llorar ahí. Él correspondió mi abrazo, rodeándome con esos fuertes brazos que me hacían sentir tan segura, apretándome contra él. ― Ya pasó todo, cielo ― susurró en mi pelo ―.  Ahora estás en casa. Me despegué un poco de él para mirarle. ― Estar aquí, contigo, me parece un sueño ― confesé. ― A mí me pasa lo mismo ― murmuró, dejando mi cintura para secar mis mejillas con sus suaves dedos ―. Cuando te fuiste, me quedé vacío, mi vida sin ti no tenía sentido, ni siquiera podía entrar aquí, ni siquiera podía pasar cerca de aquí, porque todo en esta casa era un recuerdo tuyo, todo, hasta el color de la casa. *

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