Diana estaba en un profundo sueño, a lo lejos había una voz masculina que la llamaba. —Diana, Diana... —Le susurraban, a su vez le daban suaves movimientos en su brazo. —¿Hmmm? —Gruñó intentando abrir sus ojos con pesadez. En el momento en el que entreabrió sus ojos y apreció la claridad del sol que se había apoderado de toda su habitación, terminó de despertarse y en un pestañeo ya estaba quitándose las sábanas. —¡Mierda! ¡Qué hora es! —Se preguntó en voz alta. —Las 8 de la mañana... —Tensó su mandíbula y miró al dueño de la voz muy familiar. —¿Qué haces en mi habitación, Bastian? —Preguntó con molestia, poniéndose rápidamente en marcha para arreglarse. —No me gusta que estemos peleados y quisiera que habláramos... —¿Ya terminaste con tu zorra? —No Diana, por Dios, colabo

