Millie
—No lo entiendo, Millie. Si se supone que debo hablar de mí mismo, ¿por qué no puedo hablar de deportes y política? —Dave Gentry, padre soltero de dos chicos, había hecho una variante de esta pregunta después de cada reunión, que siempre tenía lugar tras meter la pata en tres primeras citas distintas.
Sonreí mientras reunía mi paciencia y le hablé con calma, aunque por dentro quería gritar. —No dije que no pudieras hablar de esos temas, Dave, pero estaría bueno que respetaras las opiniones de los demás al respecto.
Él suspiró, derrotado. —Está bien, pero no puedo evitarlo si soy un hombre que dice lo que piensa. ¿Verdad? —Esbozó esa sonrisa encantadora que le había conseguido más primeras citas que casi cualquier otro en nuestra lista actual.
Lo miré con la expresión que me veía
