CAPÍTULO 4

2080 Words
Airam abrió los ojos, descansada, pues era la primera vez en mucho tiempo que dormía de verdad, no le fue difícil sin todas esas horas con los ojos cerrados pero la mente activa imaginando planes maravillosos que le resolvían la vida casi mágicamente, planes maravillosos e imposibles que se quedaban solo como sueños guajiros. Pero, ya que por lo menos ese mes sobreviviría sin muchos problemas, había dormido plácidamente desde temprano en la tarde y toda la noche, así que, aunque su cuerpo se sentía como molido a golpes, su cabeza estaba clara y su mente despejada. Miró su teléfono celular y vio que era demasiado temprano, pero supuso que no podía evitarse ya que había dormido desde la tarde anterior, así que se levantó y comenzó a limpiar su casa como solo lo hacía los fines de semana en que no tenía tanto qué hacer. Un par de horas después, cuando desayunaba cereal con leche, ese que siempre se saltaba por las mañanas ya que tenía tanta prisa siempre, sintió que sería un buen día, así que sonrió agradecida por la buena sensación, pero sin esperar que algo bueno pasara, en realidad, porque esas cosas no pasaban en su vida. Aún faltaba tiempo para la hora en que siempre salía corriendo, pero no tenía más por hacer en su casa, así que salió sin prisas y caminó disfrutando de los sonidos de una ciudad comenzando a despertar. Eran pocos los carros que pasaban por esa avenida en que corría buen tramo todos los días para llegar al punto de reunión acordado con los padres de familia, y por primera vez sintió la fresca brisa rodearle y despeinarla un poco. Otros días, Airam caminaba tan a prisa que el calor no la hacía esperar, la cubría de pies a cabeza; pero ese día no tenía prisa alguna, así que era agradable. La joven maestra llevaba tanta calma que incluso notó que había un cajero automático en esa plaza por la que siempre pasaba, aunque nunca entraba a ella, y decidió utilizarlo sin necesidad, solo por el gusto de traer de nuevo efectivo en la cartera. Podría sonar ilógico y lamentable, pero era más tiempo el que Airam pasaba con cualquier puño de monedas en el bolso, o con nada, que con el dinero necesario para cubrir cualquier emergencia. Sin embargo, ese día no sería así, ni la semana tampoco y, por su propio bien, esperaba que su “estabilidad económica” se extendiera a todo el mes. —Buenos días, maestra —saludó un hombre mayor que llegaba a donde la mujer esperaba a borde de carretera—. Hoy me ganó. Airam asintió, sonriendo. Esa era la primera vez que le ganaba a alguien. Siempre, cuando ella llegaba, ya estaban las personas esperándole, pero ahora ella llevaba pasado de doce minutos esperando a que llegaran por ella, disfrutando de la vista, aunque sintiéndose un tanto ansiosa por pasar tiempo sin hacer nada. —Me caí de la cama —soltó Airam, sonriendo, y subiendo a la camioneta del abuelo de uno de sus alumnos para comenzar su camino hacia su destino, al cual llegarían cerca de veinte minutos después. ** —Maestra, ¡qué bueno que llegas! —dijo la señora Yesica, encargada del lugar donde estaba la escuela y presidenta de la mesa directiva escolar—. Te tengo una muy buena noticia. Airam miró sorprendida a la mujer, sin saber si debía sonreír porque, como hacía tanto que no recibía una buena noticia, ella no recordaba cómo debía reaccionar en esos casos. Sin embargo, la noticia que le esperaba a la llamada maestra era de verdad buena, tanto que la señora Yesica no la hizo esperar. » Ayer vinieron de la agropecuaria que está en la entrada a la comunidad, de la Agromiliar —comenzó a contar una madre joven—, nos preguntaron si necesitábamos algo para la escuela, para apoyarnos con lo que se requiriera, yo les comenté sobre un pago para ti y, adivina qué... ¡Te van a meter en su nómina! —¿De verdad? —preguntó Airam, emocionada. —Sí, de verdad —aseguró la mujer, de verdad emocionada por poderle dar un poco más a esa joven que tanto hacía por los hijos de todos en esa comunidad—. No sé qué vaya a incluir, la verdad. Quedaron de traer tu contrato en el transcurso de la mañana, pero al menos pago seguro tendrás, y confío en que será mejor de lo que nosotros hemos podido darte. La joven sonrió, feliz, mordiéndose un labio para asegurarse de que no estaba en un sueño raro y se despertaría pronto a su terrible realidad. Pero no era un sueño, lo supo cuándo, algunos segundos después, apareció el hombre con que se había acostado dos veces ya saludando como si conociera a las personas del lugar y a los padres de familia que comenzaban a llevar a sus niños a la escuela. —Soy Fernando Ruiz, dueño y director ejecutivo de Agromiliar, vengo a traer el contrato para la maestra y a inscribir mi hija en el jardín de niños —expresó el hombre que llevaba de la mano a la hija que mencionaba—. Además, independientemente del contrato para la maestra, nos gustaría apoyarles con lo que se requiera para el jardín. Pintura, muebles, juegos, lo que necesiten solo tienen que decirlo. Airam miró asombrada a la mujer que le miraba feliz, sentimiento que no podía compartir con ella porque estaba en serio confundida. Es decir, no solo acaba de descubrir que se había acostado con alguien de no solo mucho, sino de muchísimo dinero, además de que era uno de los personajes más reconocidos en su ciudad debido a la gran agropecuaria que manejaban y que le proporcionaba trabajo a cerca de un cuarto de la población total de la región. —Soy Yesica Rosales —se presentó la mujer que presidía la mesa directiva de las escuelas preescolar y primaria que atendía niños de esa comunidad y de algunas aledañas—. De verdad le agradecemos mucho su apoyo. Y, sobre el resto, veámoslo con calma ya que lo más urgente se ha resuelto. Ahora que tenemos segura a la maestra podemos estar tranquilos, porque es una gran maestra que nos dolería dejar ir, pero a la cual no le podíamos dar todo lo que se merece por su esfuerzo. La maestra, que ni siquiera portaba semejante título, se sentía cada vez más avergonzada con las palabras de esa mujer que siempre le halagó, pero casi nunca delante de otros. » Voy a cuidarte los niños mientras firmas tu contrato y recibes la explicación de todo lo que quieras saber —señaló la presidenta de la mesa directiva para Airam, luego miró a la pequeña niña, que ni bien llegó, se aferró a las piernas de la chica de bata colorida y llamativa, para hacerle una pregunta—. ¿Quieres venir conmigo? —preguntó y la niña negó con la cabeza, aferrándose a esa mujer que instintivamente se había acuclillado para estar su altura cuando la vio llegar a ella. Cuando la vio, Airam la saludó sin ser capaz de darle la bienvenida pues, ahora que veía a ese hombre ahí, más que feliz por tener un contrato, se sentía presionada y confundida, y se le estaba notando. La señora Yesi salió del lugar y llamó a los niños que corrían por todas partes a su salón. Primaria ya tenía una hora en el aula, así que solo eran pequeños de tres a cinco o seis años los que corrían por ese terreno desierto que rodeaba un par de aulas con dos baños. —Pensé que estarías feliz —señaló el hombre, extendiendo su brazo para entregar un folder beige a la morena, donde estaba el contrato antes mencionado. —No puedo estar feliz cuando me siento acosada —declaró la castaña y Fernando sonrió—. Sí me estás siguiendo, ¿verdad? —Lo estoy haciendo —confesó Fernando—, pero no tengo ninguna mala intensión, solo quiero acercarme a ti y, en mi investigación, resultó que puedo hacer mucho más por ti de lo que creía, y eso me hace feliz. —Pues yo no sé cómo responder —declaró la joven de cabello recogido y sin pizca de maquillaje—... ¿Por qué ofrecer contrato ahora cuando hace meses se solicitó apoyo y no nos dieron una respuesta? —Pues será porque hace meses no sabía que eras tú la maestra para la que solicitaban apoyo —respondió el hombre con cinismo—. Si te soy sincero, no ando por la vida solucionando problemas de todo el mundo, aunque sí me gusta ayudar; así que no le había dado importancia a esto hasta que alguien que conozco y me gusta fue la persona que necesitaba de mi ayuda. —¿Te gusto? —cuestionó Airam, con el entrecejo fruncido y aceptando al fin el folder y, tras ver asentir al hombre frente a ella, lanzó una nueva pregunta—. ¿Por qué? —Por muchas cosas —respondió Fernando, comenzando a enumerar una a una todas las cualidades que le encantaban de esa chica—: eres bonita, recuerdo borrosamente que eras divertida, haces muy bien “aquello” y le gustas a Fernanda, también. Esas son mis razones. Los ojos de la de cabello oscuro, que se habían abierto enormes cuando el hombre mencionó que hacía muy bien “aquello” que solo ellos dos sabían lo que era, terminaron sobre la pequeñita que le sonreía emocionada. —¿Te gusto? —preguntó la morena, volviendo a inclinarse al nivel de la pequeña que asintió sonriendo. Airam suspiró. Ese contrato era algo a lo que no se negaría, definitivamente, mucho menos cuando ya había recibido tanto del hombre y no parecía pedir demasiado a cambio. Se haría la idiota y confiaría en que todo era la buena voluntad de un hombre que sabía ayudaba a muchos más. Porque de eso tenían fama todos los de su familia: de buenas personas que ayudaban a los demás. » Bien —dijo al fin ella, volviendo a ponerse de pie—, pero si el contrato incluye “eso” tendrás que buscar a alguien más. Ya te dije que ayer fue un caso especial. —Ah, no —señaló Fernando, divertido—. “Eso” lo trataremos aparte. Airam negó con la cabeza, sonriendo, algo más relajada de lo que había estado los últimos minutos. —¿Cuáles serán mis funciones, responsabilidades y mis beneficios? —cuestionó la maestra, comenzando a revisar las hojas llenas de letras que debía rellenar y firmar. —Bueno, pues tus funciones son darles clases a los alumnos de esta comunidad, tal como lo has estado haciendo. El contrato será por los once meses que dura el ciclo escolar. Tus beneficios son un sueldo quincenal durante este periodo y el seguro médico. —¡¿Esto me van a pagar a la quincena?! —cuestionó asombrada la chica que, mientras el hombre hablaba, había estado revisando el contrato que se le había entregado y había encontrado al fin lo que más le interesaba: el sueldo. —¿Es poco? —cuestionó Fernando—. Investigué y es lo que gana quincenalmente un maestro recién titulado. —No es poco —aclaró la joven—, de hecho, es bastante más de lo que me dan los padres de familia ahora, así que me asombró. Además, déjame decirte que no soy maestra, en realidad. No tengo un título universitario, solo terminé la preparatoria e hice un curso que me certificó como auxiliar educativa y me permite prestar este tipo de servicios. —Sí, eso ya me lo comentaron —señaló el hombre—. Pero yo considero que si haces el mismo trabajo que un maestro titulado deberías de recibir el mismo sueldo. Airam, que le había estado viendo extrañada, terminó por mirarle agradecida, suspirando con alivio. —Pues, si no tienes problemas con eso, y si insistes en ser mi hada madrina, no voy a ponerme remilgosa —aseguró Airam, que luego de mirar a ese hombre sonrió a la pequeñita que acariciaba en el rostro. —No pretendo ser tu hada madrina, quiero ser tu príncipe azul —declaró el hombre de cabello claro y ojos gris azulado, anonadando a la joven maestra.
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