Dormí muy bien en comparación de otras noches, se me estaba volviendo hábito dormir pensando en él. Abrí mis ojos, sintiéndolos pesados a la luz del sol, la cual ya alumbraba perfectamente la habitación. De un brinco dejé la cama. Lo primero con lo que mis ojos se encontraron fue con la silla vacía al frente. El entusiasmo se redujo casi al instante, y en su lugar sentía el desconcierto ensancharse. Desde que habíamos llegado, muy interiormente me guardaba el goce de encontrarme con su presencia al empezar mi día. A toda prisa busqué mis zapatos, antes de terminar de ajustarme el segundo, alguien llamó a la puerta. ―En seguida… Al atender vi a Joaquín. Parecía nervioso con sus ojos grandes avistarme sin parpadear. La camisa floja de algodón blanca que llevaba desentonó con sus mejías

