Mirando por el hombro, no repuse objeción, a toda prisa me dirigí a la entrada de la casa. Desanduve un par de pasos abrazando el saco con fuerza, miré de pronto la puerta abrirse. Una silueta oscura, flacucha y no muy alta se alargó por delante del umbral. Con sutileza, dejó caer la negra capucha que cubría su cabeza. Reconocí un rostro femenino altivo, mirada desdeñosa y ojos tan oscuros como la misma noche. Las palabras de Jon tomaron todo su sentido para mí. Tamira me había engañado con sus intenciones malévolas. ¡Qué mujer tan insidiosa y peligrosa! —¡Eres tan estúpida! Estás en serios problemas, supongo que ya lo sabes. No mostré temor al mirarla fijamente. Me hice la desentendida. —No sé de qué hablas. ¿Por qué me persigues? Mostró una sonrisa macabra más cercana al sarcasm

