Una nueva etapa

962 Words
Todos tenemos algún asunto pendiente que así sea por pereza, economía o tiempo, no llevamos a cabo, y este es el de Irene, el último curso de la E.S.O, algo que llevaba tiempo queriendo acabar. Llevaba toda la mañana nerviosa, gente nueva, nuevo propósito, este año había tachado el de perder peso, un tópico cada año nuevo y había escrito, avanzar. Irene tenía una vida cómoda, llevaba ya seis años trabajando en un súper del pueblo, desde los dieciocho hasta ahora, con veinticinco años. Podría excusarse diciendo que se vio obligada a llevar dinero a casa o que era nula en los estudios, pero serían eso, excusas, la realidad es que pasó la mayor parte de su adolescencia, leyendo, prefería vivir la vida de una mujer secuestrada por un mafioso o la de algún ser mágico, a la suya. Cuando se quiso dar cuenta, tenía contrato fijo en el súper y mucho tiempo para seguir sus vidas alternativas, de ahí pasó a alquilar un piso debido a la insistencia de sus padres, algo que la acomodó más. Entonces llegó Tamara a su vida, su mejor amiga, ella insistía hasta el cansancio para sacarla de su cómodo escondite, la animaba a arreglarse de vez en cuando y alguna que otra vez, le preparaba citas a ciegas con amigos suyos o de su novio, aunque al principio no le gustó salir de su zona de confort, ahora era incapaz de vivir sin ella y sus locas ideas. Su amiga la apoyó en cada proyecto o meta, aunque como con las dietas y promesas que hacía, acababa rindiéndose, pero esta vez no, esta vez, acabaría el curso que le quedaba y estudiaría algo después, como había dicho, avanzar. — ¡Qué te vaya genial esta tarde! — la despidió Tamara desde la caja, sabía que estaba muy nerviosa, pero que lo haría bien. Irene se acercó a ella con una sonrisa. —Gracias, Tamara, mañana te cuento. Le dió un beso y se fue a su casa a cambiar de ropa y prepararse para ir a las clases presenciales. Se cambió mil veces de ropa, para al final ponerse un pantalón de chándal y una camiseta de manga corta con dibujos, "bueno, ya está, comodidad ante todo", se dijo así misma, siempre se decía lo mismo, excusándose para no arreglarse más. Revisó que tuviera todo lo necesario, estaba tan nerviosa que sentía cosquilleos en el estómago, tomó aire y salió de casa directa a su nuevo reto. Llegó a la clase sin problema, "lo bueno de ser adultos, es que ya no se meten contigo como pasaba en el insti" pensó. Siempre le costaba estar en grupos, aunque si era realista, en el instituto también tuvo sus admiradores y buenos amigos, pero las risas porque sus pechos eran más grandes que los del resto de chicas, no cesaron nunca. —¡Hola! — la saludó una mujer cortando sus pensamientos. —¡Hola! —correspondió Irene con una sonrisa. Se sentaron juntas esperando que llegara el tutor y el resto de compañeros, compartieron opiniones y ambas se dieron cuenta de que estaban nerviosas. —¿Primer año? —quiso saber la desconocida. —Si, ¿y tú? —No, ¡pero si el último!, me ha costado un poco pero por fin llegue. Irene sonrió. —Por cierto, me llamo Carmen — le dijo la otra mujer. —Yo Irene. En ese instante entró el tutor, ya estaban todos en clase, pero se había distraído hablando con Carmen y no se había dado cuenta. Al entrar el tutor todas las mujeres se acaloráron, era atractivo, no el típico profesor que esperas con gafas de pasta y canas, buena estatura sin ser muy alto, ojos marrones y pelo moreno, se notaba que iba al gimnasio, no era guapo en si, sino atractivo, tenía algo... Irene se fijó en sus manos, siempre se fijaba en las manos, eran grandes y varoniles. —¡Bienvenidos y bienvenidas!, soy Rubén, vuestro tutor, cualquier duda no dudéis en consultarme, después os dejaré mi email y número de teléfono laboral por si necesitáis ayuda cuando estéis en casa.... Lo típico que dicen los tutores, acto seguido les pidió que se presenten todos y les explicó como iban a ser las clases y sus obligaciones. Con varias fotocopias nuevas y motivación, salieron todos de la clase. Carmen e Irene fueron a tomar una cerveza juntas antes de irse a casa, ya era de noche, entraron al bar más cercano y se acomodaron en la barra. —¡Madre mia que bueno está el profesor, lástima que este casada! — dijo Carmen riéndose —¿tú estás casada o tienes novio? —No no, que va —le contestó Irene, como indicando porqué era obvio. —Seras muy exigente, una chica tan guapa cómo tú. Irene no solía creerse esos comentarios,pensaba que lo decían por hacerla sentir mejor, pero le dedicó una sonrisa amable como respuesta. Por la mañana, ya en el súper, Tamara le hizo un tercer grado. —¿Qué tal el primer día?, ¿tienes muchos compis?, ¿qué tardes te toca ir? Las preguntas se amontonaban sin darle tiempo a responder a su amiga. —Fue bien, hice una amiga nueva, Carmen, ya te la presentaré, no somos muchos, creo que ocho, y voy de lunes a jueves. —¡Yuju!, ¡viernes libre! —exclamó contenta Tamara, así podría seguir sacando a Irene, y que hiciera vida social. —¡Chicas, a trabajar! —les llamó la atención el encargado con paciencia, al verlas hablando. —¡Si, ya vamos, perdón! —se disculpó Irene avergonzada, volviendo a la zona de frutería, donde pasaría la mañana organizando una y otra vez, y pesando las bolsas de los clientes.
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