Quedada con los compañeros

1040 Words
Rubén decidió dar clases a adultos cuando vio la ilusión con la que su madre terminó sus estudios, había sido madre abnegada toda su vida, consintiendo a su padre y cuidando de él y sus hermanos, poder estudiar y hacer algo para ella, la hizo muy feliz. Llevaba ya diez años dando clases y lo seguía disfrutando, igual podían ser alumnos de veinte, de treinta que de cuarenta años, ahí era como si volvieran a la adolescencia, solo que con más ilusión. A sus 3 treinta y dos años no se había casado nunca, si enamorado, pero ninguna relación había funcionado, no había aparecido la indicada, no le daba vueltas al asunto. Por motivos de salud que tuvo de niño, se acostumbró a hacer deporte diario. Nuevo curso, nuevos adultos, nuevos retos... Entró a su clase y conoció a sus nuevos alumnos, había de todo, amas de casa, trabajadoras, trabajadores y gente que se había quedado en paro y aprovechaba ese tiempo. Ese grupo estaba formado por una mujer mayor, de unos cuarenta y tantos años, Carmen, una chica más joven y dinámica, Estefanía, un hombre que superaba la treintena, Gabriel, una chica más gordita pero con una expresión muy dulce, Irene, un chaval más joven, estaba seguro que no superaba los veinte, Juan y por último otra mujer, rondando los treinta, más sería y formal, Miriam. Se fijó en una chica especialmente, la gordita, parecía tímida y a simple vista no llamaba la atención, pero al mirarla a los ojos, notó algo especial en ella, descartando cualquier pensamiento, sacudió la cabeza y continuó la clase. Al acabar ya era de noche, volvió a su piso, se dió una ducha refrescante y en boxers, se preparó un sándwich, cenando mientras miraba cualquier programa que lo distrajera antes de acostarse. Pasaron dos meses, como si nada y su clase ya tenía la dinámica, y como él esperaba, la mayoría aprobaba. Al terminar la clase propusieron una quedada en el bar con los compañeros. —¡Vengase, profe! — le dijo Estefanía. Era la chica más guapa y movida de la clase, siempre con sentido del humor, Irene la envidiaba, guapa, simpática y divertida, unas tanto y otras tan poco, su polo opuesto, ella era callada, tímida y gordita... —Tengo que terminar de corregir unos trabajos y tal vez vaya —le respondió Rubén. Se fueron todos, incluidas Carmen e Irene, estaban de risas en el bar, el buen rollo hacia que todo fuera más fácil, cuando Rubén llegó ya llevaban un par de rondas. —¡Ey, profe! —lo llamaron a gritos. Se pidió una cocacola y se juntó al grupo, Estefanía estaba todo el tiempo con él, le gustaba su compañía, pero quería conocer al resto, sobretodo a Irene, esa chica le tenía intrigado, apenas había podido cruzar un par de palabras con ella. —¡Hola, chicas! —las saludó. —¡Hola! —correspondieron Carmen e Irene. —Voy al baño —informó Carmen sonriente, intentando dejarlos solos. —¿Estás contenta con las clases? —le preguntó Rubén a Irene. —Si,mucho — fue escueta con su respuesta. Rubén necesitaba hablar más con ella. —Dime Irene, ¿de que trabajas? —En un supermercado. Rubén se río. —Tutéame por favor, no soy tan mayor. Irene se sonrojó. —Perdona, la costumbre. Se hizo un silencio incómodo, hasta que llegó Estefanía —¡Chicos, venir con el grupo! — los agarró a ambos y los acercó al grupo. Rubén miró a Irene, ¿por qué parecía que estaba incómoda? estaba claro que es tímida, pero ya los conoce. Uno de los chicos empezó a hablarle y hacerle preguntas a Irene, Rubén los observaba, sintió envidia porque ella le seguía la conversación, no entendió el porqué. Tenía muy claro que no podía tener relaciones con los alumnos y no buscaba nada romántico con Irene, no sabía por qué se sentía así. Irene, por su parte, empezó a animarse con las charlas animadas del grupo, entre eso y las cervezas se volvió más charlatana, se dió cuenta de que el profe la estaba mirando y se ruborizó, sabía que no era precisamente por su belleza, en ese sentido miraría a Estefanía, pero no sentía rabia por eso, a ella también le caía bien. Cuando se quiso dar cuenta, llevaba demasiadas cervezas y se le había subido a la cabeza, se empezó a marear. —Carmen, no me encuentro muy bien, me voy a casa. —Yo te llevo, también me voy ya —escuchó la voz detrás de ella. El profe la iba a llevar, aunque eso la alteraba, sabía que no estaba para andar mucho, así que aceptó, se despidieron del grupo y se fueron juntos. Subieron al coche y él le dijo. —Tranquila no he bebido alcohol — interpretando su silencio por miedo, suponía el. Pero Irene estaba en silencio porque tenerlo tan cerca la ponía nerviosa, olerlo y sentir su calor. —¿Qué?, no es eso, es que estoy mareada —respondió disimulando. Llegaron a su casa, según las indicaciones que le dió ella. —Muchas gracias por traerme —le dijo Irene dispuesta a bajarse. —¿No me das un beso de agradecimiento? —no sabía porqué lo había dicho, no lo pensó. La cara de Irene en ese momento era un cuadro, pero estaba demasiado borracha, y lo hizo, lo besó en la boca, sin pensarlo. Rubén sintió su besó con olor a alcohol, pero cálido y dulce, deseó continuarlo un poco más, pero ella se apartó. —Buenas noches, profe — y se bajó del coche. Rubén sabía que se había equivocado, no podía hacer eso y comprometer los estudios de la chica, tampoco quería algo romántico ahora, se lamentó por su error, intentaría mantener las distancias con ella a partir de ahora. Irene subió a su casa y se acostó tal cual iba, todo le daba vueltas. Al despertarse de golpe, lo recordó todo. —¡Mierda, he besado al profesor! Se acarició los labios, recordándolo, una sonrisa asomó involuntariamente en su carita, a la par, se sentía ridícula y patética, "¡nunca se fijará en ti!", le gritaba una Irene cruel y acomplejada interior.
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