II

3254 Words
Capítulo 2: El jefe de mi jefe.    Caminaba a la oficina del señor Deluca; mi nuevo jefe. Alcé la barbilla, quería dar la imagen de ser una persona elegante, coherente, inteligente y sobre todo no ser torpe, quería que vieran que tenía potencial, ser profesional y estar a la altura de estos empresarios importantes.  El señor Deluca salió apenas la secretaria Helen le avisó de mi llegada y nos dirigimos a la sala de conferencias. Sentía un extraño nudo en el estómago, de esos que dan de la ansiedad y emoción por no saber cómo sería esto.  Al entrar a la sala de conferencias, estaban varias personas observándonos, parecían estar esperándonos… o más bien, al señor Deluca, después de todo él era el jefe de departamento de ejecutivos generales. Me encantaba estar al lado de alguien tan importante. Él me presentó con los demás traductores, algunos socios y los ejecutivos de traslado que eran las personas que viajaban con el presidente de ANTÁRTICA en las negociaciones, eran su equipo más íntimo. Estaba un poco nerviosa, todavía esperaban al vicepresidente y al presidente para iniciar la conferencia porque con él vendrían los alemanes con los que querían hacer negociaciones.  Luego de unos minutos la puerta se abrió y cinco hombres entraron, todos en la mesa se levantaron y no tuve más opción que también levantarme, y ahí fue cuando sentía que todo a mí alrededor se puso en pausa y casi me caí de espaldas. Era él. El hombre que me lanzó el café encima, el mismo que le grité, el mismo que… pensé mientras me masturbaba anoche. Mierda. Detrás del hombre entraron varias personas más, pero solo uno más resaltó, Ken Colton, presidente de la empresa ANTÁRTICA, prácticamente este sujeto era una celebridad, siempre haciendo donaciones, encabezaba la lista de personas más ricas de todo el país, y tal vez el décimo en la lista mundial de magnates. Debía de admitir que lucía más viejo en persona. Estaba tan emocionada que sentía mi corazón frenético.  Tomaron asiento, y fue en ese momento cuando caí en cuenta, el sujeto que me echó el café y le enseñé las tetas era el vicepresidente de ANTÁRTICA y por lo que sabía era el hijo y único heredero del presidente Ken Colton, lo sabía por las noticias y chismes que se sabían de él como uno de los herederos más cotizados del mundo por su increíble atractivo, no lo ponía en duda, pero sí recordaba haber leído que estaba casado. Santa mierda, me masturbé pensando en alguien casado. Trágame tierra y escúpeme en otro lugar que no sea este. Me eché hacia atrás para ocultar mi vergüenza de modo que mi jefe (el señor Deluca) me cubría con su cuerpo y no corría el riesgo de que se notara mi rostro encendidamente rojo.  La reunión era todo lo que me imaginé, cosas aburridas, estadísticas, precios y costos, lo único emocionante era poder traducir en mi cabeza lo que decían los alemanes antes de que los traductores de la empresa hablaran. En un momento al señor Deluca le tocó la palabra, todos los ojos se centraron en él, y cuando se echó hacia adelante enfocado en lo que decía, los ojos azules grisáceos del vicepresidente ─heredero sexy que le grité y le enseñé las tetas─ se enfocaron en mí, tal vez porque yo lo miré primero esperando desaparecer. Observé como alzó una ceja y cambió su postura de modo que su mano cubrió su boca tal vez cubriendo su expresión burlesca, de seguro no se esperaba verme, y por supuesto que me reconoció, joder.   La reunión acabó y caminé detrás del señor Deluca hacia los elevadores, pero por desgracia, al parecer todos nos dirigíamos hacia el mismo lugar.  ─¿Qué te pareció la reunión? ─murmuró el señor Deluca.  Aburrido, realmente aburrido, y sin duda traumático cuando vi que le había enseñado las tetas al vicepresidente.  ─Fue interesante ─me limité a decir. Nos dirigíamos al elevador, cuando de repente el vicepresidente pasó por nuestro lado, sentí que casi me ahogué con mi propia saliva. Maldita sea, esto era incómodo.  ─Señor Deluca ─saludó el vicepresidente─, necesito los documentos que le pedí en mi oficina. Noté como su tono era frívolo y fuerte, sin duda era mucho más intimidante que mi jefe, nada que ver con el sujeto burlón que me desnudó con la mirada ayer y parecía ser simpático… ni siquiera me miró, solo me ignoró, como si no existiera, ni un mínimo contacto visual por medio segundo... Nada.  ─No hay problema ─Respondió el señor Deluca rápidamente, el vicepresidente no respondió, solo siguió su camino y me quedé ligeramente contrariada porque me ignorara deliberadamente, como si literalmente no nos hubiéramos visto nunca… No entendía por qué me molestaba. Me quedé por un momento distraída observando como el pantalón elegante se le aferraba a su trasero redondo como de beisbolista y la manera en la que sus hombros se balanceaban al caminar, él tenía mucha presencia, jamás podría pasar desapercibido, principalmente porque parecía un inalcanzable actor de Hollywood con su rostro de dios griego y cuerpo creado para ser un pecado visual, y de seguro que él también era muy consciente de que causaba ese efecto en todos, como un hombre atractivo, intimidante y deseable. Maldita sea, tuve que apretar un poco las piernas al sentir un cosquilleo en mi vientre, ¿Timoti Colton? No, Tim Culón, porque tenía un culo digno de nalguear. Ay por Dios Venus, enfócate. Él se perdió por los pasillos y me obligué a despertar del embrujo, no sabía por qué, pero me decepcionó que ni siquiera me mirara. ¿Pero qué estás pensando, idiota? Está casado. No podía ser verdad que pensara en que ese hombre no me prestara atención cuando de hecho yo también tenía pareja, más que eso, estaba casi comprometida con mi novio, nuestra unión era para siempre. De repente el señor Colton soltó una vulgaridad entre dientes acaparando mi atención, no lo había escuchado decir groserías antes era extraño, pero parecía molesto cuando dijo: ─Ni siquiera respeta la hora de almuerzo ─gruñó─, tengo que buscar a mi hijo y mi secretaria está en su hora de almuerzo, siempre me hace correr, tengo el tiempo ajustado, maldita sea.  Alcé una ceja, no entendía por qué le respondió al vicepresidente que no había problema si sí había problema. Parecía ser de esos empleados que nunca replican nada al jefe por miedo a quedar mal, pero por detrás le clavan el cuchillo hablando mal. ─Señor Deluca, pero yo puedo ir ─me ofrecí sin ni siquiera pensar─, solo explíqueme qué debo hacer. Pude ver como su mirada se iluminó, al menos quería quedar bien con mi jefe, de seguro esto me sumaría unos puntos. ─Excelente ─sonrió el señor Deluca aliviado─, que bueno que ahora eres mi mano derecha, fiel y confiable. Sí, ahí estaba yo ofreciéndome con la intención más inocente del mundo sin saber las consecuencias de lo que esto desencadenaría después. Pero no predecía el futuro. El señor Deluca me explicó que yo debía buscar unas carpetas específicas del escritorio de su secretaria Helen y luego subirlas a vicepresidencia y dejarlas con la otra secretaria, así que eso hice, bajé en el elevador hacia la oficina del señor Deluca, busqué las carpetas y las agarré contra mi pecho para volver a tomar el elevador y subir. Eran varias carpetas pesadas, pero estaba pendiente de sostenerlas bien para que mi torpeza no me afectara y por obra del destino se cayeran. Había una melodía de fondo en el elevador relajante y mordí mi labio inferior un poco impaciente cuando se iluminaban cada uno de los pisos hacia la presidencia que quedaba en el piso 40, de seguro que cuando se iba la luz la gente prefería tirarse de la ventana que bajar por las escaleras, aunque de seguro tenían planta eléctrica... De repente el ascensor se detuvo en el piso 30 sacándome de mis pensamientos, y las puertas se abrieron dejando ver a tres hombres muy altos, de tez pálida y rasgos duros, los reconocí enseguida, ellos eran los alemanes que estaban en la reunión de la mañana. Pero no fue eso lo que me dejó pasmada. Los alemanes entraron al ascensor observándome con fijeza, sin disimulo, como si fuera normal quedarse viendo a las personas con intensidad sin expresión aparente en el rostro que no fuera de molestia, y detrás de ellos entró el presidente de ANTÁRTICA Ken Colton, junto con el vicepresidente Timoti Colton. Maldita sea. Tim Culón me salía en todos lados. Sentí como si se me hubiera escapado el aire de los pulmones y ya no pudiera recordar respirar, mordí el interior de mi mejilla intentando mantenerme tranquila, pero joder, ¡estaba compartiendo ascensor con el presidente, vicepresidente y socios magnates de Alemania! Me sentía como una diminuta cucaracha entre celebridades que únicamente había visto por internet y televisión. Cálmate Venus.  Apenas me saludaron cortésmente y nos adentramos en un extraño silencio únicamente llenado con la música de fondo y el beep del elevador al subir cada piso. Podía sentir que los alemanes a mi lado me miraban de vez en cuando y hablaban entre ellos, intenté ignorarlos, después de todo no tenía que meterme en su conversación, pero entendía el idioma, y entendí cuando el más alto de ellos dijo: ─Unas piernas largas, y buen trasero, o al menos le luce bien en esa falda. Mierda. Fruncí el ceño, ¿hablaban de mí? Voltee hacia ellos, estaban mirando al frente sin inmutarse, como si no hubieran dicho tal barbaridad. ─De seguro se pregunta qué estamos diciendo ─murmuró otro de los alemanes con una ligera sonrisa en los labios, pero manteniendo su mirada y posición firme al frente, como si estuvieran seguros que nadie comprendía su idioma. ─O intenta que no se le caiga todo el papel que lleva ─comentó el tercero, ahí evidentemente entendí que hablaban de mí, obviamente ellos se sentían cómodos porque el presidente no hablaba su idioma y ellos tampoco entendían nuestro idioma. Pero yo si los entiendo, idiotas. Yo hablaba varios idiomas y alemán era uno de ellos.  ─Entiendo lo que dicen ─comenté en su mismo idioma; alemán─, y tienen razón, intento que no se me caiga todo el papeleo al suelo… y gracias por lo del buen trasero, sé que me luce excelente con la falda. Les guiñé uno ojo y fui el foco de atención de todos en el ascensor por ese instante. Oh.  Los alemanes parecieron pasmados, de seguro no creían que hablaría su idioma. El más alto de ellos, se volteó hacia mí con una ligera sonrisa divertida en los labios para decir: ─Perdone señorita, aunque supongo que no debe molestarle que le digan lo hermosa que es. ─No, realmente no ─respondí con obvia odiosidad y altivez, pero sabía que los extranjeros solo les gustaba coquetear para tener suerte y vivir una experiencia de una noche con una americana, solo un revolcón. ─Yo soy su traductor ─murmuró el alemán ahora en español. Lo sabía, lo había visto en la reunión, ellos tenían un traductor y nosotros otro traductor de esa forma no había inconvenientes ni malos entendidos. ─Ah, yo también, o al menos algo así ─respondí, no era oficialmente una traductora de aquí, de hecho ni siquiera trabajaba aquí, solo cumplía pasantías para poder graduarme de la universidad. ─ ¿Eres traductora de aquí? –preguntó el vicepresidente Timoti o como me gustaba llamarlo “Tim Culón”.  Oh por Dios, ya debía dejar de pensar tanto en el culo de Tim, pero es que merecía dar de qué hablar, pocos hombres tenían un trasero así de bueno.  Alcé la vista para verlo, y él volteó el rostro hacia mí, joder, nuevamente su belleza me dejó atónita ¿Cómo era posible que fuera tan hermoso? Era como si Dios le hubiera dado favoritismo, primero estaba su cuerpo bien estructurado bajo ese smoking de empresario y como un crédito extra su cara de ensueño que no parecía tener imperfecciones. Me obligué a salir de mi trance, no quería que me creyera toda una niña tonta embobada por su obvia belleza como de seguro ya estaba acostumbrado, estos tipos de hombres siempre la tuvieron fácil, ricos de cuna, además de belleza física, las mujeres siempre las tenían por montones. Afirmé con la cabeza a su pregunta. ─Sí, es decir… no ─murmuré─, comencé pasantías en el área de ejecutivos de traslado, soy pasante del señor Deluca. En pocas palabras, estaba en el departamento de traducción, pero ellos ya debían de saberlo. Timoti alzó una ceja en comprensión, sus ojos fijos en los míos me ponían ligeramente nerviosa, parecía que él estaba acostumbrado a hacer eso, era una forma de infundir miedo, se notaba que a él le encantaba tener el poder, pero no aparté la mirada ni demostré en lo más mínimo debilidad, aunque por dentro estaba hecha un charco de baba y esa rara sensación se manifestó en mi pecho otra vez, de una rara adrenalina de temor que me hacía sentir deseosa. Debes calmarte Venus, ¿Qué te pasa? Observé como sus ojos azules bajaron a mi blusa, sus labios estirándose en una ligera sonrisa y volteó nuevamente al frente sin decir nada más. Maldita sea. No necesitaba leer la mente para saber que pensó en mí o más bien, en mis tetas desnudas cuando me quité la camisa en el aeropuerto, aferré los papeles contra mi pecho sintiendo que volvió a desnudarme con la mirada como ayer, pero lo admito, me encantó esa mirada de deseo, me sentía húmeda únicamente por su mirada, no podía imaginarme si me besaba y me tocaba, así como cuando yo pensé en él anoche con mi vibrador… Hey, basta Venus, ¿Qué estás pensando? Por Dios me avergüenzas. Debería darme vergüenza, era un hombre casado, es decir, estaba bueno y a esos tipos les gustaba ser admirados por todo el poder e influencia que tenían ante los demás, pero eso era todo, un juego de miradas, dudaba que pasara a más. No estaba para pensar en estas cosas con un hombre que estaba muy fuera de mi alcance. Se suponía que yo era profesional y únicamente vine a aprender, no a putear. Tienes a Cesar. Cesar, mi novio que amaba y quería desde casi siempre, por siempre. El presidente Ken despegó la mirada de su teléfono y volteó a verme, se sentía extraño ser el foco de las miradas, noté que Tim y él tenían la misma altura, aunque no se parecían tanto físicamente, Tim era fornido, su cabello castaño y sus ojos de un hermoso gris azulado, sin contar su gracia para parecer una pintura andante hecha por los mismos ángeles, su padre Ken en cambio era de cabello canoso, ojos marrones, algo barrigón y con unas líneas permanentes de expresión en la frente posiblemente de preocupación. ─ ¿Eres pasante de Deluca? ─murmuró el presidente Ken─ No te escuché traducir nada en la reunión, ¿Cómo vas a cumplir la pasantía si no hablas? la próxima quiero que tú seas la que traduzca. Me reí porque creí que era un chiste, hasta que vi que nadie más se reía y supe que hablaba muy enserio. Mierda. Vaya, que el presidente de unas de las más prestigiosas empresas del país me dijera algo así me llenaba de emoción. Aclaré mi garganta y me encogí de hombros, me sentía intimidada, todavía no sabía cómo funcionaba todo y tenía ese feo sentimiento de no ser lo suficiente o no dar la talla a pesar de haber sido número 1 de mi clase en la universidad, tenía esas inseguridades de principiante que siempre dan. Me limité a no decir más nada, el ascensor se detuvo en el último piso de presidencia, los alemanes fueron a la derecha con el presidente y yo a la izquierda a vicepresidencia para entregar las carpetas de mi jefe, me detuve por medio segundo al ver que Tim Culón iba unos pasos más adelantado que yo, maldita sea, dudé por medio segundo, pero decidí no ser tonta y me obligué a continuar, es decir, no había pensado que él iba al mismo lugar que yo, a pesar de que obviamente el vicepresidente debía estar en su oficina de vicepresidencia. Mis tacones martillando el suelo parecieron llamar su atención y volteó su cara, sus ojos azules grisáceos fijándose nuevamente en los míos me volvieron a dar esa rara punzada en el estómago y esa presión en el pecho de peligro y a la vez de atracción, como si algo me atrajera a él, pude ver esa ligera sonrisa suya de medio lado manifestarse en su rostro, él sabía que era guapo y que podía mojarle las bragas a cualquiera. Pero yo no iba a ser una cualquiera, o al menos intentaría evitar ser una cualquiera. Maldita sea, no entendía cómo se las arreglaba para ser malditamente atrayente. ─Hey ─murmuró él─ ¿Vas a entregar los papeles de Deluca a mi oficina? Él caminó un poco más lento para ir a mi ritmo haciendo evidente la diferencia de altura, su fragancia mentolada me hizo aspirar muy fuerte, olía esplendido, pero intenté actuar normal e indiferente, después de todo debía ser profesional y dejar de ser “la chica loca del aeropuerto” como él me llamó ayer. Me limité a afirmar con la cabeza a su pregunta y seguimos caminando en un extraño silencio que rayó en lo incomodo hasta que entramos a la oficina, él no volvió a intentar sacarme conversación y yo tampoco. Le entregué los papeles a la secretaria y salí de la oficina, bien, mi primer día había sido interesante, pero realmente ya quería irme, me moría de hambre. Caminé de regreso al ascensor y casualmente nada más ni nada menos que el presidente y los alemanes venían en sentido contrario también hacia el ascensor, esas personas siempre lucían poderosas, su caminar, su forma de hablar y esa mirada fija me estremecía. Quería ser así algún día, una mujer empresaria que infundiera miedo.  ─Señorita ─dijo el presidente Ken cuando nos detuvimos todos frente al ascensor para esperarlo─, no recuerdo haber escuchado su nombre. No recordaba habérselo dicho, de hecho. ─Soy Venus ─dudé por un momento, pero terminé extendiendo mi mano por educación─, Venus Manson. El presidente Ken Colton estrechó mi mano con firmeza mirándome fijamente a los ojos, así se demostraba ser una persona empresaria de influencia, que podía dominar a cualquiera, con un simple apretón de manos. ─Un gusto, señorita Manson ─repitió el presidente Ken─, ¿está ocupada para esta hora del almuerzo? Abrí la boca sin poder expresar mi respuesta porque estaba pasmada, no me esperaba una pregunta así. ¿Estaba invitándome a almorzar? No, creo que no. ─No, no estoy ocupada, solo voy a mi casa a almorzar ─murmuré rápidamente. ─Venga con nosotros, necesito de una traductora ─el presidente Ken aprovechó que los alemanes hablaban entre ellos para inclinarse hacia mí y murmurar en tono más bajo: ─ Ese alemán que vino con ellos solo traduce lo que les conviene, necesito una infiltrada. Entonces sí me estaba invitando a almorzar. Me reí un poco de lo que dijo y él me guiñó un ojo en complicidad. Bueno, ir a almorzar con el presidente de ANTÁRTICA era la mejor noticia que pude haber escuchado hoy. O al menos eso creí hasta que estuvimos en el restaurante almorzando y pasó lo que pasó… Debí haberme ido a mi casa.      
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