I

2939 Words
Capítulo 1: Real desastre.    Arreglé el cinturón de la falda negra que se aferraba a mi cintura, me lo había puesto en conjunto con una camisa vinotinto de botones, lo más presentable y elegante con mis tacones en punta. Pasé una mano por mi cabello algo nerviosa, repasé una y otra vez en mi mente lo que iba a decir cuando tuviera a mi jefe de frente, algo parecido a un apretón de manos mientras decía: “Buen día, soy Venus Manson, gracias por la oportunidad de tenerme aquí”. Acompañado de una sonrisa leve y una mirada fija al entrecejo del jefe, lo practiqué muchas veces en mi mente, esperaba no fallar en esa simple misión, ser torpe parecía ser parte de mí, era mi mal desde que nací, literal, en vez de hacerlo de cabeza, lo hice de pies y mi madre no pudo parir como estaba planeado sino que tuvo que ser cesárea. Intenté tranquilizar mi respiración, escuchando el pequeño timbre a medida que subía los pisos. Tendría que ir con el señor Abdias Deluca, que se encargaría de explicarme lo que haría o de decirme qué carajos figuraba en esta empresa, solo rogaba no hacer nada torpe o meter la pata porque tendría alguna posibilidad de quedarme fija a trabajar cuando me graduara.  Solo no lo arruines. Las puertas se abrieron y salí del ascensor lista para devorar al mundo. Era mi momento. Y como no, el universo me odia, choqué de frente con alguien que venía distraído tecleando el teléfono completamente absorto cuando se dirigía al ascensor, el café chocó contra mi camisa y cayó en el piso mojando TODO mi outfits, desde mi pecho hasta mis zapatos, por suerte ─o desgracia─  estaba a temperatura ambiente. Me quedé en shock mirando mi ropa con las manos suspendidas en el aire de la impresión y luego miré al sujeto frente a mí observando que de hecho él también se había empapado la camisa blanca perfectamente pulcra del oscuro café.  ¿Cómo era posible que esto me hubiera pasado 2 días seguidos?  ─Gente incompetente en esta empresa ─dijo entre dientes, su ceño fruncido observando el desastre de su camisa. ¿Me estaba llamando incompetente? ¡¿A mí?! ─¡¿No estás viendo lo que hiciste?! Tú me empapaste la camisa, ¡el incompetente eres tú! ─repliqué enojada señalando mi ropa─ ¡¿Ahora qué voy a hacer?! ─¡¿Disculpa?! ─alzó la vista con el ceño fruncido, como si estuviera dispuesto a atacar al no esperar tal ataque verbal hacia él. Sus rasgos tensos parecieron menguar un poco y noté que su mirada brilló en reconocimiento. Pero yo no lo conocía. ¿Acaso él era mi jefe? Sentí mi rostro sonrojarse al pensar que de hecho él fuera mi jefe y le estuviera gritando. ─Hey ─expresó pareciendo ligeramente entretenido─, tú eres la chica loca del aeropuerto. ¿La chica loca del aeropuerto? Mi mente me llevó a ayer cuando alguien me derramó el café encima, entonces vi al sujeto esta vez con más detenimiento pero no lo reconocí, creo que en ese momento yo estaba más enfocada en no quemarme y después huir de vergüenza que de ver a las personas a mí alrededor. ¿Cómo era posible que el mismo sujeto me hubiera lanzado las mismas cosas 2 días seguidos? ─Fuiste el que me lanzó el café ayer ─repliqué comprendiendo, sintiendo una rara mezcla de alivio y vergüenza al saber de dónde él me conocía.  Ahora que lo veía de frente, noté que sus ojos eran muy llamativos, no solo porque parecía tener una mirada desafiante y atrevida sino que su iris era de un raro gris que se unía al azul claro, era bastante alto y fornido, aún con tacones, mi cabeza le llegaba a la barbilla, por un momento mi pecho tembló de la impresión, pero decidí que era porque no me esperaba que fuera tan atractivo. ─¿Hoy no te quitarás la camisa? ─Su tono de voz había bajado una octava y noté como la comisura de sus labios se estiraba en una sonrisa ladeada, mientras su mirada se volvía cada vez más intensa sobre la mía robándome el aliento. Sus ojos se deslizaron por mi camisa y casi pude ver que me veía a través de la ropa, como no, ya él me había visto los pechos desnudos. Si es por ti, claro que me la quito papacito. No, ¿Pero qué estás pensando Venus? Ni siquiera lo conoces. Llevé mis manos a mis tetas por inercia sintiéndome desnuda ante su mirada, mi rostro comenzó a cosquillear evidenciando que se sonrojaba con fuerza, era extraño, mi pecho tembló de una rara excitación al saber que el ambiente había cambiado de enojo a... una rara morbosidad. Esta discusión se había tornado incómoda de un minuto a otro. Solo quería huir de aquí. ─Como sea, solo, olvídalo, voy tarde ─di media vuelta y comencé a caminar sin mirar atrás tratando de dejar de sentirme incomoda e intimidada. Eso había sido raro. Ahora tendría que pasar mi primer día de pasantías manchada y oliendo a café. Genial. Caminé por el pasillo siguiendo los carteles de señalación, hasta que llegué a una oficina donde estaba una secretaria tecleando efusivamente en la computadora.  ─Buen día soy… ─dije parándome firme y alzando el mentón, pero la secretaria me interrumpió diciendo: ─Sí cariño, espera un momento ─me interrumpió sin mirarme, señalando con la cabeza los asientos cerca de la pared sin dejar de escribir─. Toma asiento. Me quedé por un momento pasmada de la impresión, rascando la parte inferior de mí cuello sin comprender, ni siquiera me dejó presentarme.  ─Soy Venus Manson ─agregué pero la mujer me ignoró continuando su trabajo, así que tomé asiento donde me indicó mirando a mi alrededor, todo era muy limpio, paredes blancas, cuadros abstractos, todo era muy interesante y algo intimidante, como estar en el consultorio de un doctor.   Me distraje por un momento usando mi celular cuando de repente, la puerta detrás de la secretaria se abrió y un hombre salió, ni siquiera notó mi presencia, solo tenía el ceño fruncido mientras escribía en su teléfono. Era él, mi jefe, para él iba a trabajar. Lucía un smoking bien arreglado, era alto e imponente, su ceño fruncido y su postura detonaban miedo y autoridad, jamás podría pasar desapercibido.  ─Archiva los papeles que están en mi escritorio ─exigió el hombre sin mirarla─. ¿La muchacha de las pasantías no ha llegado? Era yo, hablaban de mí.  La secretaria pareció ponerse un poco nerviosa y arregló sus lentes, definitivamente le intimidaba su jefe.   ─Sí, aquí estoy ─murmuré levantándome del asiento y arreglando las líneas imaginarias de mi falda, yo no era tímida, no desde que tengo uso de razón, no me importaba imponer mi opinión. El señor  Abdias Deluca alzó la vista de su teléfono y observó mi caminar hasta parar en mi rostro, pero no de manera sádica, sino más bien viendo la mancha de café que adornaba mi ropa. Qué vergüenza. Pero aun así no podía darle a demostrar que estaba incómoda. ─Mucho gusto ─extendí mi mano─, soy Venus Mason, gracias por aceptarme en esta prestigi-si... ─aclaré mi garganta cuando me enredé con mi propia lengua─ Gracias por aceptarme aquí. Odiaba cuando se me trababa la lengua. ─Señorita Manson ─repitió, sus ojos eran azules, pero había algo en su rostro que me parecía familiar, era sin duda un viejo muy guapo, casi lo podía ver como el sueño de suggar daddy de muchas─. Un placer conocerla al fin, espero le guste y se sienta cómoda en ANTÁRTICA. ANTÁRTICA era el nombre de la empresa, y obviamente me sentía muy cómoda trabajando aquí como pasante, esto era como Harvard, lo mejor de lo mejor. ─Por supuesto, apenas entré me recibieron empapándome con café encima ─solté nuestras manos y me señalé la camisa riéndome un poco para restarle importancia al hecho de que estuviera hecha un desastre. Era preferible hacerle notar que estaba al tanto de mi asquerosa presentación. ─Oh, eso es terrible ─hizo una mueca─, aquí es muy común la torpeza de las personas. Venga señorita Manson, pase a mi oficina, ahí hablaremos más a gusto.    Excelente, había logrado mi objetivo, simpatizar con mi jefe, ahora solo debía calmarme y ser lo más profesional posible, que se viera que estaba a la altura de este lugar.  La oficina del señor Deluca era muy amplia, había cuadros, muebles, e incluso un pequeño espacio para jugar golf, se escuchaba una leve melodía al fondo relajante, me gustaba, todo era sofisticado.  ─Tome asiento por favor –dijo el señor Deluca mientras se acomodaba en su asiento detrás de su escritorio, le obedecí con una ligera sonrisa. El señor Deluca me explicó una planificación que comenzaría la siguiente semana, habría una reunión con la presidencia de la empresa donde firmarían acuerdos con los distribuidoras de otros países, yo debía estar ahí para ver a los otros traductores y poder aprender cómo se manejaba todo aquello, esa sería mi primera experiencia y las otras él se encargaría de explicármelas después. Hasta el momento solo observaría y luego sería mi turno, estaba realmente emocionada.  Llegué a mi casa totalmente agotada, la empresa quedaba a media hora de distancia, pero metiendo el trafico llegaba casi una hora y media después. Como era viernes, mi amiga Alomi se había ido a visitar a sus padres en la capital por el fin de semana, mi madre debía de estar sola en mi residencia, rogaba que hubiera preparado sus famosas tostadas de papas, tenía demasiada hambre, necesitaba almorzar. Pero cuando entré a mi apartamento, me encontré con una reunión de ancianos con música de Julio Iglesias a todo volumen. ¿Qué carajos estaba pasando aquí? No otra vez. Mi madre tenía esa mala costumbre de hacer reuniones sociales cada vez que venía, solo que esta vez lo hizo sin mi autorización. Lo sé, a veces mi madre actuaba como toda una adolescente que esperaba a que sus padres salieran de casa para hacer fiesta.  Vi a mi mamá hablando cómodamente con varias personas, me acerqué a ella quitándole el vaso que olía a cerezas mezcladas con vodka y la tomé del brazo apartándola a un lado en busca de una explicación.  ─¡¿Qué significa esto mamá?! ─dije realmente enojada.  Ella me miró como si no estuviera haciendo nada malo, y se encogió de hombros.  ─Una pequeña reunión, cariño ─dijo restándole importancia─, creí que llegarías más tarde, ¿no tenías que trabajar hoy? Tomé una profunda respiración. Mi mamá me sacaría de mis casillas. Cuando vivía con ellos a veces incluso no me dejaban ir a fiestas, ahora mi madre quería hacer lo que le daba la gana aquí porque no estaba papá cerca.  ─Pedí el día libre porque tenía que ir a la empresa donde comenzaré pasantías ─dije─, de igual forma, mamá, no puedes hacer una fiesta si yo no estoy, es cuestión de respe…  ─Ay amor, debes relajarte enserio. –Interrumpió mi mamá moviendo una mano al aire restándole importancia─ solo es una pequeña reunión, todos se irán en unas horas, de hecho… el hijo de Roberth está aquí.  Roberth escuchó nuestra conversación y pestañeó varias veces, debía de rozar los sesenta años, era muy olvidadizo, desde que lo conozco nos habían presentado como diez veces.   ─Mi hijo está en el baño ─dijo Roberth─, él se encarga de mi librería, ya yo no estoy para atender eso, prácticamente es el dueño, queda al frente del edificio, me gustaría que lo conocieras. Como no, su librería que había mencionado casi diez mil veces, y su hijo que había mencionado otras diez mil. ─Aquí está ─dijo Roberth cuando el muchacho se acercó─, él es mi hijo, se llama Cesar. Como si no lo conociera… Voltee sintiendo como mi enojo bajaba un poco, sin duda un chico realmente guapo, tenía el cabello rubio, fascinantes ojos ámbar, si me quitaba los tacones éramos de la misma altura, tenía un cuerpo de contextura delgada pero de buena forma.  ─Hola hermosa ─me mostró una encantadora sonrisa que ahuecó unos hoyuelos en sus mejillas─, soy César.  Me ofreció su mano, dejé una leve sonrisa en mi rostro cuando se la estreché. ─Soy Venus ─dije, él aferró mi mano y me atrajo hacia él cuando mi pecho chocó contra el suyo, tomó mi rostro con su mano y me dio un ligero beso en los labios, al menos ahora me sentía mejor.   Cesar era mi novio desde que llegué a la universidad, todo empezó cuando siempre lo veía al salir de la residencia y él abría la librería, nos saludábamos de vez en cuando, hasta que un día vi que buscaban un empleado y como necesitaba dinero pregunté si podía entrar, obviamente me contrató, y luego de unos meses algo surgió entre nosotros, siempre nos entendíamos bien, y comenzamos a salir, teníamos casi 4 años de relación. Estar con él se sentía correcto y cómodo, siempre me ayudaba en todo lo que necesitaba y estaba muy pendiente de mí, eso me encantaba de él. Las personas comenzaron a cantar karaoke, y ahí podían verme pegada de la pared con los brazos cruzados casi durmiéndome del cansancio, pero no quería encerrarme en mi habitación todavía porque no confiaba en mi madre con varios ancianos bebiendo alcohol a los alrededores. ─Hey Amor ─murmuró Cesar llegando a mi lado, sus ojos ambas vieron mi ropa y su ceño se frunció débilmente─, ¿Qué le pasó a tu camisa? Bajé la vista observando la evidente mancha de café, realmente se me había olvidado por completo. De repente tuve una rara idea que hizo que mi cansancio y hambre se distrajeran por un momento. ─Ven, acompáñame a cambiarme ─sonreí con picardía tomando a Cesar de la mano y caminando con él hacia mi habitación, él me siguió, las personas parecían estar bastante distraídas en el karaoke.  Cerré la puerta a mis espaldas y Cesar fue a la computadora, solté un suspiro comenzando a desabotonarme la camisa y a quitarme los tacones, siempre era su vicio, entrar a la habitación y usar mi computadora, como si fuera un ritual o como si fuera lo que le mandé a hacer. ─Amor, ¿Quieres acompañarme un momento aquí en la cama? ─murmuré terminando de quitarme la camisa y soltando el broche de la correa de la falda. O sea, creo que era evidente que quería follar. ─Ya voy, iba a ver los resultados del Real Madrid ─murmuró con la mirada fija en el monitor. Me lo quedé viendo con mi mejor cara de “¿Estás jodiéndome?” pero evidentemente no me vio, porque estaba enviciado al monitor. Giré los ojos apretando la quijada y terminé de quitarme la falda para ir hacia donde estaba Cesar, me  senté en sus piernas y coloqué mis brazos alrededor de su cuello. ─Amor, vamos a la cama ─insistí comenzando a darle besos por el cuello, si no entendía mis intenciones, entonces de verdad que era bruto. Sin embargo él lo que hizo fue reírse de las cosquillas que le provocaba el tacto de mis labios y se apartó. ─No amor, no traje condones ─murmuró aún con la mirada fija en la pantalla del computador. Solté un bufido y me levanté de sus piernas para meterme a bañar, esa era su regla, siempre lo hacíamos con condón, no había excepciones porque no estábamos para tener hijos, no era el momento. Me hacía perder la confianza cada vez me rechazaba, es decir, había veces que me hacía sentir como el único ser más especial del mundo, y otras veces me hacía sentir como ahora, un ser feo y repulsivo que nadie desea, que le daba igual porque se suponía que siempre estaríamos juntos. Y se suponía que siempre estaríamos juntos, él fue mi primera vez, mi primer amor y nunca imaginé estar con nadie más. Nunca. Cuando salí de la ducha envuelta en mi toalla Cesar se había ido de la habitación, como no, a veces me preguntaba si era gay o… pendejo, supongo que no todos los hombres le interesaba tanto el sexo, tenía que pensar así, porque dolía pensar que él no me creía lo suficientemente atractiva o deseosa como para tentarlo, odiaba pensar que el problema era yo. Pasé el seguro de la puerta aun escuchando el vibrar del otro lado y las voces desafinadas que cantaban karaoke, me acerqué debajo de la cama y saqué mi caja secreta, tomé una profunda respiración cuando tomé mi vibrador, este era mi cómplice, nunca me decía que no. Me acosté en la cama quitándome la toalla y me puse cómoda mientras el vibrador hacia su trabajo acariciando mi zona sensible entre mis piernas, dejándome llevar por las sensaciones, quería pensar en Cesar, pero mi molestia de su rechazo me lo impedía, de repente mi mente trajo la imagen de un hombre de ojos grises, fruncí el ceño, pero no me detuve, la rara sensación que me causó cuando me hizo sentir que vio a través de mi ropa, con deseo, la forma en la que me miró, pensé en esos brazos fuertes e imaginé su boca lamiéndome mientras era él quien me tocaba y no mi vibrador, sentí como toda mi piel se comenzó a contraer y mis piernas comenzaron a tensarse, lo último que vi fue la sonrisa pícara de aquel desconocido que me botó el café encima, cuando por fin tuve mi orgasmo.  Pero obviamente no era suficiente, me sentía sola, y ahora me sentía infiel por pensar íntimamente en otra persona que no era mi novio.    
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