Victoria Ainsley sostenía el volante de su auto con fuerza, sus nudillos blancos por la tensión. La reunión había sido un enfrentamiento de voluntades, un choque de titanes entre el depredador y su inesperada presa. Mientras conducía de regreso a la mansión Ainsley, no podía apartar la imagen de Liam Cárter de su mente. Aquel hombre exudaba poder y arrogancia, pero también algo más... algo que la inquietaba profundamente.
Victoria lo detestaba. No solo por lo que había hecho a su padre, sino por cómo parecía disfrutarlo. Su frialdad, su sonrisa calculada, esa manera de mirarla como si pudiera leer sus pensamientos. La recordaba constantemente que, aunque ella había conseguido ganar una pequeña batalla, la guerra estaba lejos de terminar.
Y sin embargo, había algo en Liam que la atraía de una forma que no podía comprender. A pesar de su desprecio, su piel aún se estremecía al recordar el momento en que él se inclinó hacia ella, sus ojos clavándose en los suyos. Había sentido un extraño calor en el pecho, una chispa peligrosa que la aterrorizaba tanto como la emocionaba.
Pero Victoria no se permitiría caer en esa trampa. No después de todo lo que él había hecho.
Liam Cárter había sido un depredador en la jungla empresarial, y su padre, Edward Ainsley, una presa que no vio venir el ataque hasta que fue demasiado tarde.
La pérdida de contratos clave, las alianzas traicionadas y la presión implacable de los acreedores habían destruido lentamente la compañía que su padre había construido con años de esfuerzo.
La única esperanza que le quedaba a su padre era que Liam Cárter le extendiera el plazo para pagar su deuda, solo necesitaba algo de humanidad por parte de él y no pudo tenerlo.
El corazón de su padre se detuvo mientras revisaba los estados financieros, intentando encontrar una salida. Su pena fue tanta que murió ahogado por la pena que le causó dejar a su hija en la miseria y a sus empleados sin trabajo y sin poder pagarles los años que habían estado fielmente a su lado.
Su padre había muerto en soledad, angustiado, desesperado y triste, para Victoria, Liam Cárter era el responsable de cada una de esas líneas en la frente de su padre, de cada noche sin dormir, y de cada susurro de desesperación.
— Nunca voy a perdonarte Liam Cárter.
Victoria sabía que enfrentarse al CEO Liam Cárter era como jugar con fuego, pero estaba dispuesta a quemarse si con eso conseguía justicia.
Había decidido estudiar de cerca a ese hombre, cada movimiento, cada adquisición, cada estrategia. Aprendería cómo pensaba, cómo atacaba, y lo que valoraba.
Ella iba a convertirse en la sombra discreta y astuta de Liam Cárter, hasta conseguir que pagara por la muerte de su padre.
Pero en el proceso no iba a permitir que él dejara en la calle a los trabajadores de la empresa de su padre.
Al día siguiente Victoria llegó al banco de Cárter, se vistió profesional pero tentativa, con un escote en su vestido que robaba miradas por donde pasaba.
Ella había visto algo inesperado en él. Bajo la máscara de frialdad, había un atisbo de admiración, como hombre ella le atrajo, eso Victoria lo iba a usar en su contra.
— Buenos días, deseo hablar con el señor Cárter.
— ¿Tiene una cita? – preguntó la asistente.
— Solo dígale que Victoria Ainsley deseo verlo.
Victoria ni se inmuto con la actitud de la asistente de Cárter, ella la miró de arriba abajo para luego llamar al señor Cárter e informarle de Victoria.
— Que pase. – dijo, tan seco y arrogante como siempre.
Al entrar Victoria caminó hacia él sin intimidarse por su imponente presencia.
Liam no era invencible, y ella estaba decidida a demostrarlo.
Su plan era simple: ganarse su confianza mientras lentamente desmantelaba cada una de sus estrategias. Lo obligaría a jugar según sus reglas, y cuando menos lo esperara, lo dejaría caer. Liam debía entender el peso de sus acciones y sentir en carne propia lo que era perder.
Liam Cárter no era solo un enemigo, era un hombre al que ella haría caer en su embrujo.
Ante él su mirada parecía ver más allá de sus palabras, como si pudiera leer sus emociones con una facilidad que la desarmaba.
Ella esperaba que él la tratara con menosprecio, pero para su sorpresa su voz era suave y amable, por un instante su actitud la había hecho tambalear.
No la trató como si fueran adversarios, sino como iguales, y eso la enfurecía aún más.
— Victoria, he firmado los documentos que usted dejó para mí, ahora, somos socios.
Sonriendo suavemente Victoria lo miró y cruzó sus piernas, su vestido se abrió dejando ver su muslo, luego inclinándose para tomar de la mesa el documento que había puesto Liam frente a ella, le dejó contemplar sus encantos.
Victoria se movía ante Liam con total naturalidad, como si cada movimiento de su cuerpo no hubiera sido planeado en su imaginación.
— Gracias señor Cárter. Esto alegrará a todos los empleados de mi padre.
— ¿Y a usted? –dijo Liam buscando la mirada de Victoria.
Al verlo Victoria se dijo a sí misma: No jugaras conmigo al gato y al ratón. Ahora yo soy el depredador y tú mi presa.
Levantándose de su asiento Victoria sorprendió a Liam, se puso frente a él para decirle de cerca:
— Yo, señor Cárter, soy la primera en agradecer este gesto de bondad.
Sus ojos se clavaron en los de Liam, logrando desestabilizarlo.
— Bueno, no le quitaré más tiempo señor Cárter, su tiempo es muy valioso. Nos veremos pronto para hablar de cómo manejaremos nuestra alianza comercial.
— ¿Le parece esta noche, señorita Ainsley?
— ¿Por qué no? A las 7 p.m. ¿Le parece? Yo invito.
La actitud de seguridad de Victoria era tan fascinante para Liam que lo hizo avanzar hasta ella, y decir:
— Siempre suelo ser el que invita y paga la cuenta.
— Eso imagino. Pero esta vez, usted es mi invitado. A las 7 p.m. en el restaurante "L'Olimpo di Venezia" (El Olimpo de Venecia).
— Me gusta la comida italiana – respondió Liam.
— Me alegra. A mí también. No llegue tarde señor Cárter, no me gusta esperar.
Dándole la espalda Victoria salió de la oficina de Liam, dejándolo con una agradable sensación en su pecho.
Su abogado entró después de ver salir a Victoria Ainsley, y preguntó:
— ¿Vino a rogarte que firmaras el acuerdo?
— No, vino a invitarme a cenar. – respondió, sin mirarlo siquiera.
— ¿Qué? ¿Cómo que a invitarte a cenar? Quiere convencerte de que firmes ese absurdo acuerdo. El comprador debe estar esperando a que den luz verde para apoderarse de…
— Lo llamé esta mañana para informarle que seré canceló el trato.
— ¿Por qué? No entiendo Liam…
— Está claro, firme el acuerdo. Y esta noche hablaremos de negocios.
Diciendo eso, Liam se sentó tras su computadora ignorando por completo a su abogado.
Una vez este se marchó, una sonrisa se dibujó en el rostro de Liam y de su boca se escaparon sus pensamientos.
— Estoy seguro Victoria, que será un enorme placer trabajar de la mano contigo.
Sus palabras dejaban en evidencia la impresión que le causó Victoria, ese día ella había movido fibras en el hombre.
En su imaginación disfrutaba de traer a memoria la belleza de Victoria y su sugestiva provocación.
El plan de Victoria estaba en camino, Liam había mordido el anzuelo.