—¡Feliz cumpleaños, princesa! —exclamamos, al unísono, Cristhian y yo. La princesita sopla la única vela dorada que hay sobre la pequeña y sencilla torta, de vainilla y betún blanco, y adornada con florecitas blancas, que he hecho para celebrar sus tres añitos de vida. La vela se apaga y la princesita sonríe y aplaude emocionada. La abrazo con fuerza y le doy un beso en la frente. —Mami, me vas a dañar mis diamantes —me dice, con su vocecita tierna, tocando con sus deditos las pequeñas piedras de colores que adornan su rostro. —No, mi amor, tus diamantes están bien—le respondo, con ternura—. ¿Te ha gustado la fiesta que, tu tío y yo, hemos preparado para ti? —Sí, mami. Me gusta mucho mi vestido, mis galletas, mis dulces y mi pastel —manifiesta, esbozando una sonrisa, tan hermosa,

