No se juega con él

1402 Words
—¿Estás de acuerdo con el convenio que tenemos, Morello? El CEO eleva un poco la mirada, afina sus ojos azules y mira peligrosamente al sujeto que le estaba hablando. El hombre al darse cuenta de cómo lo estaba observando comenzó a moverse incomodo en su silla. Fabian parpadeo, para luego reclinarse hacia atrás. —¿De acuerdo? —Pregunta con aticismo. —Bueno… —El hombre traga saliva —. Todos esperamos que seas un poco condescendiente con tus clientes. —¿Me pides que sea tolerante con ustedes? —Fabián entrejunta sus manos. —Fabián—El sujeto parpadea varia veces —. Por años hemos mantenidos un acuerdo de mantener el mismo monto para los servicios que nos ofreces, creo que tu padre fue… —Mi padre fue un maldito hijo de perra, que se merece todo lo que le paso —El CEO se pone en pie para mirar a los presentes —. Mi padre no es quien manda aquí, soy yo, y si decido que deben pagarme más, lo harán. —Pero… —¿O prefieren pagar altos impuestos? Yo los libró a todos de tener que meterse en problemas por la cantidad de marramuncias que hacen a diario. He tenido que salvar el culo a muchos de ustedes, y si no es por mí, estarían fundidos en la maldita cárcel. ¿Y aun así, están quejándose, porque les estoy exigiendo que paguen más por los servicios que mis hombres le ofrecen?, no me jodan con esa mierda de excusa tan barata que me dan. Los presentes se miran a la cara y guardan silencio. Fabián Morello era un hombre muy poderoso con bastantes influencias, dominaba gran parte de Italia y tan solo con un chasquido de sus dedos podría llegar a desaparecer a una persona. Sin duda alguna, era peligroso y no se debía jugar con él. Muchos empresarios, dueños de grandes empresas exportadoras de productos ilegales, estaban bajo la protección de este CEO. Estos hombres solicitaban de sus servicios para la protección de sus intereses y bienes al ser transportados. De esta manera, mantenía a las autoridades alejadas de ciertas empresas, únicamente de aquellas que podían darse el lujo de pagar la exorbitante cantidad que Fabián pedía a cambio de protección. A pesar de ser el dueño de la mitad de los restaurantes más lujosos del país y de sus franquicias fuera del mismo, Fabián Morello se dedicaba a encubrir los asuntos ilegales de muchos empresarios. Era el legado que su difunto padre le dejo, pero por años, él lo supo llevar mucho mejor que el viejo. Desde luego que la diferencia era que, el viejo no era tan frío y despiadado como lo era él. Era un hijo de puta, de eso no existía dudas, pero Fabián le ganada en lo maldito. Reconocía que era un bastardo, y era lo que le gustaba de su personalidad. —No hemos dicho eso, Fabián, solo que… —Si no quieren pagar más, entonces, esta reunión no tiene sentido —El CEO ajusta su traje, dispuesto para marcharse —. Leonardo… —Si. —Acompaña a los señores a la puerta, y encárgate de que todos los presentes no tengan deudas conmigo. —Por supuesto, Fabián —El italiano hace amago de retirarse. —Espera Fabián… nosotros pagaremos lo que estás pidiendo. Esté los mira a todos guardando seriedad en su mirada, al final, siempre terminaban aceptando sus condiciones. Si querían seguir traficando sus porquerías, debían aceptar que el costo era alto. Él no trabajaba con nadie que no pudiera pagar el precio del éxito. Era un hombre de negocios que le gustaba el dinero y el poder. —Leonardo, encárgate de todo. —Si. Se da la vuelta y sale de la sala de juntas. Al hacerlo, entra directamente al interior del restaurante y se encamina hasta su oficina. En cuanto se haya solo en la misma, recuerda a esa mujer en la entada de su restaurante. Le irritaba el hecho de que no se la pudiera sacar de la maldita cabeza. Todavía le encrespaba las palabras que le había dicho, era increíble que tuviera los ovarios para hablarle de esa manera. Momentos antes; en la sala de juntas, si hubiese querido, le hubiera volado la cabeza al idiota que le hablo altaneramente. Y esa mujer lo había insultado en su cara, y aún seguía respirando. Reclina su cuerpo en la silla, juntando sus manos, piensa que demonios hacer. Podía mandar a buscarla y hacerla tragar sus palabras, era lo mínimo que se merecía. —¿Y porque no? Justamente, en ese momento la puerta de su oficina se abre y por esta entra Leonardo. Fabián lo mira, impaciente por lo que tuviera que decirle. Lo único que esperaba que le dijera, era que esos idiotas de afuera habían pagado la fortuna que les exigía. —Ya he resuelto el problema. —¡No me digas! ¿Quién quedo debiendo? —Leo levanta la mirada y sonríe. —Yo lo resuelvo, no te preocupes. —Eso espero… —¿Me necesitas para otra cosa? —Si —Contesta serio. Leo observa a su jefe impasiblemente, Fabián estaba decido con la decisión que había tomado. —Encuentra a esa mujer, y tráela ante mí. —Muy bien, ¿A dónde quieres que la lleve? —A mi casa…—Fabián se mete en el ordenador. —¿Eso es todo? ¿No quieres que le haga nada más a la señorita? ¡Simplemente, deseas que la secuestre! —Solo llévala a la casa —Eleva la mirada por encima del portátil. —Muy bien, me voy… […] Su respiración era agitada, y de su boca brotaba una gran cantidad de sangre. Toda su ropa estaba manchada con el mismo líquido carmesí, aparte de que todo, la camisa del sujeto estaba hecha trisas. —Entonces, ¿Qué has hecho con el dinero del señor Morello? —Ya te dije que se lo pagaré, solo dame un día, Leonardo. Te juro que le pagaré hasta el último centavo. —¿Un día? ¿Crees que en un día lograras conseguir esa cantidad? —El moreno sonríe —. No quieras verme la cara de idiota, te he cogido tomando un avión privado, ¿A dónde pensabas irte? —A buscar… a buscar el dinero, te lo juro, era lo que pensaba hacer. Sabes que jamás te mentiría o le jugaría chueco al señor Morello. Leonardo lo miró seriamente, para luego hacerle una seña al hombre que lo estaba golpeando. Esté comprendió lo que deseaba, y de una golpeo el rostro de sujeto sentado sobre la silla. —¿Dónde está el dinero? —No… no… no lo tengo —Escupe. —En ese caso, ya no le sirves a Fabián —Sin pensarlo, Leo saca su arma y apunta la cabeza del hombre. —No, no, no, espera, por dios, espera —Cierra los ojos con fuerza —. Lo tengo, todo está aquí en mi casa… en una caja fuerte detrás de un enorme cuadro en mi despacho, lo juro. El moreno sonríe, luego retira el arma. Le hace un gesto a un sujeto para que confirme las palabras del hombre. Mientras que todos guardan silencio, unos minutos después, la mano derecha de Leonardo susurra unas palabras a espaldas de su jefe. —¡Vaya! Has hablado con la verdad, me alegra saber que hemos podido hacer tratos una vez más. —Siento mucho haber pagado tarde, señor Leonardo. —Espero que esto no vuelva a suceder, el señor Morello no tolerara otra tardanza como esta. ¿Estamos claros? —Sí, no se preocupe. —Muy bien, su contrato seguirá vigente. Leo abandona la habitación del cliente, y saca su móvil. Marca únicamente un número… —Está hecho. —Ahora consigue a esa mujer, Leonardo. —Iré a por ella… —La quiero esta noche en mi casa. —Claro, Fabián… Al colgar la llamada Leonardo se sube al coche, su mano derecha le tiende un maletín y luego arranca. Se dirigía al lugar donde le informaron que se encontraba la mujer que su jefe había pedido. […] Fabián esperaba pacientemente la llamada de Leonardo, en cuanto le informará que tenía a esa mujer, volvería a casa. Aun no estaba seguro que haría con ella, pero si estaba claro en algo, la quería bajo su poder.
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