Malas noticias

1556 Words
El italiano de ojos azules dormitaba plácidamente en su cama, cuando los rayos del sol comenzaron a molestarle en la cara. Frunce el ceño y decide darse la vuelta en la cama, para intentar conciliar un poco más de sueño. —Mierda, porque tiene que salir el puto sol y darme en la cara—Masculla irritado al darse cuenta de que los rayos persistían en darle en la cara. Luego de no conseguir agarrar el sueño, el CEO se pone en pie y decide tomar un baño para arreglarse… Mientras se colocaba su reloj de mano, la puerta de su habitación es abierta, y por la misma entra Leonardo sin ser llamado. —Buenos días, Fabián. Hoy tienes muchos asuntos que atender. —Ya lo sé, me molesta que tengas que repetírmelo cada mañana. —Te recuerdo que para eso me has contratado. —Eres tan pesado. No tientes tanto tu suerte, un día no me encontrarás para nada de buenas. Fabián guarda sus cosas personales en su saco y se dirige hasta la salida sin siquiera mirar a su mano derecha. —Primero iré al restaurante. —Pero tienes un desayuno con la señorita, Fiore. No puedes faltar a esa comida. —No me apetece ir a comer con ella, cancélalo —Dice saliendo de la habitación. —Fabián, bien sabes que no puedes cancelar. Además, ya has anulado dos veces esa cita. ¿Qué crees que pensara la señorita Anthonella si vuelves a rechazarla? El CEO se detiene antes de bajar las escaleras, era consciente de que le daba muchas atribuciones a Leonardo para que se dirigiera a él. Ninguno de sus empleados le hablaba de la manera en la que él lo hacía, sin embargo; el hecho de que le impusiera esa maldita cita a la que no deseaba asistir, lo cabreaba. —Te doy ciertas libertades para tratarme, pero eso no te da derecho a imponerme que asista a ese maldito encuentro, Leonardo —El moreno pestañeo un par de veces, e intento componerse ante la advertencia de su jefe. —Si soy insistente es porque tú mismo me has pedido que lo fuera. —Pero no con esta maldita situación —Lo miró por el borde de su hombro. —La señorita Fiore, te ha estado esperando este encuentro por mucho tiempo. Y lo has estado posponiendo, ya no podemos continuar en esta situación. Fabián, o la terminas, o la aceptas de una vez por todas. El CEO aprieta la mandíbula y los puños a la vez, existían ocasiones en las que le provocaba estrangular a su mano derecha. Fabián se da la vuelta. —Aún no te perdono que hayas dejado ir a Ángela de esta casa, no se me olvida la completa estupidez que hiciste al enviarla de regreso a su hotel —Le reclama —. No vengas con tu mierda de falta de tacto con Anthonella. —¿Qué querías que hiciera? Siempre es lo mismo con cualquier mujer, la dejas ir por la mañana. Nunca repites a una mujer dos veces, ella salió de tu cuarto como todas las demás, y yo la deje irse como de costumbre. —¿Acaso autoricé que ella se podía ir al día siguiente? Leonardo se quedó inmóvil, puesto que sabía que su jefe siempre autorizaba que dejaran ir por la mañana a cualquier mujer que metiera en su recámara. Pero con esa no lo había hecho, y Leonardo era consciente de su error. A Fabián lo único que le quedaba era observar a su mano derecha, era increíble el grado de su ineptitud. Seguía cabreado porque hace dos meses que Ángela salió de su casa y no volvió a verla. Recordó aquella mañana como si hubiera sido esa misma… A medio despertar, a Fabián lo único que le provocó fue volver hacerle el amor a esa castaña que dormía a su lado. Era extraño que le provocará volver a tener sexo con la misma mujer dos veces, pero su anatomía se lo pedía, así que lo complacería. Pero al abrir los ojos por completo, se fijó que el lado de su cama estaba vacío. Frunce el ceño, y se incorpora en la misma, con la mirada busca aquella a la castaña, pero no la encuentra por ninguna parte. Luego recuerda el trato que habían hecho la noche anterior, pero él no creyó posible que ella se fuera. Puesto que no dejo instrucciones de dejarla salir al día siguiente, justamente, en ese momento que se encontraba pensando qué demonios estaba pasando, Leonardo ingreso en su recámara como solía hacerlo todas las mañanas. —¿Aun en la cama? —Le pregunta sorprendido. —¿Dónde está ella? —Pues, se ha ido. —¿Qué dices? ¿Quién demonios la dejo salir? —He sido yo, no vi nada de malo en ello. Siempre las dejas libres al día siguiente. —Eres un maldito hijo de puta, ve a buscarla de inmediato —Le ordena justo cuando él se pone en pie. Para ese entonces, su libido había bajado considerablemente, y todo en él era furia. Sentía fuertes ganas de estrangular a su mano derecha, por idiota. —¿De qué estás hablando? ¿Cómo que la busque? —Te he dado una maldita orden, ¿Es muy difícil para ti obedecerla? —El CEO camina hacia él de manera imponente. —Iré a buscarla. Fabián observa como Leonardo se marcha apresuradamente de su habitación, el CEO pensó que si no la traía de vuelta lo pagaría muy caro. Luego piensa en lo que hizo Ángela, el haberse ido de esa manera lo cabreaba, y entonces; es cuando recapacita nuevamente. ¡Claro!, se había largado por esa razón, como le había prometido que la dejaría libre después de que se acostara con él, no perdió el tiempo para largarse a la mañana siguiente. —Mierda, ¡Qué mujer!, pero ya verá cuando la traigan de regreso —Masculla. Pero al transcurrir la mañana, Leonardo no le daba buenas noticias al italiano. Quien ya estaba bastante impaciente por la repentina desaparición de la castaña. —No la encuentro, Fabián —El CEO se pone en pie al mismo tiempo que golpea el escritorio. —¡¿Cómo qué no la encuentras?! —Lo mira todo rabioso —. A mí no me puedes decir que no encuentras a alguien, porque eso es imposible. ¿Qué diablos estás haciendo mal que no das con una simple mujer? —No se encuentra en el hotel donde la encontramos, ella se fue. La recepcionista del hotel nos informó que ella se marchó muy temprano con todas sus cosas. —¿Cómo que se fue? ¿Me estás diciendo que se fue de Florencia? Pero si tan solo lleva ausente un par de horas, maldita sea. —Creo que se ha ido del país, Fabián. No he ido a investigar al aeropuerto para corroborar mi teoría, pero por lo que la recepcionista del hotel me dijo, ella pidió un taxi para qué la llevará para el aeropuerto. El italiano ensancha los ojos, ¡¿se fue del país?! Se pregunta internamente. Sí, sabía que era extranjera, pero no se imaginó que no residiera en Italia. Eso sí era un problema, él tenía acceso a todo el país, la podía encontrar hasta debajo de las piedras, pero fuera del mismo era harina de otro costal. —Ve al aeropuerto, quiero que me investigues a donde se ha largado. ¡Quiero que la encuentres! Haz lo que tengas que hacer, sácala debajo de las malditas rocas, pero me la traes a Italia —Ordena. —Está bien —Leonardo se inclina y se marcha. El CEO estaba furioso, como era posible que se le escapará una mujer tan fácil. Y de paso, que le costará encontrarla. —Te voy a encontrar, sea donde sea que estés metida. […] Pero de eso, hace dos meses, desde entonces; Leonardo no había logrado encontrarla. Por la información que le dieron en el aeropuerto, el vuelo de Ángela estaba destinado para Boston, Estados Unidos, pero eso era todo lo que sabían. Dos meses, y aún no sabía dónde demonios estaba metida esa mujer. Creyó que después de una semana, se le pasaría la obsesión, o cuando se follara a otra mujer olvidaría a Ángela. Pero la verdad es que no fue así, la tenía metida entre ceja y ceja. Y estaba seguro de que, hasta que no la encontrara, no se iba a quedar quieto. Necesitaba dar con ella, y volver a meterla en su cama. Era algo que precisaba concluir, darle cierre, pero a su modo, no al maldito modo de ella. —No puede ser que sigas encaprichado con esa mujer, he enviado a muchos hombres a buscarla a Boston, y no dan con ella. Quizás ya no está en ese país, entiende que tienes obligaciones aquí en Italia. Y no las puedes descuidar, entre ellas está la señorita Anthonella. Conoces bien el tiempo por el que ella y su padre han estado esperando la unión de ambas familias. —Sabes que ella me importa una mierda, no pienso casarme con esa mujer. Así que no insistas en emparejarme con ella. Nunca funcionará esa estúpida unión en la que estas empeñado. —¿Pero si con Ángela Watson?
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