Por la mañana, Ada golpeaba muy insistente la puerta de la habitación. La pequeña deseaba salir a explorar la casa, mientras que su madre pensaba hacer todo lo contrario a ella. —Ada, por favor, es muy temprano para bajar. Ni amimos tengo de hacerlo —Susurra lo último. Pero la niña la ignoró por completo, desde que habían llegado a esa casa, esa pequeñita estaba haciendo lo que viniera en gana. Quería estar afuera todo el tiempo, a pesar de que Fabián le había llenado la habitación con muchos juguetes, ella no deseaba estar encerrada. Se había acoplado a la casa muy bien, y eso tenía sorprendida a la madre. Y justamente, ese día, ella tenía que ponerse terca. Precisamente, el día en el que ese italiano loco le dijo que le practicaría la prueba de ADN. Era imposible evitar que no se dier

