No podía creer lo que mis ojos veían, el anillo que Adrián sostenía era una piedra cuadrada y muy grande. Supe de inmediato que se trataba de un diamante bastante raro, puesto que era tornasol.
—¿Y bien? ¿Aceptas ser mi esposa o no?
—Creo que eso es un poco tonto, ya sabes bien la respuesta —me acerqué y extendí mi mano —acepto.
El anillo fue colocado en mi dedo, sonreí al ver esto y de una manera tonta me sentí ilusionada por algo tan sencillo. Supongo que esto era algo inevitable, al final toda mujer quería sentirse amada y escuchar esa pregunta.
—Bien, ahora vamos al cuarto —Adrián se levantó —quiero que descanses un poco, el viaje fue cansado y no podemos poner en riesgo al bebé.
Fuimos a la habitación de Adrián, el olor era maderado y bastante masculino. Me sentí a salvo porque e
