—Es porque los hombres son idiotas o son ciegos. Eres una mujer muy hermosa y lo sabes, pero no quieres creerlo completamente. Crees que por tener unas lonjas más te conviertes en el ser humano más abominable que hay sobre la faz de la tierra y no ves todo lo que has hecho hasta el momento, eres una diseñadora gráfica muy exitosa y si nadie te conoce físicamente es porque te obsesionas con trabajar desde casa e incluso prefieres mantener tu cara lejos de las cámaras y las cosas no son así.
—No vamos a llegar a ningún lado con este tema, lo mejor es que me vaya a dormir porque mañana tengo trabajo que hacer — me estiré con pereza —. Nos vemos, Sofía, y seguimos en contacto a la misma hora, por el mismo canal.
—Es imposible enojarse contigo, ve, huye y evítame. Te lo diré cada día de ser necesario, eres tú la que tienes lástima de ti misma, dices, ay mírenme soy gorda; pero al parecer ignoras todo lo que eres y te enfocas en lo que es supuestamente negativo, el mundo está conformado de diferentes personas, siempre he considerado esta gran esfera en el rompecabezas más grande que hay.
— Adiós, Sofía, realmente muero de sueño y tengo que levantarme temprano.
—Eso, huye de mí. A pesar de todo, mantengo las esperanzas de que algún día te des cuenta de lo mucho que vales y lo hermosa que eres, tanto por fuera como por dentro.
Apagué la laptop sin agregar nada más, no quería estar escuchando a Sofía y las frases trilladas que había escuchado a lo largo de los años.
—Eres hermosa tanto por fuera, como por dentro — le di vuelta a mis ojos — ajá, sí, como no. ¿De qué me sirve ser hermosa a nivel interno si no lo era a nivel externo? Palabras más tontas con las que las personas vienen a querer consolarme, creo que mejor me voy a dormir, estoy sensible por la boda y eso es todo, ya mañana será un mejor día.
Al día siguiente, salí de mi apartamento y fui a traer la correspondencia. En lo que venía subiendo, miré desde lejos a Sebastián mientras se despedía de la chica que había ligado ayer. Ella, al verme, lo hizo con desprecio, pero a mí me dio igual.
—Gracias por la noche que me hiciste pasar — Sebastián la besó —. Eres increíble, te voy a llamar, así que quiero que estés al pendiente del celular, adiós, Amalia.
—Es Amanda, pero no te he dado mi número.
No quise quedarme viendo el espectáculo mañanero de Sebastián con esa mujer, así que una vez que estuve delante de mi puerta, entré como si el diablo me estuviera siguiendo. Ese mujeriego, aparte de ser mi primer amor y mi mejor amigo, también era mi vecino. Mis ojos vieron un desfile de mujeres interminables con las que solo pasaba una noche.
—¡Gordita! — Sebastián entró en mi apartamento — tengo hambre, ¿Qué tienes de desayunar? La resaca me está matando, así que necesito mucha comida.
—Sabes qué desayuno fruta, así que tú escoges. Hay banano, naranja, uvas, fresas, papaya, piña, sandía y melón. También te ofrezco cereal, es de tu favorito como siempre.
El rostro de Sebastián era insuperable, me miraba como si fuera un perro que le anunciaban su castración. Me reí y fui a la alacena. En el momento en que miró que saqué la sopa china picante que tanto le gustaba, sus ojos se iluminaron por completo.
—Tienes que ir al supermercado, me parece increíble que tengo que mantenerte y todavía pides gustos. Por suerte te conozco tan bien que sabía que ibas a pedir eso, ¿Con qué quieres la sopa? Tengo camarones, maíz, queso para Nachos y huevos.
—Hazlo con todo — él me abrazó —. Por esas cosas te adoro, gordita, siempre me consientes. ¿Tienes limones de casualidad?
—Sí, ahora suéltame que me sofocas — lo empuje —. Eres un puto barato, un día me van a venir dando una paliza por tu culpa y todo por andar, metiéndote con cuánta loca se te atraviesa.
—Me da lástima la persona que se atreva a tocarte —él sacó agua helada del refrigerador y bebió directo de la botella —. Una visita directa a la sala de emergencias se va a ganar.
—Eres un tonto, ve a buscar los analgésicos, ya sabes en dónde están.
Me puse a prepararle a Sebastián la sopa instantánea, al finalizar, la miré mientras me preguntaba cómo demonios se podía comer eso y mantener el maldito físico escultural que tenía. Al menos en mi caso, respiraba y engordaba.
—Ten, gordita — él puso el cartón de pastillas —. Recuerda de tomarlas, bien sabes que no puedes vivir sin eso.
Mi problema de hipotiroidismo no me dejaba llevar una vida sin mis medicinas, era imposible seguir viviendo sin esas pastillas y tenía que tomarlas si o sí.
—Gracias — la bebí —, ahí tienes tu colesterol andante. Una vez que desayunes, te toca fregar todo lo que ensucie y no se encuentra a discusión, ya sabes cómo son las cosas en mi apartamento.
Desayuné mi fruta y luego fui a mi oficina. Tenía que terminar esas portadas para enviarlas cuánto antes a la central que se encontraba en Londres.
— ¿Qué haces? — Sebastián entró a mi oficina y se lanzó detrás de mí — wow, ¡Esa portada se mira increíble! Eres fantástica en lo que haces, sé que ya lo he dicho muchas veces, pero no me cansó de admitirlo.
— Gracias, si me das un momento que necesito estar concentrada en esto.
Sebastián se apartó de mí y se fue al sofá en el que siempre se acostaba. Él me miraba constantemente, lo que ocasionaba que me pusiera nerviosa.
— Sebastián — me quité mis lentes —. Sabes bien que no me gusta que me estés viendo tan detenidamente, ya que me pones nerviosa. Ve qué hacer de tu vida y no me estés molestando a la hora de trabajar. Necesito entregar estas portadas y hacer unos banners.
— Uy, qué odiosa, pareciera que estás en tus días y yo estoy pagando los platos rotos como siempre.
— No comprendo cómo demonios tienes tanto éxito con las mujeres si eres el típico hombre que piensa que porque una mujer se encuentra enojada es porque tiene el período. Solo quiero salir de este pedido, ya que tengo otras cosas pendientes.
— ¿Tú? ¿Cosas pendientes que no sea tu trabajo? Por favor, Charlotte, no me engañas en absoluto, así que deja de querer inventar cada cosa. No tienes una vida fuera de tu empleo y lo sé muy bien, los únicos sitios que visitas son el supermercado y de vez en cuando que te reúnes con nosotros, pero es mañana que nos vamos a ver, incluso tienes tiempo que no vas al gimnasio.
— ¡Estoy cansada! — cerré la laptop y me levanté de mi silla — escucha Sebastián, entiendo que no soy una de las chicas con las que sales, que no tengo una vida social tan activa como las tipas a las que le metes el p**o, que tampoco tengo el cuerpo que la sociedad establece como normal, no me gusta ser así, ¿Crees que si? Quisiera dejar de ser la burla de personas como tú y que por primera vez no sea invisible para los demás. Estoy cansada de tus comentarios que, aunque sé que no los haces con la intención de herirme al final si me hiere. Hoy mis padres cumplen aniversario luctuoso, así que tengo que ir al cementerio. Te voy a pedir que te retires y vayas a tu piso, hoy no me siento de ánimos de tolerar tu estupidez.
Sebastián se sorprendió al escucharme, intentó arreglar las cosas, pero me puse firme y le pedí que se fuera. Una vez que me quedé sola en mi oficina y en mi apartamento, fue que pude permitirme llorar; seguí trabajando y, por suerte, logré finalizar a tiempo, así que me preparé para ir al cementerio.
— Buenas tardes, por favor, deme dos ramos de margaritas y se cobra.
La señorita fue muy amable y una vez que tuve las flores fui a ver a mis padres. Ellos habían fallecido en un accidente aéreo hace varios años. Su partida me dejó con el corazón roto, ya que fueron los mejores al momento de criarme.
— Hola, mamá, hola, papá — puse las flores y me senté en el medio de ellos — no tienen idea cómo los extraño, Jonathan se casó ayer y Sebastián nuevamente me rompió el corazón. Cree que por el hecho de ser gorda pienso siempre en comida, respiro comida y sueño, con comida; tonta de mí que se fue a fijar en alguien que evidentemente se encuentra fuera de su alcance. Sebas es un 11 y yo soy un -0, obviamente nunca me va a ver como algo más que su mejor amiga y también cocinera.
Recosté mi cabeza a las placas de mis papás y cerré mis ojos para contener mis lágrimas. Estaba así cuando una sombra se puso justo detrás, era Sebastián, con un ramo de rosas negras.
— Charlotte, por favor, perdóname. Sé que fui un idiota y créeme que no tenía intención de lastimarte, ¿Puedo hablar contigo?
Moví mi cabeza de un lado al otro y él suspiró. No quería más palabras, tampoco más actos llenos de dulzura que solo me iban a llenar de ilusiones que al final se convertirían en espadas y terminarían por herirme aún más, y lo peor es que se lo permitiría.
— Por favor, Charlotte — él se puso a mi altura —, no hagas esto, sabes que te quiero y eres importante para mí; eres mi mejor amiga y mi confidente.
— Hoy no, Sebastián — me levanté del césped —. Créeme que en estos momentos no estoy de humor…