4: Un experimento social

1734 Words
Me fui del cementerio y dejé a Sebastián atrás, miré cómo le ponía las rosas negras a mis padres e intenté ir en su búsqueda, pero no pensaba hacerlo. Al llegar a mi apartamento vi en un rincón el bolso con el que iba al gimnasio, había pagado la membresía en el club; sin embargo, dejé de ir, ya que me dolía todo el cuerpo cuando entrenaba ahí. — Al diablo — entré a mi clóset —, no me voy a sentar, a llorar en una esquina, iré al gimnasio si o sí. No eres una mujer débil, Charlotte Romano, has sobrevivido a peores cosas que un corazón roto. Tomé mis cosas y me fui al club. En ese momento estaba llegando Sebastián y al verme salir intentó seguirme, pero al final se detuvo. Llegué a mi destino y muchas miradas se posaban en mí, en su mayoría las chicas que iban ahí a casar un hombre que las mantuviera de por vida. — ¡Ayuda! Un hombre gritó y al ver a la piscina, miré que se estaba ahogando. A muchos presentes, al ver que llevaba un uniforme de conserje, poco les importó e incluso se pusieron a grabar un vídeo mientras el pobre tipo luchaba por salir a flote. Me lancé sin pensarlo dos veces, era una buena nadadora, así que no tenía problemas en este aspecto. — Sujétese de mí — metí mi brazo por debajo del suyo — ya todo va a estar bien, solo cálmese, que lo voy a sacar de aquí. Saqué al hombre de la piscina y después salí. Todos los presentes nos miraban con burlas, pero a mí poco me importaba; sabía bien que había hecho lo correcto. — ¿Se encuentra bien? Tenga — le di una toalla de repuesto —, aquí tiene. La próxima vez trate de mantener la calma y de esa forma va a flotar, será más sencillo de esa manera. — Genial, ahora la piscina quedó sucia por el indigente y la ballena del club — una mujer nos miró con desprecio —. Una vez que el dueño venga, pienso decirle que haga este sitio más exclusivo, que tengan medidas para aceptar a sus miembros. — Deja de hablar, cacatúa oxigenada — me levanté y me acerqué a ella —. A mí lo gorda se me puede quitar, pero a ti lo idiota solo volviendo a nacer. Estoy segura de que si doy golpes en tu cabeza, esta va a resonar de tan vacía que la tienes. Ignoré el escándalo de esa mujer y ayudé al señor, lo llevé a los casilleros y ahí tenía un cambio de ropa que le podía quedar. — Mire, no tengo una camiseta decente, pero sí un short. Es de mi mejor amigo y por lo visto le queda. Generalmente, le tengo un cambio de ropa, ya que él es un poco torpe y se le olvida traer algo extra. Aquí tiene. — Es usted muy amable, señorita — él tomó las prendas —. Con esto me va a servir, no tiene idea lo mucho que le agradezco por haberme salvado la vida y defenderme de esa mujer. — No tiene nada que agradecer, bueno, lo dejo que se cambie. Al salir de los casilleros pude escuchar a la misma mujer que me había insultado hablar seductoramente con alguien, bueno, al parecer la cacería dio resultados en el día de hoy. — Déjame en paz, al parecer ninguno de ustedes entiende que si se meten con Charlotte, lo hacen conmigo. No me interesa tener nada contigo, lagartona de quinta. Miré cómo tratabas a mi mejor amiga y eso te descarta de inmediato; cualquier insulto hacia ella es también hacia mí. — Es suficiente, Sebastián, ya deja de hacer actos de beneficencia. Ella evidentemente es eso, no le veo el sentido que te encuentres dándole importancia a una ballena como la tal Charlotte, si tienes a alguien como yo que quiere estar contigo. — Ella me quiere por lo que soy y no por mi físico, estuvo a mi lado cuando nadie más estuvo y tampoco creyó en los rumores de que era un bandido, esas cosas son más que suficientes para que le esté agradecido de por vida, ahora quiero que te retractes de lo que dijiste si no quieres que hable con el dueño del club para que te expulsen; bien sabes que tengo el poder de hacerlo, él es un buen amigo de mi padre después de todo. Esas eran las cosas que me detenían en el proceso de olvidar a Sebastián. Quería hacerlo y poder seguir con mi aburrida, pero tranquila vida en la que no era el objetivo de asesinatos, solo porque mi mejor amigo me prefería a mí antes que a cualquier ligue temporal. — No me digas que la ballena andante es tu tipo de mujer, no puedo creerlo — la mujer jadeó sorprendida —. Semejante bombón tiene un gusto tan pésimo y corriente. — No, no, nada que ver — Sebastián rápidamente se excusó —. Quiero a Charlotte, pero como una amiga, ella no es mi tipo de mujer. Respiré profundamente y moví mis cejas lo más rápido que pude para evitar que las lágrimas se derramaran, no quería llorar. Una vez que me sentí lista, salí y miré a Sebastián. Mi sonrisa fue algo incómoda, él, al verme toda empapada, se quitó la chaqueta que llevaba puesta y al intentar cubrirme fue imposible debido a la enorme diferencia de tallas. — Ni siquiera le cubre los hombros — la tipa se puso a reír a carcajadas —. Dices que no sientes nada por ella, pero vienes a protegerla como si fueras mamá gallina o, en este caso, papá gallo. Qué malos gustos los que tienes, Sebastián, pensé que eras más inteligente. — ¡Ya he dicho que ella no me gusta! Charlotte no es mi tipo de mujer, la quiero como una amiga y es de su conocimiento. Además, deja de atacarla que no te ha hecho nada, ni siquiera había regresado al club en un buen tiempo. — Toma — le di la chaqueta a Sebastián —, esos detalles conmigo no van, no soy la típica mujer que frecuentas y que cubres del frío. Nuestras tallas son completamente extremas — miré a la otra tipa — para tu información, él es solo mi mejor amigo, así que siéntete libre en caso de que te quieras acostar con Sebas, solo después no te quejes de ser una más de la lista de mujeres que desfila por el pasillo de su apartamento, ya que eso es lo único que puedes hacer. Tomé mi bolso y al darme la vuelta miré al hombre que le había ayudado. La camiseta le quedaba enorme, pero al menos estaba seca; se acercó con paso firme donde estábamos y me dio un beso en la mejilla. — Gracias por ayudarme, quizás no seas el tipo de Sebastián, pero sí eres el mío. Eres una mujer preciosa y me gustaría conocerte un poco más, ¿Qué dices? Vamos a tomar algo saliendo de aquí. Si en estos momentos estuviera bebiendo cualquier cosa, probablemente ya la hubiera expulsado por todos los orificios de mi cuerpo y cuando digo todos, es todos. — Vaya, qué conmovedor — la voz cínica de la mujer resonó en todo el sitio y dio palmadas —. La ballena ha flechado al que hace la limpieza, esa sí es una pareja digna de veras. — ¿Aarón? — Sebastián se acercó a nosotros — ¡Aarón! Pero cuándo has venido de Inglaterra, no tenía idea de que ya te encontrabas aquí. — ¿Qué? — miré a Sebastián y al señor que salvé — ¿Acaso lo conoces? Pensé que solamente era el señor de la limpieza. — ¿Qué? ¿El señor de la limpieza? No, en absoluto; él es Aaron Lake y se trata del hijo del dueño de este club junto con los otros. Se fue a Inglaterra antes de que nosotros nos hiciéramos amigos y pensé que se encontraba allá, pero al parecer me equivoqué. Sebastián abrazó a este hombre y lo pude ver contento por su encuentro, sonreí a medias al verlo tan feliz y todo el mundo tenía la quijada hasta el suelo. Tomé mi termo y justo en el momento que iba a tomar agua fue que estornudé, limpié mi nariz y bebí el líquido vital. —Es porque estás mojada —Aarón puso su frente con la mía y me sorprendí por la cercanía —. Estás caliente, espera un momento. Él se quitó la camiseta que le había prestado y su abdomen tan bien definido fue capaz de hacer que muchas lanzarán suspiros al aire, en mi caso saqué el agua por todos los orificios de mi cara y empecé a toser de manera incontrolable. —Respira Charlotte —Sebastián se acercó a mí y me empezó a abanicar con su mano —creo que mejor nos vamos, pero tienes que calmarte. Pude controlarme luego de algunos minutos y Aarón se mostró más tranquilo. Él me dio la camiseta, pero no fue necesario, ya que tenía otro cambio de ropa guardado. Una vez que me fui a cambiar, salí de los vestidores. La mujer que había insultado tanto al hombre que salvó como a mí, estaba siendo echada a la calle junto con los demás. —¿Qué pasó? ¿Por qué ellos salen del club de esa forma? —Los corrí, a partir de ahora la persona que se encuentra a cargo de estos clubs soy yo. No quiero tener a nadie con esa clase de valores morales y a ti te agradezco por haberme salvado de esa piscina, se trataba de una prueba la cual tú pasaste con honores, así que tienes membresía de por vida en este sitio, no cualquiera se lanza al agua por un desconocido. — No es necesario que hagas eso, tengo el suficiente dinero para pagar por la membresía. Lo que hice no merece ningún premio, ya que fue lo correcto. — ¿Me aceptas una invitación a cenar, entonces? También podemos ir de paseo adonde tú quieras, me gustaría conocerte mejor. — No quiero, ya es hora de irme así que gracias por su oferta y nos vemos en caso de que sea así…
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