Prefacio

530 Words
—¡Quiere llorar, quiere llorar, quiere llorar! La cerdita quiere llorar, no sé por qué si se encuentra en su hábitat, el fango. Los niños de la escuela nuevamente se burlaban de mí, estaba tirada en el lodo y mi uniforme lo tenía sucio; no me gustaba llorar a pesar de que tenía ganas, no les daría ese gusto. En el momento en que tuve la intención de levantarme, fui empujada nuevamente y mis manos se quedaron con raspones. —¿Por qué me hacen esto? Yo no me meto con nadie, ni siquiera me permiten jugar con ustedes y cuando trato de estar sola me maltratan. Cerré mis ojos y deseé con todas mis fuerzas que las burlas se detuvieran. El silencio se hizo presente y, una vez que reuní el valor suficiente, fue que miré a mis compañeros en el suelo. Ellos se encontraban con coscorrones y tres niños estaban delante de mí. —Hola —uno de ellos extendió su mano en mi dirección —. ¿Te encuentras bien? Ven, que te ayudo a que te levantes. Tomé la mano de este niño y él se puso delante de mí. Todos lo miraban asustados, ya que tenía muy mala fama en la escuela, decían que era un peleonero y que su hermano pertenecía a una pandilla bastante peligrosa que atormentaba a las personas de su barrio. —Escuchen bien, no quiero que molesten a esta niña, ¿Qué clase de personas son? No puedo creer que se atrevan a golpearla, si la tocan se las van a tener que arreglar conmigo. Todos los niños que me agredían se fueron huyendo del patio. Él miró mis manos llenas de fango y de sangre, entonces me tomó de la muñeca, pero me crispé ante el contacto. —¿Te he lastimado? Lo siento si es así —yo negué y él me sonrió —. Es un alivio, vamos, que te llevaré a la enfermería. Nos fuimos a la enfermería y, como no había nadie, él terminó por curarme. Lo hacía con mucho cuidado y dedicación. —Me hubiera gustado acercarme a ti en otras circunstancias, pero ni modo, ya nos hemos conocido así; es un gusto, soy Sebastián, ¿Cómo te llamas? —¿Por qué me has ayudado? No me conoces y tampoco somos amigos, solamente asistimos al mismo colegio. —Es un nombre bastante raro. “¿Por qué me has ayudado?” Es la primera vez que lo escucho, ¿Te puedo llamar “Por”? Es más corto. —Soy Charlotte, ahora responde la pregunta, ¿Por qué me has ayudado? No somos nada más que compañeros de colegio. —Lo hice porque es lo correcto, no me pensaba quedar quieto mientras te maltrataban de una manera demasiado cruel, es lo que mi mamá siempre me ha dicho, debo defender a las niñas de cualquiera que intente hacerles daño. No dije nada y, cuando terminamos salimos de la enfermería, Sebastián me presentó a los otros dos niños, Jonathan y Adrián. Llevaba un cambio de ropa, ya que siempre pasaba lo mismo y me fui a casa recorriendo el camino de siempre…
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