Me encontraba intrigada con tanta ceremonia, eso fue lo que me hizo moverme. Me puse aquel vestido estilo griego que Sebastián había escogido para mí, las sandalias iban a juego y eran fáciles de poner e incluso pensó en pedirlas una talla más grande que mi pie, algo que resultó realmente conveniente al tener mis pobres patitas inflamadas. —Bueno —me miré en el espejo por enésima vez —, mejor me voy, no vaya a ser que el chófer se canse de esperarme. Me fui del apartamento y al llegar abajo, se encontraba el coche que me llevaría quién sabe adónde. —Disculpe, señorita Romano —el chófer dio un paso al frente —, pero el señor Rivera me ha pedido que le ponga esto en sus ojos. Un antifaz pequeño se encontraba en las manos del chófer; accedí a usarla aún con la intriga al máximo y un tanto

