Prólogo
Fabiola
Usted está embarazada...
Embarazada...
¡Embarazada!
Repito una y otra vez las palabras del doctor en mí cabeza.
Sinceramente, creo que necesito que regrese aquí, ahora, y me lo repita. O mejor aún, que salte frente a mí y diga "Esto es una broma".
Pero según pasan los minutos y la cortina blanca sólo abre paso a la enfermera que viene con una silla de ruedas para dejarme ir a casa, me doy cuenta que:
¡Realmente estoy embarazada!
Oh Dios Mío.
No me atrevo a mirar la hoja en mis manos. Tal vez si la ignoro puede que cambie todo, que no esté esperando un bebé. Debería romperla, deshacerme de ella y así poder regresar a mí vida... una vida sin...
¿Pero qué estoy pensando?
Es un bebé. Tengo un bebé dentro de mí y ya quiero desaparecerlo.
—Oh Dios, perdóname. Lo siento, lo siento tanto —susurro.
La enfermera me pregunta con preocupación marcando su rostro, si estoy bien. Le respondo con un débil asentimiento.
¿Bien? ¿Cómo podría estar bien?
Acabo de enterarme que estoy embarazada, de un hombre que no amo, de un hombre que deseo no volver a ver jamás mientras respiré, y se supone que ahora nos une un lazo eterno.
¿Qué voy a decirle a mi familia? ¿A las chicas? ¿A Fernando?
¿Y por qué carajos estoy pensando en Fernando?
—Jesucristo, ayúdame.
—Todo estará bien, la noticia no siempre produce alegría y euforia. Más cuando el bebé no es planeado —dice la enfermera. Le miro con angustia y ella sonríe con paciencia—. Felicidades, por el preocupado grupo afuera, y por ese hombre que está apunto de patear a cada persona con un uniforme por no darle información sobre usted, creo que serán muy felices y dichosos con la noticia.
—No lo creo —murmuro por lo bajo. Un escalofrío me recorre. No puedo decirles lo que me sucede. No puedo.
Hoy es el día más importante de una de mis mejores amigas. Manu no merece que manche su boda con una noticia como esta, más sabiendo que ellas no tienen idea de lo que hice, y tampoco de quien es el padre.
La enfermera empuja la silla hasta llevarme frente a ellos. El primero en percatarse de mí presencia es Fernando, y cuando veo esos ojos angustiados y preocupados por mí, quiero patearlo y besarlo hasta la muerte.
Porque ya es muy tarde para esos sentimientos.
Estoy esperando un hijo y no es de él, el hombre que he amado toda mi vida.