El castigo

1002 Words
Después de graduarme, lo cual costó mucho, conseguí un empleo. Trabajé durante seis largos meses en una panadería. Sabía que no era lo que había estudiado, pero necesitaba llevar el pan a casa. Mi tío había enfermado con una fuerte gripe. Al principio pensamos que era un simple catarro, hasta que comenzó a vomitar sangre. Fuimos al médico en varias ocasiones. Él ordenó unos cuantos estudios, incluidos exámenes de sangre. Fue allí donde descubrimos que tenía VIH. No podía creerlo. Él simplemente lloró desconsolado. Imaginaba que lo único que pasaba por su mente era el hecho de que en cualquier momento podía morir por esa enfermedad. Es cara y no tiene cura alguna. Así que, sí, moriría. Pero, ¿acaso todos no íbamos a morir? ¿Cuál era la diferencia de un día a otro? Salimos de la consulta con lágrimas en los ojos. Allí estaba yo, siendo fuerte para él, como había sido conmigo. Se lo debía. Al llegar a casa, él quiso hablar, así que nos sentamos en el salón de nuestro pequeño hogar y lo escuché. —Cariño, sé que estás intentando ser fuerte por mí, pero no lo hagas. Permítete llorar cuantas veces sea necesario, porque no está mal tener empatía hacia los demás. Los dos sabemos lo complicado de esta enfermedad y lo costosos que resultan los medicamentos. Ha llegado la hora de madurar y salir adelante. Eres una chica encantadora. Si tu madre estuviera viva, estaría muy orgullosa de ti. Este es el momento adecuado para ser fuerte y brillar. Nunca olvides que eres como un sol, iluminas todo a tu paso, y aunque a veces debas esconderte, incluso más seguido de lo normal, de igual forma seguirás brillando, puesto que ese es el trabajo del sol. —Tío... Intento decir algo, pero no me lo permite y continúa con su discurso. —Aún no he terminado. Si alguna vez Nicolás te pide volver, no lo pienses mucho. La vida se va en un abrir y cerrar de ojos. Al final, esto es un rato para cada quien. Todos nos equivocamos. Pude ver en sus ojos que te amaba. No digo que lo perdones de un día para otro, pero perdónalo y vive. Aprovecha todos los beneficios que pueda traerte esa relación. El mundo es de los vivos. Tal vez si tu madre hubiera dejado a tu padre, ambos estarían vivos. Lo veo marcharse y lloro en silencio. Lloro por todo lo que me había ocurrido. La vida era muy dura. Mi tío no duró mucho después de su diagnóstico. Había llegado un poco tarde a la casa y lo encontré ahorcado en su habitación. No había tenido valor para seguir enfrentando lo que le esperaba, así que prefirió la salida fácil. Me llevé una impresión horrible, sufrí el doble. Solo una cosa tenía segura, y era que esta vez había quedado totalmente sola. Los meses fueron pasando y con Nicolás había intentado acercarse a mí muchísimas veces, pero no se lo permití. Él había sido quien me dejó, no al revés, así que tenía que ganarse mi amor nuevamente, cosa que estaba difícil. El día de mi cumpleaños número veintidós, él me sorprendió llenando mi casa de rosas rosas, mis favoritas. Junto a cada ramo, había una pequeña tarjeta que expresaba lo que él sentía por mí. Luego estaban un montón de rosas blancas que decían cuánto lo sentía. Todo estaba escrito en diferentes idiomas, pero como toda una malcriada, busqué un martillo y acabé uno por uno con cada ramo. Cuando llegó con un pastel, ni siquiera le dio tiempo de procesar mi reacción. Nicolás terminó lleno de merengue por toda su cara, luego estaba su camisa y, por último, su lindo cabello. Él no se defendió en ningún momento, ni tampoco se quejó. Cuando intentó decirme algo, no se lo permití. Aproveché que abrió su boca y como pude le metí en la boca todos los pedacitos de las cartas que habían traído los arreglos. Después del incidente con las rosas, no volvió a molestarme durante un mes. No sé si había hecho mal, pero mi temperamento estaba descontrolado. Tenía mucha rabia interna, estaba molesta con él, con la vida y con Dios. Obviamente, luego de estar un poco más tranquila, fui a pedir perdón al Creador. Le había faltado el respeto, pero ¿quién era yo para dudar de sus decisiones o juzgarlo? Todo en la vida tenía una razón de ser. Nicolás empezó a enviarme ramos de rosas todos los días al trabajo, con una carta. Aun tenía guardada cada una de sus notas. Recuerdo las palabras de la primera: «Querida Mónica, con cada rosa intentaré devolverte toda la felicidad que la vida te ha negado. Te amo desde el jardín de infancia, y aunque sé que me equivoqué enormemente, quiero que sepas que lo lamento muchísimo. Había pensado enviarte un pastel con crema, pero me daba miedo de que el pobre mensajero terminara envuelto en una maraña de merengue y pequeños trocitos de papel, así que prefiero llenar tu vida de pétalos de muchos colores, acompañados de una vida de felicidad. Con amor, Nico». Su carta me hizo sonreír un poco, así que decidí conservar el ramo llevándolo hasta mi casa. Los días continuaron pasando y las flores no dejaban de llegar. Nuestra panadería se veía hermosa y llena de romanticismo con tantas rosas. Mi jefa estaba bastante a gusto con los detalles, incluso había llevado algunos para la tumba de mis padres y mi tío, contándoles todo lo que me estaba sucediendo. Estaba disfrutando mucho de este castigo que le había dado a Nicolás. Se lo merecía. Ya lo había perdonado, incluso mucho antes de la muerte de mi tío. Lo amaba y cuando se quiere de verdad, no hay espacio para el odio a menos que esté justificado. Todos éramos seres humanos con la capacidad de equivocarnos. Existían cosas que podían arreglarse, pero había otras que ni siquiera tenían perdón; por suerte, él estaba en la primera opción.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD