Dos

979 Words
No había podido dormir. La chica pasó la noche odiando con cada gramo de su ser a su codisiosa familia, esa que ante sus ojos la habían vendido a un hombre desconocido para ella. ¿Y si era algún viejusho? Kagome estaba aterrada y veía de esa manera como subían sus pertenencias al carruaje, sus ojos estaban empañados, pero no le daría el gusto a su hermana de verla débil, se mantendría con la cabeza en alto mirando como le arrebataban su liberad de una manera tan egoísta. La única razón por la que no había huído era porque no sabía de que era capaz ese hombre  desconocido para ella y si algo le pasaba a Hoyo, ella moriría en vida. Hoyo era la persona más importante para Kagome y ella lo protegería con su vida de ser necesario, además, si ese hombre no hacia algo, su padre sí. Ahora iba descubriendo hasta donde podía llegar la codisiosa familia que poseía. —Hija, recuerda respetar a tu marido en todo, no lo desobedezcas, haz todo lo que él quiera, como siempre te enseñé—Kagome miró con asco a la mujer que le había dado la vida. Con una cálida sonrisa la miraba maravillada, hoy usaba el mejor vestido que su marido le había regalado y las mejores joyas, luego de ese día serían ricos. —En conclusión ser una muñeca ¿no?—le respondió con desprecio—son despreciables—la sonrisa amable de la mujer murió y miró a su hija por primera vez como la había visto siempre; una bastarda. —Niñita, será mejor que aprendas bien, si tu esposo no te pide hablar lo haces, si quiere hacerte el amor dejas que te lo haga, ahora le perteneces. Espero y no guardes rencor en tu corazón porque esa será tu nueva vida te guste o no, sabes muy bien lo que le pasará a ese muchacho si haces algo indebido—la madre de la joven apretó el brazo de la menor con fuerza hasta que uno de los guardias que la escortarian la hizo soltarla. —Al señor no le gustaría ver marcas en la piel de la señorita, así que absténgase de dañarla ¿bien?—la mujer solo sonrió de nuevo, recuperando esa falsa amabilidad. Kagome miraba todo con desprecio, había vivido una falsa toda su vida, al menos debía agradecerle a Kikyo por siempre mostrar su verdadera naturaleza. Se daba cuenta de que su madre no la veía como algo más que una cosa molesta y para su padre era un objeto que vendería al mejor postor. Kagome se sentía abatida y tragándose las lágrimas y sin dar una sola mirada subió al carruaje. ¿Para que sufrir una mentira? Eso era lo que su familia era para ella. Una jodida mentira de la cual estaba despertando ahora. Cuando el carruje comenzó a moverse y alejarse de ese lugar que en algún momento llamó hogar, las lágrimas descendieron, por primera vez en su vida Kagome no sabía que debía hacer. Pero de algo estaba segura, lograría escapar y alejarse de ese hombre, de esa manera le quitarían todo a su familia y ella disfrutaría ver eso. Cerró los ojos cansada y se durmió. En el palacio del Oeste la discusión entre ambos hermanos estaba muy acalorada. Ambos ojos dorados batallaban en una guerra de la cual ninguno quería ceder. —Esa humana repugnante otra vez, ¿olvidaste lo que pasó la última vez?—Sesshomaru miraba a su hermano menor molesto. Inuyasha solo rodó los ojos y suspiró. —Es lo mismo, ella también es una humana y la tienes, sabes que las necesitamos para poder seguir existiendo—el aura de Sesshomqru se tornaba más sombrío por la molestia. No estaba de acuerdo con que dos criaturas por encima de los humanos dependan de dos mujeres humanas, de una r**a inferior a ellos—a pesar de que no son del todo humanas Sesshomaru, debemos actuar con la cabeza fría, al menos está vez ha sido menos molesto poder encontrarlas—en eso tenía razón. —¿Cuándo llegan?—Inuyasha miró sobre su hombro a uno de sus fieles guardias que se acercó al él darle la señal. —Ya la señorita Higurashi viene en camino, llegará mañana, en cuanto a la señorita Otome, ella posiblemente llegue esta noche—Sesshomaru suspiró. —Puedes retirarte—su voz fría hizo que el hombre deje el lugar en menos de un parpadeo. —La espera se está haciendo molesta—comentó Inuyasha haciendo que su hermano lo mire. —Espero que no comentas el mismo error que la última vez, no te enamores de la humana Inuyasha—el nombrado sonrió con arrogancia hacia su hermano mayor. —No quiero nada qué lo que me interesa de esa r**a de traidores—comentó haciendo al mayor enarcar una ceja—me retiro, necesito descansar—Sesshomqru no dijo nada e Inuyasha avanzó a su alcoba. La enorme habitación lo recibió, sin pensarlo se acostó respirando agitado. Necesitaba a la chica pronto en el palacio, si no le hacía la marca entonces todo estará perdido para él. El calor que salía de su cuerpo era impresionante, estaba otra vez en esa fase, la de desesperación. Maldita humana que tardaba tanto. Inuyasha odiaba a los humanos, sin embargo, su existencia era gracias a los poderes que solo una mujer cada 200 años podía tener. Él ya había acabado con 3 vidas de esas humanas, su existencia llevaba 600 años. Pero esta vez era diferente, esa chica tenía más poder que las demás porque el aroma que desprendía aún en la lejanía, Inuyasha podía acapararlo. Tal vez sentía un poco de lástima por esa chica pues su vida de ahora en adelante iría a ser un infierno, de eso él se encargaría.
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