QUINCE

1465 Words
Me merecía el mundo... ¿En verdad lo merecía? ¿Acaso lo quería? Alejé mis pensamientos para concentrarme en lo que era verdaderamente importante en aquel momento, el bello hombre de ojos verdes que estaba frente a mi. Continuaba mirándome como si fuese la cosa más asombrosa que sus ojos hayan visto, el momento era perfecto, bueno, casi perfecto si considerábamos los dos factores que interrumpían el momento. La mesera, y mi deber con mis estudios. La primera, permaneció varios segundos mirando nuestras manos entrelazadas con vehemencia, hasta que cambió su expresión sonando la garganta. Como mujer, podía entender a la perfección cuáles fueron los pensamientos que atravesaron su mente, pero siempre había sido experta en fingir demencia y así iba a seguir. A menos que hablara claro, y eso no iba a pasar. Sonreí ladeando un poco la cabeza mientras ella pasaba la atención de nuestras manos a mi... maldición. Limpié mi garganta tal y como lo hizo ella —Emm... —miré su placa— Kiara, que lindo nombre, ¿vas a dejar los platos en la mesa? —Aiden nos observaba sin entender nada, hombres. —Oh, sí, sí, yo... sólo, disculpen. —Bien, adelante. —Es que... ustedes... sus... —miró nuestras manos— no hay espacio. —Hay suficiente espacio —refuté de inmediato sin abandonar mi falso tono de amabilidad— pero si necesitas más sólo debes pedirlo, no quedarte hay parada mirando a... —carraspeé— mirando. Debes estar cansada, Aid, ayúdala, no seas descortés. Era una maldita perra. Y no hablaba de ella. Aiden, aún más desconcertado que antes, pronto separó nuestras manos y le ayudó a posicionar los platos sobre la mesa de manera correcta, yo no apartaba la vista de esta chica Kiara, y la sonrisa tampoco abandonaba mis labios. La chica se alejó una vez preguntó si necesitábamos algo más. —¿Pasó algo y no me enteré, "cariño"? —preguntó haciendo énfasis en esta última palabra. Reí con nerviosismo. —Nada relevante. Comamos, debo llegar a la universidad al menos para mi segunda clase. —Oh, si quieres puedo llevarte ahora mismo. —¿Y el desayuno? —Puedo pedírtelo para llevar. —No puedo comer en clases y tengo hambre, así que, diseño tendrá que esperar —asintió. —Bien, entonces podemos pedirlo para llevar y comer en el camino. Tampoco era mala idea, aunque me resultaba más atractiva la de comer...nos en el camino. Pero bueno. —Está bien. *** Llevaba siete minutos en ese auto y ya había terminado mi desayuno, creo que los nervios me hacían comer exageradamente rápido. Pero, ¿por qué estaba nerviosa? si ya había estado en situaciones mucho más comprometedoras con él. Contemplé cómo comía cada que se detenía en un semáforo, así que me atreví a quitarle el envase de las piernas. —¿Te quedaste con hambre? —reí. Ay querido, si supieras. —No, te voy a ayudar. —¿Eh? —Te voy a dar de comer Aiden —no de lo que quisiera darle a comer, claramente. Rodé los ojos y empezó a conducir. —Wow, es un honor prestarme para esto. —Esto va a ser gracioso. Y lo fue. Bueno, si algún día iba a tener hijos, necesitaba unas arduas prácticas. Creo que el pantalón de Aiden había recibido más desayuno que su estómago, y fui buena. Él sólo se reía de mi y yo intentaba seguirle la corriente para no darle paso al otro sentimiento que quería darse a la fuga. Pero los impulsos eran más fuertes. Pero yo los podía controlar. ¿No? —¿Tienes servilletas? —¿Tú no tienes? —negué cuando me miró por un segundo— las mujeres siempre cargan con esas cosas. —¿Pones en duda mi feminidad? —¿Yo? jamás. Tengo eso muy claro. Sonreí y empecé a retirar los restos de comida de su pantalón. Claro, sin pensar en lo que eso podría provocar. Me volví a su asiento con la vista fija en él, carraspeó. —¿Estás bien? —decidí jugar, porque era experta en ello también. Tenía dos opciones, eso o ser consumida por la vergüenza y los nervios. Aiden asintió en respuesta a mi pregunta. Le sonreí— que bueno. No te molesta si te sigo limpiando, ¿cierto? —Ivvana... —¿Sí? —No tienes que hacerlo, está bien. —No, claro que sí. Mi desastre, mi limpieza, de hecho... —abrí mi mochila rebuscando entre los libros que tenía allí— ¡tarán! Canturreé mostrando mi paquetito de wipes. —¿Son wipes? —Son wipes —afirmé. —Pero si me limpias con eso, me vas a mojar. Solté una risita por lo bajo. —Oh, créeme, el que se va a mojar no eres tú —fue su turno de reír antes de detenerse en otro semáforo. —Ivvana, no juegues conmigo, "cariño". —¿Quién juega? —murmuré ladeando la cabeza —él se limitó a pasarse las manos por el pelo y soltó una bocanada de aire.— entonces, ¿puedo? —Tienes que aprender a evitar los problemas. —No creo que represente un problema para mi —su mirada se intensificó. —Evita, los problemas —no pude evitar soltar una carcajada siendo consciente de su mirada sobre mi. Al semáforo le faltaban unos segundos para cambiar, segundos que Aiden aprovechó para tomarme del cuello y darme un beso de tres segundos que tomó toda mi valentía junto con el aliento— sé buena, Ivvy. Fue mi turno de tragar en seco. Continuó conduciendo. —¿Sabías que no puedes besarme así por así? —Oh, ¿no? ¿y eso por...? —Porque no ando besándome con cualquiera —me crucé de brazos, que bello perfil tenía. W O W. —Con cualquiera... —Ajá —rió. —Bien, tampoco deberías andar diciéndole cariño a un cualquiera. Golpe bajo. —Touché. —Ahora, ¿qué debo hacer para dejar de ser un cualquiera? Me lo estaba preguntando, bien, debía tranquilizarme. Traté de ocultar la sonrisita que se avecinaba; en un intento vano. —A mi no me preguntes, haz lo que te salga del corazón, te digo si lo apruebo o no. —O sea que no me vas a guiar. —Estás grande. Para mi suerte, o mi desgracia, llegamos al estacionamiento de la universidad, donde no estaba la mayoría de estudiantes, ya que habían iniciado ya, pero sí una buena parte. Los vagos, por ejemplo y los irresponsables, como yo. —Entrega a tiempo —golpeé su hombro. —Gracias por todo, y por traerme. —A tus órdenes, mi reina —rodé los ojos— déjame bajar a limpiarme. —Si te bajas, caerá todo en el piso. —Se lo llevarán las aves. —Aiden —lo miré con advertencia y suspiró accediendo. Tomé el wipe sin frotarlo para reitrar gran parte del desastre, ahí sí le permití que se bajara para sacudir su pantalón, haciéndolo yo también con él— listo, casi perfecto. —Dudo que alguien note que no está perfecto, otras partes se llevan la atención de la gente. Enarqué una ceja y me crucé de brazos antes que empezará a reír e intentara abrazarme pero me resistía. No por mucho, claro. —Espero que no andes llamando la atención intencionalmente —expresé sobre su pecho. —Sabes que no es intencional, no es mi culpa —me separé empujándolo con suavidad. —Así nunca dejarás de ser un cualquiera —desde luego no era un cualquiera. —Oh, así empezamos. —Después de todo sí voy a ayudarte —abrí la puerta de su auto que estaba literalmente a medio metro de nosotros, agarré su gorra— bájate. —´¿Para? —Bájate lindo. —Ay, como ordene la reina —sonreí complacida cuando se medio inclinó, casi como si fuera a besarme. Le coloqué la gorra y ordené los flecos que quedaron fuera. —Ay no, te ves más guapo, quítatela —reímos juntos. —Posesiva desde el inicio. —¿Por qué no suena a pregunta? —Porque no lo es. Ten un buen día —volvió a abrazarme y esa vez, el besó lo dejó en mi cabeza— sé buena. —Tú también, adiós. —Adiós. Aún me sorprendía lo tan metido en sus propios asuntos que era la gente de allí. Lo miré hasta que se subió a su auto y emprendió el viaje. Sentí una gran liberación, me sentía también plena y feliz. Mordí mi labio inferior y giré sobre mis talones con una sonrisa en la cara. Que se borró al instante al encontrarme a Olivia frente a mi. —Tienes mucho que contarme. ¿WTF?
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