Mirar la lluvia caer era un espectáculo, escucharla, y sentirla, sentirla debía considerarse una de las maravillas del mundo, siempre y cuando no estuviésemos en invierno, claro. No terminaba de acostumbrarme.
Lo sentía casi que como un regalo, el ver las hojas bailar con el viento frío, balancearse en movimientos verticales cuando las diminutas gotas de agua las tocaban, o tan sólo sentir el aroma de la tierra mojada subir hasta mis narices... eso ya era una dicha para mi, un regalo del que no todos podían disfrutar y me consideraba afortunada por ser de las afortunadas. Sí, definitivamente era un regalo.
—¡Ivvana! —di un respingo al escuchar el grito estruendoso que me sacó de conexión con la naturaleza— por Dios. —Sabrina apareció amortiguando las deliciosas gotas de lluvia con su feo paraguas azul marino.
—Sabrina...
—Nada, te vas a resfriar y luego sabes lo que pasará, ten esto —acercó una toalla café hacia mi, negué. Detestaba cuando se ponía en modo mamá— no es una petición Ivvana.
Ella misma colocó la toalla sobre mi cabeza y me envolvió, como pudo, en ella, tal y cómo lo hacía mamá conmigo unos años atrás.
Unos muchos años atrás.
—Déjame sentir la lluvia, aquí llueve una vez al mes, como mucho, muchísimo.
—Gracias a Dios —era una completa hater— ven.
—Pero...
—Avanza niña, no quiero que te enfermes.
—Soy mayor para lidiar con mis propias consecuencias, es mi problema.
—Si te fuera a afectar sólo a ti... pero no.
Rodé los ojos fastidiada por todo y me dejé guiar hacia la casa. No podía negar que era una maravilla apreciar el panorama desde mi ventana igual, pero no era lo mismo que sentirlo, jamás sustituiría con eso, aquel espectáculo. Sí sé que podía parecer una loca, estando a media cuadra de mi casa, con toda la ropa encima y empapada, sin embargo no me importaba, al igual que otras muchas cosas raras que probablemente hacía.
—Yo creo que sí estás loca.
—Lo vas descubriendo un poco tarde, me parece.
Mi hermana me hizo burla siguiendo un paso hacia la cocina mientras que yo me iba hacia mi habitación.
Lo primero que me inundó al entrar, fueron las paredes blancas sin más adorno que los estantes y muebles; le guardaba su respeto a los cuadro decorativos, jamás pondría uno en mi pared, y mucho menos un cuadro con una foto propia. Negativo. Lo segundo, el frío. Pareciera que Sabrina había encendido el aire a propósito.
Quité la toalla de mis hombros y me deshice de la ropa principal después de admirar una vez más la lluvia desde mi gran ventanal. Había olvidado el frío, así que corrí sobre mi banquillo e intenté apagar el aire desde arriba notando que el control estaba sobre el aparato.
Eso tenía nombre y apellido. Obviamente.
De igual modo lo apagué desde arriba y bajé del banquillo con el control en las manos mientras daba pasos hacia atrás. Ese maldito Drake.
Estaba consciente de lo tedioso que resultaba para algunas personas el bañarse y lo aceptaba, sin embargo, para mi era terapéutico. ¿Me sentía triste? Un baño de agua fría, ¿feliz? Con agua caliente, ¿estresada? Con agua tibia, como sea que fuera, siempre acababa debajo de la ducha, o de la lluvia, si estaba disponible esa opción. Así que entré al baño, empecé a tomar mi ducha, en ese momento tocaba con agua caliente, y así lo hice.
Estaba disfrutando la soledad de ese día, me había despertado con aura totalmente diferente, no era que no era yo, o que no me agradara la sensación, al contrario. Esa parte de mi siempre había estado ahí, sólo que la mantenía en reposo la mayor parte del tiempo.
Aunque lo estaba disfrutando, no podía negar que anhelé la presencia de cierto chico de pelo oscuro y ojos verdes, hubiera sido un buen plus. Pero habían dos inconvenientes. El primero, dudaba que quisiera salir de su comunidad para llegar hacia mi humilde morada, segundo, me daba vergüenza pedírselo por la misma razón antes mencionada.
Igual creo que lo pensé demasiado...
—¡Ivvy! ¿Sigues viva? ¿Ivvana? —volví a escuchar mientras la puerta retumbaba con ímpetu.
Intenté continuar con mi ducha terapéutica contra mi frío eterno, pero ya no iba a lograrlo con éxito si mi hermana continuaba golpeándola con tanta euforia.
Lo siento, baño, para otra ocasión serás.
—¿Qué? ¿Por qué me miras así? —ella negó sonriendo.
—Tienes visita.
—¿Qué visita? —me fastidié.
—Tu novio.
—Oh —le di vueltas en mi cabeza— te dije que aún no somos nada.
—Sí, sí, sí, ¿le digo que puede subir?
—Claro.
—Gracias cariño —me sacó el dedo de en medio antes de salir de la habitación. Aproveché el momento de soledad para auto examinarme en frente de mi espejo, sinceramente, en vano, obviamente no podía lucir como una estrella de televisión luego de salir de mi escena de película.
Entré al baño y despejé de la ropa mojada, la sustituí por un leggins n***o y un suéter de mangas. No había escuchado a Aiden entrar, así que salí de ahí extrañada, asomando mi cabeza por la puerta, antes de meter el cuerpo completo; una pequeña maña.
—¿Aiden? —me acerqué al ver la silueta detrás de las cortinas, en el balcón— Aid..
—¡Boo! —Di un respingo que casi me lleva al otro lado de la habitación.
Lo golpeé después de reaccionar hasta que envolvió sus brazos alrededor de mi cuerpo. Entonces me calmé y mi corazón seguía latiendo a millón, aunque claramente no por la misma razón.
Respondí recostando mi cabeza en su pecho y disfruté del contacto cerrando los ojos.
—Estúpido.
—Perdón —dejó un beso en mi cabeza.
—¿Qué haces aquí? —pregunté sin interrumpir el contacto.
—Te extrañaba.
—Siempre sabes dónde encontrarme.
—Por eso estoy aquí —sonreí.
—¿Podemos entrar? nos estamos mojando.
Aiden se separó a regañadientes. Nos adentramos a la habitación, de inmediato me meti bajo mis sábanas y le hice seña para que acercara.
—Es peligroso —rodé los ojos.
—¿Tienes hambre? ¿quieres que veamos una película?
—Puedes hacer lo que sea que hacías antes de que llegara, actúa como si no estuviera, con verte me basta —y ahí era donde se me derretía el corazón.
—No hagas eso, me avergüenza.
—¿Qué cosa? —ladeó la cabeza.
—¡Tú sabes! —su risa era tan preciosa— ven, acuéstate conmigo.
—Ya te dije.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿te vas a ir?
—¿Me estás echando?
—Lo puedes tomar como quieras —sonreí incorporándome y le extendí los brazos— Por favor.
—Es por el bien de nuestra relación.
Reí abiertamente.
—¿Tenemos una relación? —caminé hacia él hasta que lo tuve al frente, mi timidez con Aiden era casi nula, por lo que hice uso de eso y coloqué mis manos en su cuello, clavó sus ojos en mi sin mover las manos de sus bolsillos, como si temiera hacer algún movimiento.
—De amistad, por ahora —mojó sus labios. Negué lentamente.
—Yo no soy tu amiga, Aiden —mis manos hicieron un recorrido, deslizándose desde su cuello, sus hombros, hasta sus brazos. Mi corazón latió desbocado, por más que mis movimientos parecieran seguros, por dentro estaba derritiéndome de los nervios.
Volví a llevar una de mis manos hasta su cuello, específicamente, su nuca, al mismo tiempo que la otra hacía movimientos constantes del antebrazo al hombro, hasta que ambas fueron a parar al punto principal.
Ejercí un poco de presión para ponerme de puntas y llegar perfectamente hasta la base de su oreja. Deposité un beso húmedo en esa zona de vario segundos y me separé completamente, eliminando todo tipo de contacto.
Le sonreí con inocencia, aún yo tenía toda su atención en mi.— ¿Qué?
Ladeé la cabeza con una sonrisa amplia dibujada en mis labios, elevé la mirada.
Él negó dejando salir un suspiro.
—¿Puedo usar tu baño?
—No puedes —agarré una de sus manos y tiré de él hasta acercarlo a la cama y hacer un esfuerzo mínimo para que se dejara caer en el colchón— ten, elige una película, yo iré por comida.
Aproveché el acercamiento de entregarle el mando para darle casto beso en los labios que lo tomó por sorpresa. Desaparecí antes de afrontar cualquier reacción.
Bajé las escaleras en un dos por tres, ni siquiera había nada ya cocido para comer, más que helado y doritos. Era una pésima combinación, igual llevé todo y lo coloqué en la cama, obligándolo a hacerse hacia atrás, por si quería escaparse, tendría que pasar sobre mi, literalmente. Por cierto, las hormigas que me harían compañía después de eso, no serían pocas, jamás iba a estar sola.
El muy estúpido eligió una serie en lugar de una película, orden secreta, ciencia ficción, me gustaba, estaba acorde con el clima.
Para el tercer capítulo ya lo tenía acostado entre mis piernas (no en las circunstancias que me hubiesen gustado) y al mismo tiempo, le pasaba una mano por el pelo y con la otra le daba la comida. ¡Para lo que una se prestaba! increíble.
— Ya me harté — Aid pausó la serie en el capítulo siete de la primera temporada.
— ¿Sabías que ahora estamos atados a terminarla juntos?
— Por supuesto, fue el propósito desde un principio — reí, mantuvimos las luces apagadas, todo estaba tenue, así que aproveché para levantarme y abrir las cortinas de mi balcón, si no veríamos la tv, sí quería ver la lluvia, que no se había parado desde que estaba yo afuera, al contrario, parecía que el cielo estaba enfurecido— ven aquí.
Coloqué los brazos en jarra con una ceja elevada en forma de resistencia y oposición, obviamente temporal; en menos de dos segundos estaba a su lado, dejándome acurrucar desde atrás por sus brazos y simultáneamente, mirando la lluvia a través de os cristales.
— ¡Que belleza!
— ¿Quién? ¿yo? claro que sí.
— Eres muy creído — dejé de darle la espalda, aún tenía el pelo húmedo, él lo apartó de mi cara.
— Soy honesto.
— Cero humilde.
— Algo que tenemos en común — abrí la boca indignada y volví a darle la espalda. Su risa vibró sobre mi cabello antes de volver a resguardarme bajo sus brazos. Solté un bostezo.
— Duérmete, yo haré lo mismo.
— Prefiero verte.
— No creo que así se te vaya a transferir algo de mi belleza, pero bueno, cada quien con sus cosas.
— Pero sí te puedo transferir un beso — me hizo girarme y pobre de mi corazoncito, se alteraba para nada.
— Ya estamos hablando — expresé justo después de acercar mi mano a su cara y dejar que juntara nuestros labios.