Capítulo II

2739 Words
Los celos son los hermanos del amor, como el diablo es hermano de los ángeles. Stanislas de Boufflers Después de arreglarse lo más que pudo y recibir un montón de halagos por parte de los empleados de Aeron, los cuales obviamente desconocían que era la esposa del jefe, ella entró al piso donde sabía que estaba la oficina de su marido, levantando miles de miradas tanto de envidia por parte de las mujeres como de lujuria por parte de los hombres. Enseguida caminó hacia la oficina de Aeron sin embargo un pequeño cuerpo la interceptó antes de que pudiera abrir. — ¿Quién es ustedes? ¡¿Y cómo se atreve a tratar de entrar en la oficina del señor Stephanidis sin su consentimiento?! Molesta le dedicó una mirada de pocos amigos a esa tonta pelirroja. —Yo soy Lawri Stephanidis, la esposa de Aeron así que como vez tengo todo el derecho de entrar a la oficina de mi marido —dijo enfatizando el pronombre posesivo. Moviéndose a un lado entró a la oficina de Aeron dejando a la mujer con la boca abierta y balbuceando. Fue ahí donde Lawri se dio cuenta de que Aeron no estaba en su oficina por lo que se giró a ver de nuevo a la pelirroja que aún boqueaba como pez fuera del agua. — ¿Dónde está? Seguidamente giró su mirada al puesto donde debía estar la secretaria de él, sin embargo ella tampoco estaba. — ¿Eres la secretaria de Aeron? —preguntó posando otra vez sus pupilas sobre ella. La chica titubeó para después negar con la cabeza. —No... su secretaria es Erika. — ¿Dónde está mi marido? —volvió a preguntar pero esta vez estaba molesta, no le había gustado nada ese titubeo sospechoso. —Almorzando. — ¿Y su secretaria? Su mente comenzó a maquinar mil respuestas en vez de la que latía con más fuerza en su cabeza esperando la respuesta de la pelirroja. —Comiendo también. — ¿Con él? —preguntó apretando los dientes tratando de que ella no notara su furia aunque realmente le daba igual si lo hacía. —Yo... no lo sé. Lawri sabía que estaba mintiendo pero se limitó a fulminarla con la mirada. —Muy bien, lo esperaré aquí, adiós. Sin decir nada más cerró la puerta y lo que fuera a decir la pelirroja murió en sus labios. Llena de celos Lawri se dejó caer al escritorio de Aeron tratando de calmarse. — ¿Es ella? ¿Aeron me está engañando con su secretaria? Las ganas de llorar se agruparon en sus ojos. Enseguida se levantó y comenzó a caminar por toda la oficina volviendo al estado que había tenido en casa antes de que Jasmine la animara. —No lo entiendo —lloriqueó—. ¿Estoy fea? ¿Lo aburrí? ¡Pero si yo soy muy divertida! De todos modos ¡¿Qué tiene ella que no tenga yo?! Frunció el ceño para después alizar su cabello. Acto seguido fue a abrir la puerta para preguntarle a la pelirroja dónde estaba la cafetería porque no había almorzado y moría de hambre pero en ese mismo momento iba saliendo del ascensor su esposo y quien seguramente era su secretaria. ¿Lo peor de todo? ¡Ambos venían riendo! Cosa que Aeron hacía muy poco a menos que estuviera con ella. En ese instante él pareció darse cuenta de su presencia, entonces su sonrisa se borró de golpe, haciendo que los ojos de Lawri se cristalizaran inevitablemente. — ¿Lawri? La pelirroja que se había levantado para informarle de su presencia suspiró y se dejó caer en su asiento mientras que su secretaria, Erika, la mirara fijamente. — ¿Pasó algo en casa? —preguntó Aeron con preocupación llegando hasta ella ocasionando que volviera su mirada a él y la apartara de esa mujer. Bajo las atentas pupilas de Erika, Lawri apartó sus lágrimas mentalmente y una idea surcó su mente. Sonrió apenas y para la sorpresa de su esposo, y el resto de los presentes, echó sus brazos alrededor del cuello de Aeron entonces lo besó como acostumbraba a hacer, con fuerza y pasión, con deseo descarnado y mortal como si nadie más estuviera en la habitación, solo ellos dos. —No pasa nada ¿Acaso no puedo visitar a mi esposo? —dijo cuando lo soltó recalcando otra vez con posesividad e ímpetu. Lo que no se esperaba era que Aeron le sonriera antes de volver a besar su boca pues al parecer un solo beso no había sido suficiente, sin importarle que los estuvieran viendo cosa que ella secretamente amó. —Tú puedes hacer conmigo lo que quieras sirena —dijo él por medio de un susurró pero a juzgar por la cara de la secretaria claramente había sido escuchado para el triunfo de Lawri quien sonrió con malicia. El regocijo se apoderó de ella antes de dar una mirada de desdén a la secretaria a quien pudo ver apartar la mirada. Eso es perra, él es mío. — ¿Dónde estabas? —Almorzando ¿Tú ya lo hiciste? —No, a decir verdad muero de hambre, esperaba que comiéramos juntos —soltó en tono sugerente que hizo sonreír a Aeron con picardía. Él tomó su muñeca acercándola a sí mismo para dejar un suave beso sobre sus labios. De cierta forma era extraño porque él nunca se mostraba tan cariñoso. —Siento no comer contigo, pero eso se puede arreglar. Erika, te presento a mi esposa, Lawri —dijo volviéndose para ver a su secretaria a quien le lanzó una mirada secreta que Lawri no supo cómo definir—. ¿Puedes traerle algo de comer? Ella asintió y dio un paso para acercarse a ella. Enseguida Lawri percibió el aroma dulzón de su perfume que daba la casualidad era el mismo que Lawri solía usar. —Es un placer conocerte Lawri, Aeron me ha hablado mucho de ti. La aludida arqueó una ceja, no solo porque la muy atrevida se arriesgaba a tocarla sino también porque llamaba a su marido por su nombre de pila, cosa que no hacía su antigua secretaria, María. Igualada. Pensó al borde de los celos y tuvo que arreglárselas para poder sonreír aunque fuera con hipocresía. —El gusto es mío. Afortunadamente Aeron la arrastró hasta su oficina para no tener que mentirle más a esa mujer. Cuando estuvieron dentro, el cuerpo de Aeron empujó el suyo quedando entre la puerta y su marido quien no tardó en besarla con una pasión desgarradora a la cual ella sin pensarlo continuó. Los besos de Aeron eran los mismos, potentes, fuertes, excitantes y la dejaban sin respiración. Sin embargo, semanas atrás apenas lo veía con la excusa del trabajo, por ende no lo besaba tanto como ella quería. ¿Su desenfreno se debía a la culpa o simplemente a que la echaba de menos? Seguramente nunca lo sabría por ello siguió el beso con el mismo ímpetu. —Estás bellísima sirena —ronroneó él en su oído y ella gimió cuando Aeron tomó el lóbulo entre sus labios—. Pero me parece muy extraño que estés aquí. Su boca dejó su oreja y se dedicó a deslizarse por su cuello hasta llegar al valle de sus senos. —Quiero algo —se limitó a decir ella agitada por todo lo que Aeron le estaba causando. Para su sorpresa él bajó de un tirón el escote de su vestido dejando al descubierto su sostén de encaje rojo que tanto le gustaba a Aeron, no obstante, él se deshizo del mismo como si le molestara, y lo hacía, en menos de un segundo sus pechos se irguieron orgullosos ante el toque de su marido quien veía ambos brotes rosados como si estuviera embelesado. —Todo lo que quieras es tuyo mi sirena, con tal de que me dejes saborearte aquí y ahora. Su voz ronca sumada a su toque aunque suave excitante hicieron que cayera rendida ante sus placeres. Lawri no perdió tiempo, sabía lo que quería y lo quería a él en ese momento. Se separó de Aeron con paso seductor para el desconcierto y mayor excitación de su esposo, y cuando este creyó que lo dejaría recrearse en su cuerpo Lawri arrancó su vestido quedando solo en unas diminutas bragas a juego con su sostén. Su lengua pasó por su labio inferior y dándole una mirada sugerente a quien ahora parecía estar paralizado, caminó contoneando sus caderas hasta llegar al escritorio de él en donde se sentó con las piernas cruzadas y una pose muy seductora. Una sonrisa se deslizó por sus labios, y ya no hubo vuelta atrás para Aeron. Atontado caminó hasta estar frente a Lawri para luego abrir sus piernas y meterse entre ellas. Bajó la mirada posando sus ojos en los de su esposa, la cual se lo comía con la mirada antes de que esta lo atrajera en dirección a su boca y juntos comenzaran un baile muy erótico con sus lenguas. —Lo prometiste —le susurró ella entre besos. —Y lo cumpliré, sirena —respondió él a duras penas. Ya que no podía pensar en otra cosa que no fuera besar a su mujer y tocar hasta el último rincón de su cuerpo. Sin apartar su boca de Lawri otra vez, comenzó a desabrochar todos los botones de su camisa ya que su chaqueta hacía rato ya había caído al suelo. Al ver el torso descubierto de su marido deslizó su boca desde su cuello hasta su pecho amándolo como necesitaba, sus manos buscaron el botón de sus pantalones quitando la correa con rapidez y al descubierto Aeron mismo los apartó con una urgencia sobrecogedora, al mismo tiempo se deshacía de sus bóxers. Aprovechando su distracción ella se levantó pero cuando Aeron fue a protestar Lawri lo empujó al mismo sitio donde ella había estado sentada. Ella lo admiró en silencio detallando cada parte de él. Aeron, según algunos de sus compañeros era el típico empollón de la clase. Con una inteligencia superior, vestía extraño, aunque su madre fuera la reina de la moda y para terminar usaba lentes típicos de nerds. Cuando comenzaron a salir todos se preguntaban cómo había pasado e incluso la acusaron de interesada pues según ellos no era posible que alguien tan hermosa como ella pudiera estar enamorada de un nerd como lo era Aeron. Sin embargo nadie podía ver lo que ella veía en él. Aeron era dulce, cariñoso, divertido y tenía un corazón tan lleno de amor que nadie podía tener. Todo eso y mucho más la habían hecho enamorarse de él, sus detalles, sus caricias, sus miradas, no quería su apellido ni lo que este representaba, solo quería y anhelaba al hombre. Porque además de todo eso ella también podía distinguir la pasión ardiente tras ese par de gafas. Y ahora mirando fijamente a su marido, Lawri pudo notar cambios en él que estúpidamente no había notado antes, a nivel físico. El hombre que yacía desnudo ante ella parecía ser otro. Su cabello lucía más largo dándole un aire de rebeldía que por más que lo aparentara él no poseía esa actitud, sus ojos se mostraban más brillantes debido a que ahora no estaban siendo cubiertos por anteojos, en su lugar usaba lentes de contacto, y ni hablar de su cuerpo el cual ahora notaba más trabajado gracias a que había decidido ir con Kyrian al gimnasio, sin contar que lucía un tatuaje súper sexy en el brazo con el símbolo de los Areleous, su familia. Inevitablemente Lawri mordió su labio pero no por la tentadora visión que tenía ante ella. Sino por la pregunta que comenzaba a torturar su cabeza. ¿En qué momento mi Aeron ha cambiado tanto y cómo es que yo no lo había notado antes? Amaba a ese hombre con todo su ser pero le dolía su cambio, él le gustaba tal cual era ¿Por qué estaba haciendo eso? Minerva, su madre decía que cuando un hombre comenzaba a cambiar su apariencia se debía a que tenía otra mujer. —Aeron... De un instante a otro él atacó sus labios sin tregua alguna y ella se sintió rendida ante él olvidando sus cuestionamientos. Era tan fácil perder la noción del tiempo con solo un toque de él. —Tú me lo prometiste a mí —gruñó él apoderándose con su boca de uno de sus pechos haciéndola gemir. De un momento a otro volvieron a intercambiar posiciones salvo que esta vez Aeron se puso de rodillas ante ella y de prisa arrancó sus molestas bragas arrojándolas sobre el sofá que estaba a un lado de ellos. No hubo más palabras, solo deseo duro y crudo. La lengua traviesa de él indagó en lo más profundo de su ser arrancando una sinfonía de gemidos y jadeos que lo colocó a él en el límite. Aeron sabía lo que hacía y Lawri sin aliento estaba más que segura de ello. Cuando absorbió todo el placer de ella, lo hizo levantar para besarlo con todo lo que tenía, amor, pasión y deseo. Enredando sus brazos sobre su cuello y sus piernas al rededor de su cintura hizo que su esposo la poseyera como tanto querían ambos. El deseo se desató y en la habitación de la oficina no podían escucharse más que gemidos, jadeos y gruñidos. Entonces la puerta fue tocada y abruptamente él se separó de ella dejándola insatisfecha. Las mejillas de Aeron se sonrojaron trayéndole el recuerdo de ese Aeron tímido del que se había enamorado y Lawri sintió su corazón agitarse con más fuerza. Lo amaba justo así. —Aeron, traje la comida de la señorita. Ahora Lawri saliendo de su ensoñación se cuestionó si su sonrojo se debía a la vergüenza o a que quien precisamente escuchara todo lo que ellos habían estado haciendo fuera su secretaria. —Soy la señora Stephanidis chica, ¿Recuerdas que soy su esposa? Además, olvida la comida, ahora mismo estoy saboreando algo mejor —dijo ella llena de celos. Fue así como volvió a empujar a su esposo pero esta vez sobre el sofá donde quedó sentado y boquiabierto por lo que le había dicho a su secretaria, sin darle tiempo a ninguna réplica ella se subió sobre él a horcajadas empalándose sobre su m*****o viril gimiendo si reprimirse. Sabía que debía controlar su placer pues estaban en la oficina de su marido pero no se controlaría mientras esa roba maridos estuviera cerca. Para su suerte Aeron no protestó pero el rojo en sus mejillas se hizo más intenso. Finalmente ambos después de incontables minutos sucumbieron al placer de un explosivo orgasmo que los hizo jadear al unísono. —Eso fue... —Increíble —culminó ella antes de dejar un beso en su mejilla—. Te eché tanto de menos —susurró para sí misma no obstante fue escuchada por él. Aeron frunció el ceño halándola aún más a su pecho para luego acunar su cara y besar su boca. — ¿De qué hablas? No he ido a ningún lado. Es como si te hubieras ido. Pensó ella con verdadero dolor. —Vístete, ahora tienes que darme lo que quiero —advirtió pasando su dedo índice sobre su pecho. Y él arqueó una ceja divertido. —Lo que mi reina pida —soltó burlón haciendo una divertida reverencia. Ambos comenzaron a vestirse en silencio entonces ella lo soltó de golpe. —Quiero trabajar aquí, más específicamente, ser tu ayudante y con eso quiero decir que puedo ayudarte en todo —resaltó con insinuación guiñándole un ojo—, lo que quieras. Aeron la miró con el ceño fruncido y ella esperó su negativa. — ¿Qué? —preguntó él ciertamente confundido. —Eso, recuerda que ya cerramos el trato, nunca debes decir sí al diablo sin siquiera preguntar a que estás accediendo —lo miró coqueta—, piénsalo para la próxima, pero ahora te tengo y voy a ser tu asistente. Él la miró incrédulo para después suspirar probablemente guardando lo que iba a decir en ese momento. —Siempre me has tenido sirena... desde el primer día que posé mis ojos en ti, siempre. Y con esas palabras Lawri sintió que su pecho se llenaba de emoción. No era la respuesta que esperaba pero innegablemente le gustaba muchísimo más que la obvia negación.
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