Mex

1599 Words
México no es fácil, sigue siendo fascinante, precioso, mágico, pero... mi trabajo... ¿saben cómo dicen que un trabajo te prepara para el siguiente? Bueno, en mi caso, trabajar para un imbécil narcisista te ayuda a trabajar con otro o con un club de hombres que creen que me lo están poniendo difícil. Dos jodidos meses, dos, diseñando planos, obteniendo permisos de construcción y el puesto en la vida que no me he ganado porque no tengo estudios, aparte de ser mujer, lo cual parece ser algo que les molesta. Soy la bastarda de alguien. Todos son una mierda, pero Pablo me hace sentir especialmente perdida, como si no supiera por dónde sale el sol por las mañanas, me recuerda todo el tiempo que no sé nada. Él ha decidido venir a vivir a la finca por el tiempo que coordinamos las cosas, así que cada uno tiene una habitación vieja de la descuidada hacienda que está a nombre de su padre y su socio (no es suya, no es mía), pero él finge que es dueño de todo, incluso la oficina es exclusivamente suyo. —Lo odio. —Odias a casi todo el mundo —me recuerda Brenda por teléfono. —Es la tercera propuesta. —Cuando vayan los dueños, puedes presentar tres recorridos diferentes. —Sí, pero es el cansancio y la incertidumbre, mientras el señor se decide parece que estoy de vacaciones en el pueblo. —Lo entiendo. —“Lo entiendo...” —repito. Antes de preguntar: —¿a qué viene el sarcasmo y la actitud pasivo-agresiva? —Aquí hay trabajo y sé que siempre dices que no estás metida en cosas ilegales, pero tienes que explicármelo, porque suena como que tienes un trabajo difícil tras otro con gente rara que te maltrata, ya sabes, drogas, prostitución, lavado de dinero. Si estás en algo de eso mejor dímelo, por favor y deja de crear estos panoramas tan estresantes. —Te expliqué que tengo un papá rico. —Eres guapa y divertida, y te creo lo de la prostitución porque es algo que harías, y creo que alguien que te quiere mucho te pagó la clínica de rehabilitación, pero ¿por qué tu papá insiste en no vernos a la cara? —Brenda, ¿esa es una pregunta tuya o de Clara? —Es una pregunta que me ha surgido hablando con Clara. —Ya... me queda clarísimo. —respondo. —Mi trabajo aquí es real, no estoy haciendo nada ilegal. Es lo suficientemente agotador como para que dudes de mí. —Mina... —No quiero hablarte unos días porque 100 % te apoyo en todo. Podría haber dicho, eres pobre, estudia otra cosa, y te dije ve por ello, puedes hacerlo. He vendido empanadas, refrescos y cosas para que vayas a la universidad, y a la primera de cambios, justo cuando mi vida ha mejorado y estoy haciendo las cosas bien, ¿tienes dudas sobre si lo que digo es verdad o no? —pregunto.—Te dejo, tengo que irme. —Mina, mi intención no era enojarte. —No, pero su intención era lastimarme a través de ti y ha ganado. —Clara, no ha... —Brenda, tú eres más testigo de mi proceso de recuperación que nadie, no tengo por qué mentirte, no tengo tampoco que darte explicaciones. —Finalizo la llamada y salgo del baño. Me encuentro con una de esas ranas mini bebés, intentando no gritar porque las otras diez veces que he gritado los empleados le cuentan a mi némesis y entonces le doy una oportunidad para reírse de mí. ¿Quién que ha sido criada en la ciudad se viene a vivir al campo? No sé, Carmina, tu cerebro está más confundido que cuando usabas drogas. Me visto y me preparo para la presentación de mi tercer tour por el espacio. He enviado una tercera propuesta respecto al tipo de ventanas que no me han aprobado, he enviado una propuesta para chefs y cocineros, personal. Todo eso podría estar antes que el resto de la construcción si Pablo decide aceptar mi trabajo. Salgo de mi habitación faltando treinta minutos para nuestra cita. Preparo café, un poco de repostería y fruta para nuestra reunión, como una señal de paz. Pero en su lugar, veo que está ansioso y a punto de huir de nuestra reunión. —¿Recuerdas que tenemos una reunión? —Sí, pero tengo algo que hacer en la finca. —Pablo, te agradecería que no demoraras esto más. Tengo que enviárselo a tu padre y a tu hermano, y no quiero que parezca que te estoy pasando por encima. Pero si te vas, me obligas a trabajar enviándoselos sin tu aprobación. —Mina, de verdad, tengo una emergencia. Pablo atraviesa la cocina y se dirige a la puerta. Me enoja su actitud y la violencia nunca es una solución, pero tomo una manzana que está en el centro de la cocina y se la tiro a la cabeza antes de advertirle: —Tener sexo en un matorral con el servicio no es una emergencia. He estado trabajando en esto durante horas a destiempo, y vas a escucharme. —Un par de empleadas me miran justo después de que las palabras salen de mi boca. Es que verás, Pablo puede irse tirando unos 34 años y según lo que han visto mis ojos de manera inapropiada, se ha estado acostando con unas niñas de 18 años. Si Álvaro y yo tenemos más o menos la misma diferencia de edad, y Raúl y yo podemos tener una diferencia parecida, y entre Felipe y yo hubo una diferencia de edad, pero 18 a 34 años; cuando eres el de una hacienda o el hijo del dueño y yo la hija de algún peón, se siente y huele a pecado. Pablo les hace una seña a ambas mujeres para que salgan de la cocina, y ellas dejan lo que están haciendo de inmediato. Suspiro y me disculpo por el manzanazo. La verdad, no pensé en darle, y tampoco pensé que estaría tan molesto por mi pequeño arrebato. Se acerca a mí y me advierte que si creo estar loca, él está más loco. Justo antes de que suene su celular nuevamente. —Estoy de salida, dame cuarenta minutos —le dice a la otra persona al teléfono. Me mira y repite:—Tengo una emergencia, cuando regrese si puedo hablamos. —¡No! Tengo planes, tengo cosas que hacer. Quiero tomarme unos días cuando venga Demetrio, y si seguimos así, tendré que verlo. —Es tu papá, no tu amante. No puedes estar cancelando planes con la familia, Carmina. Y no puedes crear un mundo de fantasía que complica la vida de todos. —No me he creado un mundo de fantasía, solo un tour. —Un tour que está lleno de permisos y de gente que perderá su trabajo si vienen a visitar, y si a alguien se le ocurre que los estamos explotando o que necesitan medidas de seguridad que no podemos pagar o comprar. Por eso te estoy exigiendo que se vea la finca, pero no a los trabajadores. Si la arruinas, si la arruinamos, 2000 familias perderán sus empleos. ¿Queda claro? —pregunta con ceño fruncido a tan solo unos centímetros del mío, poniendo toda su energía en confrontarme. Incluso siento que si no estuviera haciendo un esfuerzo gigante, podría hacerme daño. No tengo forma de escapar, así que adopto una posición defensiva. Pablo parece entender que estoy aterrada y se aleja un par de centímetros. Se pasa una mano por el rostro con una expresión de frustración y bufa. —Este proyecto me importa y es cierto no conozco la cultura del lugar y no sé mucho de las leyes y estoy adaptándome, pero, no es un juego para mí. No fui a la universidad, pero aprendo conforme doy un paso en la vida, muy rápido y con cierto perfeccionismo si me dices tus preocupaciones y qué quieres que mejore, podemos convertir esto en un éxito, de verdad, para mí esto es importante. Esta vez su tono es conciliar y sobre todo lleva menos odio, mientras explica: —Tengo que ir a la finca, a la parte sur donde están los caballos. Hay una yegua en trabajo de parto. El veterinario dice que lleva mucho tiempo tratando de parirlo y parece que está mal posicionado, solo si le hacen una cesárea podrá sobrevivir. No hay asistente, y yo creo que reposicionar el potro podríamos evitar abrirla. Tardaré unas cuantas horas, pero regresaré y hablaremos de tu propuesta. —Uhmm... tienes cuarenta minutos. ¿Qué tal si expongo en el camino? —él me mira, entre exasperado, cansado y por primera vez veo la preocupación asomarse en su rostro. Para alguien que siempre dice no y que siempre está pensando en otras cosas que no son el trabajo, la amargura es evidente. —Mina, serán horas y puede que necesite ayuda. No sé si te incomoda la sangre. —Está bien, puedo ir, puedo ayudar. —me mira a los ojos, me mira de pies a cabeza y niega con la cabeza antes de reír, pero, acepta y dice. —Trae… trae el café —comenta mientras va hacia una alacena y toma un par de tortillas. Les pone frijoles y queso, los mete en el microondas y me hace una seña para que me apure. Yo le sigo con todo y mi propuesta. Él se sube a una camioneta con un botiquín gigante, escribe un mensaje de texto y yo empiezo mi presentación.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD