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La doble vida de un mentiroso

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Blurb

Alberto Prondell era un joven empresario modelo, dueño de viñedos donde se producían los vinos más selectos del país, también era el titular de varias fábricas.

Su vida era perfecta, su reputación era impecable, su esposa era una de las mujeres más bellas y elegantes de la alta sociedad, muchos envidiaban su familia, su porte y su dinero.

Sin embargo, no todo lo que reluce es oro.

Al viajar a la capital del país, por negocios, su vida era otra, sus noches las pasaba con acompañantes, las mejores, las más caras, no recordaba ni a su fría mujer ni a su hijo, se sentía libre y su comportamiento era mundano.

En una de esas noches, el diablo metió la cola, conoció a una hermosa y joven mujer, sensual, dulce y humilde, Cupido le lanzo una flecha que dio en su corazón, no era como esas modelos a las que le abona al finalizar la noche, ella era todo lo que un día había soñado.

La hizo su novia, ocultando que no era un hombre libre.

Separarse no era una opción, había mucho dinero en juego en se matrimonio.

Las mentiras crecieron y la doble vida se acentuó.

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¿Doble vida?
Por Alberto Estaba en una discoteca, ni sé cómo terminé allí, no era mi estilo, prefería algo más tranquilo, donde se consiguiera alguna acompañante de alto nivel, quizás alguna modelo, pero donde todas sabían que era esa noche y nada más, podría haber dos encuentros, nunca más de dos veces, no podía arriesgarme a algún escándalo. ¿Doble vida? No, sólo infiel y con razón, pensaba yo, porque no tenía en casa lo que necesitaba, a eso se le sumaba la soledad de Buenos Aires. Estaba tomando un Whisky, mirando la pista de baile, escuchando música rock, mi amigo ya estaba ligando a una hermosa morocha, con un cuerpo curvilíneo, espectacular, pero no era mi tipo, aparte, ella, no aparentaba más de 20 años, para cambiar pañales tenía a mi hijo. Por eso no me gustaban estos lugares, las chicas eran demasiado jóvenes y yo estaba para otra cosa, no para hacer de novio, estaba casado y tenía una hermosa y perfecta familia. Cambió el ritmo de la música, llegaron los lentos, estaba pensando en irme a mi hotel, paso por el baño y me voy, pensé, de mi amigo no tenía noticias. Me alejé de la barra y cuando giré, vi a la mujer que era el ideal de mis sueños, caminé hacia ella como hipnotizado, estaba con un grupo, en un costado, supongo que eran sus amigas, esa mujer se destacaba, era hermosa, delicada, con una belleza que emanaba dulzura y al mismo tiempo una sensualidad indescriptible, con cabello dorado, de un dorado cobrizo y una boca perfecta. ¡Dios, qué mujer! ¡Que pechitos!, No eran grandes pechos, más bien normalitos, firmes, con esa ropa ajustada que los resaltaba con delicadeza y parecían mirarme. Subí la mirada, me dije. Ya estaba a un metro de ella, vi sus ojos claros, celestes como el cielo y descubrí una mirada que me hizo temblar. Reduje el espacio que quedaba entre los dos y la tomé de la mano, invitándola a bailar. Era menuda, me llegaba hasta la boca, eso porque ella estaba con zapatos de taco alto, por lo qué deduje que descalza me llegaría a los hombros. La música era perfecta, invitaba a bailar abrazados. No era mi intención, pero cuando la tuve cerca, la pegué a mí y pensé en rozar los labios, pero sentí su boca y la besé con unas ansias y una pasión que no recuerdo haber sentido jamás. Me excité como nunca y juro que me separé para que ella no sintiera mi m*****o duro. No sabía ni su nombre, lo que en cualquier otra situación no me hubiese importado, es más, daba igual si se llamaba Lulú, Mimí o qué sé yo. Pero esta chica era distinta, parecía jovencita, no era lo que yo acostumbraba… Me avergoncé por no poder controlar mis instintos, pero la realidad era que la quería poseer en ese instante. Sentí que se sorprendió con mi beso, al principio no me correspondió, tampoco se negó, pero, sentí su temblor. - ¿Cómo te llamás? Pregunté -Alice, ¿Y vos? Respondió con voz temblorosa sin animarse de mirarme a los ojos. -Soy Alberto. Obvio que mi apellido no se lo dije, había muchos Prondell, pero si llegaba a conocer de vinos, no quería que me relacionara. -Sos lo más rico qué probé en mí vida. Le dije al oído. Levantó su mirada y me perdí en sus ojos. - ¿Cuántos años tenés? Llegaba a ser menor y saldría corriendo. -Tengo 19 ¿Y vos? Me preguntó dudando. -Tengo 31. Seguro le parecía un viejo, pensé. ¿Desde cuándo me importa lo que piensan las mujeres? Máxime si la acababa de conocer. Estoy oxidado, no suelo usar el coqueteo. Estoy casado y si quiero algo, pago y si no, las mujeres se acercan a mí. No lo digo por pedante, simplemente es así, soy apuesto, mido 1,85, me mantengo en forma y lo importante, las mujeres huelen el dinero y a mí, me sobraba. No es que me cueste encarar a una chica, pero hacía mucho tiempo que no le hacía el novio a alguien. Un momento ¿Novio? ¿Qué estoy pensando? -Estás con tus amigas ¿Volvés con ellas? -Sí, nos viene a buscar el padre de mi amiga y nos deja en cada casa. Ok, es de su casa, más difícil aún. -Te quiero volver a ver. Me estoy asombrando a mí mismo. -Bueno. Dijo sonriendo. Miré su boca y la volví a besar. Le comí la boca, jugué con su lengua. La volví a pegar a mí cuerpo y otra vez, sin poder controlarme, sentí crecer mi erección. ¿Soy un animal? ¿Qué me pasa que siento sus labios y ya la imagino desnuda en mi cama? Deslicé mi mano lentamente por su espalda, dejándola sobre su cadera… mejor dicho sobre su cola. Se alejó, incómoda. No le iba a pedir perdón, ya sé que estamos en público, bueno, en una pista de baile, oscura, cada pareja a nuestro alrededor estaba en lo suyo. - ¿Te puedo ver mañana? Le pregunté. -Tomamos un café, nos encontramos donde digas o paso por tu casa. ¿Me estoy escuchando? ¿Su casa?, ¿Acaso estoy loco? -Nos podemos encontrar en Rivadavia y Avenida de Mayo. Noté su timidez. Yo sonreí, te tengo, pensé, falta poco y estás en mi cama.

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