Por Alberto Fue la primera noche que se quedó en casa, vaya forma de estrenar una casa, sentía que se iba a transformar en mi hogar, mejor dicho, en nuestro hogar. Quería pensar que ella era mi esposa. Mi mujer Mi verdadera mujer ya lo era, se había adueñado de mi corazón y de mi alma. También de mi cuerpo y de mis sentidos. No quería otra cosa que no fuera estar con ella. A la mañana siguiente, desperté con ella en mis brazos y con una erección terrible y con una excitación que dominaba mis sentidos, que sacié dentro de ella, sintiéndome dueño del mundo. Es lo que necesitaba en mi vida, estar con ella, dormir a su lado, despertar con ella en mis brazos, con nuestras piernas entrelazadas… Era el mismo paraíso. Alice era cariñosa como una abeja buscando miel y yo tenía mucha miel

