El parque de atracciones estaba repleto de personas. Niños y padres en su mayoría; unos cuantos adolescentes, y varios oficiales de policía circundando el área.
Intenté mantenerme cerca de Kyle, puesto que no quería quedarme sola y perderme en el parque. Cuando por fin lo alcancé, él me miró por el rabillo del ojo, sin prestarme demasiada atención.
- ¿Qué vamos a hacer primero? – pregunté tragando saliva con fuerza. Era algo incómodo tener que pasar tiempo con él.
- ¿Qué quieres hacer? – soltó con menos rudeza que hacía unos minutos. Bien, era un avance.
- Algo que implique estar lejos de mi hermana – admití.
Divisé su cabeza rubio-rojiza por entre la multitud, y tomé el brazo de Kyle para arrastrarlo en la dirección contraria.
- ¡Eh! ¿Qué haces? – dijo ceñudo, aunque dejándose guiar.
- No quiero importunar la cita de Candie – rodé los ojos.
- Cass, por algo les llaman citas dobles. Se supone que debemos ir con ellos – medio gruñó, buscando a Nate con la mirada. Sin embargo, no era capaz de divisarlo y tampoco yo. – Felicidades, Cass. Los perdimos.
- ¿Tan malo es? – me crucé de brazos.
- ¿El qué?
- Estar solo conmigo… ¿Es tan malo? ¿Por eso llevas esa cara de pocos amigos?
Me sostuvo la mirada unos segundos, y relajó su expresión.
- Solo para que conste, Cass, tengo muchos amigos. – sonrió de lado.
- Sabes que no me refería a eso, no cambies el tema. – lo fulminé con la mirada, y parecía que mientras más molesta me ponía yo, más relajado estaba él.
- Vamos por un refresco, yo invito – tomó mi mano y di un pequeño salto.
Se me erizó el vello de todo el cuerpo y comencé a ahogarme con mi propio aire. Era una sensación muy extraña. Bien sabía que Kyle no me estaba tomando de la mano de una manera romántica, simplemente no nos quedaba otra opción que sujetarnos, puesto que podíamos perdernos en la marea de gente; pero aun así… sostener su mano se sentía extrañamente satisfactorio.
Relajé los hombros y dejé que me guiara hasta el puesto de comida. Compró dos latas de Coca-Cola y guardó silencio hasta que se acabó la suya.
- ¿Te asustan las alturas, Cass? – preguntó.
Mi mente viajó doce años en el pasado, y me vi a mí misma sobre el tejado de la casa de mi tía Tess. Había sido obligada por mis primos a subir y buscar una pelota de fútbol que había quedado atrapada en una de las canaletas de lluvia. Entré en un ataque de pánico cuando noté lo alto que estaba, y que no podía bajar como había subido… mis primos me habían abandonado ahí.
- Cass… ¿Te asustan? – soltó una pequeña risita burlona. Bebí el resto de mi refresco de un solo trago.
- No – mentí. – ¿Por qué?
- Porque nos vamos a subir ahí – apuntó la rueda de la fortuna y sentí un nudo en el estómago.
“No, no, no.” Odiaba esas cosas.
- ¿Ahí? – mascullé casi inaudible. Él sonrió en grande.
- Claro, nos dará la oportunidad de hablar… conocernos – volvió a tomar mi mano y me arrastró entre las personas, para llegar a rueda.
Sentí cómo una gota de sudor me recorría la espalda, cómo mis piernas amenazaban con flaquear… podía sentir las náuseas aumentar su intensidad con cada paso que daba hasta la atracción más grande del parque.
- Kyle – me tembló la voz. – ¡Kyle!
- ¿Qué?
- ¿Por qué no mejor vamos a la casa embrujada?
- Porque es aburrida. – guiñó un ojo, y se detuvo justo frente al chico que recibía el dinero para subirse a la rueda. – Dos, por favor.
- ¿Cuánto dura el paseo? – pregunté con la boca reseca. El chico me miró como si le aburriera mi presencia.
- Veinte minutos. – despegó la vista de mí y le dio a Kyle su boleta.
Frente a nosotros se detuvo la rueda y dos chicos bajaron. Kyle parecía entusiasmado, y no dudó en arrastrarme una vez más hasta dentro de la cápsula de cristal.
El chico cerró la puerta de cuando estuvimos dentro y una sensación de claustrofobia acompañó al vértigo.
- ¿Sabías que esta rueda tiene más de treinta cápsulas? – Kyle alzó una ceja. – Es la Noria-Mirador más grande del estado.
- Es bueno saberlo – dije entre dientes.
- Pareces incómoda – él parecía divertido al decirlo. – ¿Segura que no le temes a las alturas?
- Quizás… sí, les temo un poco. – admití justo en el momento en que la rueda comenzó a moverse. Tomé con fuerza la manija que estaba a un lado del asiento.
- Debiste decirlo – él hizo una mueca que luego se convirtió en una sonrisa divertida.
- ¿Qué es tan gracioso? – fruncí el ceño.
- Creí que eras de esas chicas valientes – se encogió de hombros. – De esas que dejan los miedos de niños e intentan disfrutar de las cosas… de la vista en este caso.
Tomé aire con fuerza y miré a mi derecha. La pared de cristal de la cápsula me dejaba ver la feria, y aunque me ponía nerviosa el hecho de que se detuviera cada medio minuto, era lindo poder ver cómo las luces de las calles se iban encendiendo una tras otra.
- Es bellísimo, ¿no? – comentó Kyle, luego de unos segundos. Lo miré extrañada.
- Supongo…
- No supongas.
- De acuerdo – rodé los ojos – ¿Vas a decirme por qué organizaste esta cita doble?
Él soltó una pequeña carcajada.
- Creí que te haría bien relajar tensiones. Eres un poco… histérica.
- ¡No soy histérica!
- Como digas… – rodó los ojos – Puedes agradecerme cuando dejes de gritarme.
- Ni siquiera sé por qué acepté venir – gruñí entre dientes. No era histérica, Kyle me ponía histérica y era algo muy diferente. Ya me bastaba con saber que estaba en lista de espera para la universidad, no como la mayoría de mi generación. La única razón por la cual me encontraba en esa situación académica, era porque no había participado en tantas actividades extracurriculares durante el instituto; así que no necesitaba que Kyle me pusiera todavía más irritable.
- Porque quieres a tu hermana – canturreó al aire. – Y porque querías verme…
- No quería verte – me crucé de brazos. – De hecho, esperaba no volver a verte nunca…
- Uh… Cass, eres ruda – soltó una carcajada burlona. – Soy de esos de los que no te deshaces fácilmente.
- ¿Algo así como un mosquito? – alcé una mueca.
- ¿Te habían dicho que tu sentido del humor apesta?
- ¿Te habían dicho que tus métodos para ligar apestan? ¡Ah, es cierto, yo te lo dije… ayer!
- ¡No estoy ligando contigo! – soltó de pronto, un poco molesto. – Además tengo no…
Un crujido y una sacudida algo violenta lo interrumpieron. Me miró con ojos como platos y noté cómo la luz de toda la feria se extinguía. Las sensaciones de angustia y ahogamiento me invadieron una vez más.
- Oh, demonios – solté con la voz quebrada. – no puedo respirar.
- Cass, no pasa nada – él se acercó con cautela y me tomó una mano, mientras yo intentaba desesperadamente tomar algo de aire. – Todo estará bien, la energía regresará pron…
- ¡Cállate! – grité. Quería llorar, porque el aire me rasgaba los pulmones como si estuviese aspirando agujas…
- Cass, cálmate. Vas a desmayarte si sigues respirando así… tienes que calmarte.
- No… no puedo. No te-tengo aire.
- Cass…
- ¡Que te calles!
- ¡Cass respira bien por el amor de Dios!
Las lágrimas habían empezado a caer por mis mejillas, porque la desesperación me superaba. En un acto algo impulsivo, Kyle me tomó del rostro y me pegó a su boca. Besándome.
Juro que lo habría odiado muchísimo por eso… si no hubiese funcionado, claro.
Mis hombros se relajaron y de pronto ya podía respirar, no con normalidad, pero al menos no me estaba ahogando. Me relajé al punto en el que perdí la noción del tiempo y el espacio, por un segundo solo éramos nosotros dos. No había cápsula de cristal, no había feria… no había nada.
Cuando nos soltamos, la energía había vuelto y la rueda siguió funcionando con normalidad. Agaché la cabeza, porque el choque con la realidad me aturdió un poco y Kyle se separó más de mí. Ninguno dijo una palabra hasta que salimos de ahí.
- Creo que debería buscar a Candie e irnos – comenté de la nada, rompiendo el muro de hielo de tres metros que había entre nosotros.
- Pero es muy temprano…
- Sí, pero… ya quiero irme. – me crucé de brazos e intenté no mirarlo. Estaba avergonzada por mi ataque de pánico, y mucho más avergonzada porque el ataque lo detuvo un beso… un beso de Kyle.
- Cass, si es por lo que pasó allá arriba, lo siento, ¿vale? No pretendía…
- Gracias – lo corté. Él me miró ceñudo.
- ¿Qué?
- Gracias… por, ya sabes, besarme.
- Creí que me odiarías – reprimió una sonrisa.
- Y lo hago – me mordí el labio porque quería evitar sonreír, pero una parte de mí estaba intentando obligarme a hacerlo. – Pero gracias de todos modos.
- No hay de qué. Solo… nunca más te llevaré a algún lugar alto, o cerrado. – sonrió en grande.
- Nunca más me llevarás a… ninguna parte, ¿entendido?
Su expresión cambió por completo, parecía… ¿decepcionado? Asintió con la cabeza y miró a su izquierda.
- ¡Nate! – sonrió otra vez al ver a su amigo. Candie venía muy contenta.
“Raroooooo”
- Cass, Ky – sonrió Nate. – ¿Se lo están pasando bien?
Kyle y yo compartimos una mirada rápida.
- Sí – dijimos a coro, pero no sonó muy convincente.
- ¿Por qué no vamos a comer algo? – ideó Candie, dedicándome una mirada que decía “Dí-que-sí-o-te-mato”
- Es una buena idea – masculló Kyle, sonriéndome de un modo que no supe entender.
Media hora más tarde estábamos en una cafetería del centro. Mi hermana y yo sentadas a la par, frente al dúo de amigos: Nate y Kyle.
Como si mi sábado no pudiese empeorar… tenía que estar en mi lugar favorito con mis personas menos favoritas. Mi hermana con quien no acostumbraba a pasar tiempo, el exnovio de mi hermana a quien no conocía, y Kyle, simplemente Kyle, puesto que eso bastaba para convertirlo en mi persona menos favorita de Pensilvania.
Ellos habían ordenado nachos, en cambio yo solo quería beber algo de café bien cargado y sumirme en el pensamiento de que todo hubiese ido mejor si me hubiese quedado en casa, en mi cama, sola.
- ¿En qué piensas? – Nate me sacó de mi ensimismamiento. Los tres estaban mirándome. – No has hablado en un largo rato...
- Ah, es… estoy algo cansada, es todo. – Y era muy cierto. Mi pequeño ataque en la noria-mirador había dejado cada músculo de mí cuerpo el doble de pesado.
Kyle solo me miró, como estudiándome. Me sentí algo expuesta, pero decidí que no iba a importarme nada de lo que Kyle dijera, hiciera o pensara desde ese día en adelante.
Nate y Candie continuaron con su charla trivial, y de pronto Kyle prestó atención al reloj de la pared, luego a su teléfono y palideció.
- Yo… yo tengo que irme. – se puso de pie casi en un salto. Nate parecía avergonzado y confundido.
- ¿Por qué?
- Tengo… tengo algo que hacer.
- ¿No puede esperar hasta mañana? – preguntó Nate, con un tono algo amenazador en la voz. Kyle frunció los labios, como conteniéndose. Candie me miró ceñuda.
- No, es urgente. – respondió Kyle.
Eché un vistazo a la hora, eran tan solo las ocho y diez minutos.
- Me la pasé muy bien – siguió Kyle – Candie, Cass… hasta luego.
- Yo también debería irme – me puse de pie. Candie parecía a punto de ahorcar a alguien.
Kyle me lazó una mirada que decía claramente: “¿Piensas seguirme?” Rodé los ojos y tomé mi chaqueta.
- Ten las llaves del carro – dijo Candie, con voz resignada.
- No, Candie… Kyle la llevará – sentenció Nate. Kyle abrió los ojos como platos y los paseó por todos lados.
- Bien – soltó entre dientes.
- Adiós Nate, fue un gusto – sonreí al chico del cabello oscuro.
- Lo mismo digo.
- Nos vemos en casa, Candace – le guiñé un ojo a mi hermana y ella se ruborizó.
Kyle y yo salimos de la cafetería en silencio. Me llevó hasta su bonito convertible azul marino, últimos modelo.
- ¿Dónde lo robaste? – pregunté irónicamente mientras me subía de copiloto.
- La verdad, me lo dejó mi padre.
- ¿Tu padre…?
- Murió – encendió el motor.
- Oh. Lo siento, yo…
Me miró, a punto de reír. Fruncí el ceño.
- Debiste ver tu cara. – soltó una carcajada y comenzó a andar.
- Muy gracioso. – me crucé de brazos.
- Vale, mi padre sí está muerto – hizo una mueca. – Y sí dejó dinero, pero… no compró este auto.
- Ah…– me mordí el labio, pensando en mi padre y en lo que me había dejado… un carro, un par de fotos y cincuenta dólares en un sobre de papel. – Siento lo de tu padre.
- No lo sientas, era un bastardo. No lo conocí hasta el día de su funeral. – musitó como si nada.
- Mi padre también está muerto – tragué saliva con fuerza. Su recuerdo seguía tan fresco. Podía verlo cantándome canciones, llevándome helado de fresas a la cama en días de lluvia, cargándome en sus hombros para que pudiera creer por un segundo que era capaz de verlo todo… de manejarlo todo.
- Lo siento – masculló Kyle.
- Gracias.
Guardamos silencio el resto del camino; no hable más que para darle indicaciones de cómo llegar a casa. No estaba muy segura de querer que él supiera mi dirección, pero ya no había vuelta atrás, y esperaba muy esperanzada… jamás verlo otra vez.
- En casa sana y salva – sonrió él, apagando el motor.
- Gracias – me deshice del cinturón.
- Lo pasé bien, por cierto. – me miró de reojo.
- Sí…
Abrí la puerta del carro e hice ademán de bajarme, entonces él tomó mi brazo y me detuvo. “No, no, no, no…”
- Cass, lamento haberte arrastrado a la rueda.
- No te preocupes – le dediqué una sonrisa improvisada.
- ¿Nos veremos…otra vez? – ladeó la cabeza, como un cachorro. Por un segundo, todo lo que pude ver fue a un buen chico, un poco tonto, pero con buenas intenciones.
- No lo creo – respondí.
- Lástima – hizo una mueca que transformó en una sonrisa de autoconfianza en un segundo. – Porque ya sé dónde vives… y puedo venir a molestar.
- Atrévete – me salí de su amarre y bajé de carro. – Y hablo muy en serio Kyle, si vienes a mi casa voy a encargarme de destruir este bonito carro, ¿entiendes?
- Eres una chica ruda, Cassandra… me gustas.
Rodé los ojos y cerré la puerta de su carro con más fuerza de la necesaria. No tenía tiempo para sus sonrisas llenas de ironía y sus miradas de falsa confianza. No tenía tiempo para un chico.