CAPITULO 1

1266 Words
Estaba caminando por la carretera, por la misma que crucé hace más de 3 años cuando vine en busca de Rachele. Todo estaba igual, la autopista, los árboles, la tierra y hasta el cielo era el mismo, todo, menos yo... No podía ser el mismo de hace 3 años, no luego de haber compartido parte de mi vida con ella… Muy por encima de mí, pasó volando por el cielo azul, una bandada de palomas blancas. Iban cantando, dejando ecos en el desolado cielo; no había nube alguna, y el sol brillaba tanto que empezó a darme luz, pero no fue suficiente, de pronto, la tierra empezó a mojarse, porque empezó a llover, pero no era necesariamente del cielo. La conocí cómo se conocen a las grandes personas, de manera casual y extraña... Ese día me había ido muy mal en la universidad, el profesor Richard me había devuelto la tesis por décima vez en el ciclo -no era muy bueno para las letras, la verdad no era bueno para el estudio, era el típico joven de veintiún años que salía de fiesta y se divertía hasta quedarse dormido en la casa de algún amigo, o en mi caso, en el departamento de cualquier desconocida-. Al salir de la universidad voté la tesis en el primer tacho de basura que encontré, luego de haberme sacado ese gran peso de encima, cogí mi celular y llamé a Sergio. - Hey Checho, ¿A dónde iremos esta noche? - ¡Hoy nos vamos a la catedral mi hermano! –así le decíamos a la mejor disco de la ciudad, porque siempre encontrábamos "vírgenes" ahí. - Listo, en 40 minutos estoy en tu casa -y corté la llamada. Llamé a la línea de taxis y pedí que venga uno por mí, en menos de cinco minutos llegó el taxi. - Buenas noches, al gran pasaje cultural por favor -Sergio vivía justo en frente de la plaza cultural. - Como usted diga -espetó el taxista, sin fingir una sonrisa como la mayoría de taxistas de la ciudad. De la universidad hasta la plaza cultural había más de 30 minutos de recorrido así que me decidí a dormir en el taxi, ya que la noche iba a ser muy larga. Saqué del bolsillo de mi chaleco n***o mi celular y puse una pista de Iselle. Me gustaban mucho las canciones de esta cantante, mi canción favorita era "Lo que veo en tus ojos", con esta hermosa canción cerré mis ojos y dejé que las melodías me lleven al maravilloso mundo de los sueños, hasta qué... ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Piiiiiiii!!!!!! ¡¡¡¡¡¡Meeeeeeeeeeeccccc!!!!!! –desperté asustado, tenía los audífonos salidos y las orejas a punto de reventar, los sonidos seguían– ¡¡¡¡¡¡Tttuuuuuccc!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡Mmmmeeeeeeccccc!!!!!!! –el tráfico de la ciudad estaba horrible. - Bajo aquí, la plaza Cultural, está cinco cuadras delante -le dije al taxista mirando su retrovisor. El asintió, le pagué y bajé del auto. Miré la pantalla de mi celular y había quince llamadas perdidas de Sergio, eran las diez menos veinte de la noche, ya habían pasado cincuenta minutos desde que lo llamé; Sergio estaría ansioso esperando mi llegada… El tráfico se prolongaba hasta donde no llegaban a divisar mis ojos, aceleré el paso mientras me ponía los audífonos con una canción cualquiera de Iselle. El frio era feroz con los caminantes de aquella noche, por eso metí mis manos en los bolsillos de mi chaleco. Caminé escuchando a Iselle y me olvidé de los grotescos sonidos de mi ciudad. A mi derecha estaba el ´´Bunker´´ de los Diablos Rojos, el estadio más antiguo de Omsdianna y el tercero más grande del país. Dos cuadras delante estaba el Gran Teatro Cultural, y una cuadra antes del pasaje que llevaba a la casa de Sergio y la plaza, estaba la municipalidad. Tardé como seis canciones en llegar a casa de Sergio, cuando toqué la puerta fue su mamá quien salió. - ¡Thomaaaas! –la mamá de Sergio me quería como a un hijo. - Señora Rocío –la abracé sonriendo- ¿Cómo se encuentra? - Bien hijo, pero pasa, ¡vamos pasa!, no te quedes ahí fuera, que el frio esta horrible -me jaló para entrar–, siéntate, ahora te traigo un café. No había forma de que yo pudiera negarle algo a tan buena señora. A los pocos minutos llegó con la taza de café y una canasta con panes. - ¡Muchas gracias! –ella me sonrió, y yo me puse a comer, no había comido desde el almuerzo, así que hambre tenía y mucha. Hablamos de varias cosas, ya había terminado de comer y Sergio no aparecía, algo me decía que se había ido sin mí, pero no quería creerlo– ¿Puede llamar a Sergio señora Rocío? Quedamos en ir a una discoteca con unos amigos y ya se nos hizo tarde. - ¡Ay Dios!, pero que cabeza la mía, te dejó una nota, ahora la traigo –sonreí, solo sonreí porque si había algo olvidadizo en aquella casa, eso era la memoria de la madre de Checho. Demoró mucho en regresar, seguro hasta olvido en donde dejó la nota que Checho me escribió. Y fue así, minutos más tarde llegó a la sala y avergonzada me dijo que la nota se le había perdido, le sonreí y agradecí por las buenas atenciones y me retire de la casa. Crucé la calle y llegué a la Plaza Cultural, me senté en una banca para llamar a Sergio. Ya eran las diez con cuarenta y ocho de la noche, por alguna razón me sentía cansado y decidí no llamarlo. Guarde mi móvil en el bolsillo izquierdo de mi chaleco y me puse en marcha al metro que me llevaría a mi casa. De pronto escucho una canción conocida a lo lejos, la letra se me hacía familiar… ´´ Lo que veo en tus ojos… no lo veo en nadie más… / Y es que cuando veo en tus ojos… no necesito ver más… / Porque son tus ojos mi lugar perfecto de este mundo… / Porque son tus ojos, mi lugar perfecto de este mundo…/ Ooohhhh… Yeeeehhhh… Ooooooooooooooh… Yeeee…´´ Era mi canción favorita, intenté escuchar con más atención de dónde venía aquella música. El sonido parecía proveniente del centro de la plaza, había mucha gente allí y decidí ir a escuchar. Me hice espacio entre los presentes y pude ver a la interprete urbana, estaba claro que no era Iselle, pero ¡Que voz que tenía por Dios! Estaba con un vestido largo muy pegado de color crema que caía perfectamente con esos ojos color café que tenía, su cabello era tan oscuro cómo la noche y no pasaba de un metro setenta de estatura. Cantaba con los ojos cerrados, con pasión y mucha entrega, como si lo hubiera hecho toda su vida. Era hermosa, la mujer más hermosa que nunca jamás vi, y cantaba muy bien, no sé porque me quedé en ese lugar escuchándola si perfectamente podía poner la canción en mi móvil e irme a descansar a mi casa, pero no lo hice. No sé qué me gustaba más en aquel momento, si la canción o la interprete; sólo sé que en ese momento ella era un tsunami que arrasaba con todo lo que estaba delante de ella y para bien mío, yo estaba delante de ella, y me dejé arrastrar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD