CAPITULO 2

1299 Words
Una… dos… tres… no sé cuántas canciones más cantó aquella mujer, en realidad no sé cuánto tiempo llevaba escuchándola, solo sé que ella me había hipnotizado con su canto. Ya se hacía tarde y algunas personas se marchaban del improvisado concierto urbano, pero no sin antes dejar algunas monedas en la canasta que estaba delante de la cantante. Así como algunas personas se iban, otras llegaban y se quedaban, y no había momento en el que ella estuviera sólo para mí… Quizá es demasiado egoísta de mi parte, pero hay cosas que uno no puede compartir, y aunque ella no sepa ni de mi existencia, yo me sentía suyo, me entregué a ella como una mujer se entrega a su primogénito luego del parto. Decidí irme a una banca a esperar que la gente se marche, para así poder acercármele y conocerla. Llegué a la banca, me senté y desde allí la observaba… Ella disfrutaba de lo que hacía, se notaba que ella y la música tenían una relación de años, eran el uno para el otro. Como deseaba en ese momento tener siquiera buena voz para el canto, pero no era así, cada vez que habría la boca para cantar, era estrictamente para cantarle “Happy Brithday” a mi hermano o a mis padres. El celular me vibraba en la pierna derecha, lo saqué y era un número desconocido. - ¿Pero en dónde te metiste? -era Checho- ¡Que te estamos esperandooo! –me hablaba a gritos y más se escuchaba la música de fondo que sus palabras. - Estoy en la plaza frente de… -me cortó las palabras. - Agarra un taxi y ven para la casa de mi amiga, con mi mamá te dejé la dirección porque estaba sin crédito. - No puedo Checho, tengo unas cosas que hacer… - ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¿Qué dices?!!!!!!!!!! No te escuchooo, -escuché que alguien lo llamaba- apúrate, debo colgar; no tardes he. Así era Checho, un chico que lo único que buscaba eran fiestas, mujeres y peleas. Seguramente más tarde me volvería a llamar, por eso decidí apagar mi celular. Alcé la mirada en busca de la cantante, pero ella ya no estaba, ¿A dónde se pudo haber ido? Traté de buscarla con la mirada, pero no la encontré. Sentí como si hubiera perdido un gran tesoro. ¿Tan pronto se marchó? No podía ser cierto, quizá se había ido a otro lado de la plaza, al fin y al cabo, la plaza tenía como dos manzanas de largo y una de ancha, por cualquier lado podía estar. Pasé por el quiosco de comida rápida, por los columpios y por el mini puente que separaba la plaza, pero no vi a la muchacha. Después de darle tres vueltas completas a la plaza –no es que sea un acosador, sólo me interesaba aquella chica-, regresé al mini puente y me recosté en las barandas del puente y me puse a lamentar el momento en el que atendí la llamada de Checho y dejé de observarla. Por momentos, la corriente del pequeño riachuelo artificial -que estaba debajo del puente- arrastraba envolturas de chocolates que algún niño dejó caer, entonces el agua volvía a estar limpia. - Es lo que tienen en común el tiempo y el agua –por detrás la voz de una mujer me habló, volteé a ver quién era y… ¡No lo podía creer! la chica que estuve buscando gran parte de la noche estaba ahí detrás mío y solo Dios sabe cuánto tiempo llevaba observándome. Se había puesto un abrigo color n***o y llevaba puesta una mochila muy abultada. - ¿El qué? –la voz me salió como un susurro, estaba tan nervioso que la piel se me enfrió y sentía como se me aceleraba el pulso; intente sonreír, pero por la expresión de su cara mi sonrisa fue muy torpe, en cambio la de ella era perfecta. - Ambos limpian –no entendía lo que me decía, y ella se dio cuenta– No importa que tan sucia esté el agua, vendrá una corriente muy fuerte y la limpiará; igual que el tiempo cura a las personas cuando sus corazones están manchados por algún mal recuerdo –seguía callado, las palabras se me secaban en la garganta y no había cuando salgan- Toma, este café es para ti –me estrechó su mano derecha y en la izquierda tenía otro vaso con café, seguramente para ella- Cuando estaba cantando parecía que tenías mucho frio y te fuiste a la banca. - Gracias -¿Cómo es que se dio cuenta de mí, si había mucha gente allí?– tienes una preciosa voz, me gustó mucho oírte cantar, por cierto, soy Thomas. - Creí que nunca te presentarías –me ofreció la mano- soy Rachele Steel, mucho gusto. - El gusto es todo mío Rachele –poco a poco me iba soltando. - La ciudad es muy grande –lo dijo como quejándose- de dónde vengo alcanzarían cuatro plazas en todo este lugar –se alzó, y miro a toda la plaza con un suspiro. - ¿De dónde eres? –tomé un sorbo de café. - Vengo de Ahoskie, un pequeño pueblo que está pasando la Cordillera Mellighan –bebió un sorbo de su vaso- ¿Y tú, eres de aquí? - Si, yo nací en esta ciudad del demonio –ambos reímos. - Ya hubiera querido yo nacer y vivir aquí –se puso seria- seguro eres el típico chico de ciudad que se queja por tener que estudiar –y me alzó las cejas, esperando que responda. - Pues sí, soy el típico chico de ciudad que se queja por tener que estudiar. Por ejemplo; hoy me rechazaron por décima vez la tesis y estoy pensando muy seriamente en dejar la universidad –le sonreí, pero ella apartó la mirada de mí. - ¡Vaya que eres todo un chico! y yo que creí estar hablando con un hombre –esta vez fue ella quien sonrió y ya no era necesario oírla cantar para quedar hipnotizado por ella. - Claro que soy un hombre, sino no me gustaría la música de Iselle –necesitaba recuperar la atención de ella, y esa era mi carta secreta ante alguna situación incómoda. - Me lo imaginé, sino ni siquiera te hubieras parado a escucharme –en Omsdianna, la música de Iselle era estrictamente para “GENTE ADULTA”, ya que era una mujer mayor y siempre decía que su música se merecía el respeto que solo las personas adultas le podrían dar. - Me gusta mucho “Lo que veo en tus ojos”, es mi canción favorita. - ¿De verdad? –parecía emocionada al escucharme, dejó su vaso casi lleno en la baranda del puente y empezó a cantar… “Cuando te vi por primera vez… / yo desperté de mi oscuridad… / Yo vi en ti esa luz de esperanza, que me gritaba… Ven y déjate llevar… ¡Ooohhhh! / Lo que veo en tus ojos… no lo veo en nadie más… / Y es que cuando veo en tus ojos… no necesito ver más… / Porque son tus ojos mi lugar perfecto de este mundo… / Porque son tus ojos, mi lugar perfecto de este mundo… / Ooohhhh… Yeeeehhhh… Ooooooooooooooh… Yeeee…” Que hermoso cantaba… todo lo que yo deseé aquella noche se dio, ella ya no cantaba por monedas a algún público cualquiera, lo hacía para mí o al menos eso pensaba yo. Su voz me transportaba a un lugar cualquiera de este mundo, donde no había nadie más que ella y yo, ella y su grandiosa voz, y yo con todas mis ganas de escucharla…
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