Hay ocasiones en las que tu yo interior desplaza a tu yo exterior, para tomar las riendas del asunto y así poder de alguna manera tener más oportunidades en lo que buscas; en mi caso solo buscaba caerle bien a esta bella mujer y para eso era necesario sacar de mí a ese chico bueno y amable que por mucho tiempo estuvo dormido.
- ¿Hace cuánto tiempo llegaste a Omsdianna? –le pregunté mucho más decidido que al inicio de la conversación.
- Recién llegué hoy –miró al cielo y suspiró- para ser sincera -volteó a mirarme- jamás hubiera venido a la ciudad, a mí me gusta más el campo, el aire libre, el eco que las aves dejan en el cielo cada vez que cantan; aquí el único eco que podemos escuchar es el de los grotescos gritos de los autos –tomó un gran sorbo de café.
- Entiendo, pero si no te gusta la ciudad ¿Qué haces aquí?
- Caminemos un rato, este lugar -y miró al pequeño riachuelo- es muy nostálgico.
Parecía como si algo la hubiera incomodado, quizá mi pregunta o el lugar, a lo mejor vino huyendo de algo o de alguien, quizá huyó porque sus padres la querían casar con un granjero viejo millonario o algún hijo idiota de algún granjero. Es increíble como la mente humana se cuestiona posibilidades absurdas, cuando una persona que está en nuestro alrededor toma una actitud inesperada.
- Hay ocasiones en las que la vida te da dos opciones -ya estábamos caminando, y ella empezó a hablar- la primera, consiste en que hagas lo que quieres, y la segunda, en que hagas lo que te toca hacer por las personas que quieres.
Estas últimas palabras hicieron que mi mente vuelva a crear infinitas posibilidades de las razones que Rachele tuvo para venir a Omsdianna. La más loca idea que tuve, fue que ella era una joven madre soltera y que dejó a su bebé en su pueblo al cuidado de sus abuelos, para así ella poder trabajar aquí y darle una mejor vida a su pequeño o pequeña.
- ¿Eres madre soltera? –le pregunté así de inesperado, así como te coge el sueño cuando ya llevas tiempo en tu cama mirando hacia el techo, de golpe. La cara se le blanqueo y los ojos se le abrieron mucho con mi pregunta.
- Jajaja… Claro que no, pero que ideas las tuyas he –su respuesta fue un alivio, de esos que te dicen “Vamos que aún estas con vida”– yo hasta ahora no he besado a ningún hombre –y ahora quien quedó con los ojos abiertos como platos fui yo.
- Que buen sentido del humor tienes Rachele –preferí no entrar más en el tema porque el mismo, es muy incómodo para algunas mujeres– Bueno… ¿Entonces?
- ¿Entonces qué? -me miró sonriente, los ojos le brillaban tanto en esa noche oscura, que para mí era un deleite que no estaba dispuesto a perderme.
- ¿Qué te trajo a Omsdianna?
- Prefiero no hablar del tema -si en algún momento estuve haciendo las cosas bien, creo que en ese momento tiré todo a la basura, como mi tesis.
- Entiendo… -necesitaba tomar el café, para ver si algo se me ocurría mientras tanto– ¿Dónde pasarás la noche? –¡Dios, que estúpido fui!
- ¡¿Qué?! -preguntó riendo.
- Lo digo porque, como me dijiste que llegaste hoy… quizá no conoces a nadie y no tienes en donde pasar la noche.
- Tienes razón, no conozco a nadie, pero fíjate allí –y señaló a la carretilla de comida rápida- detrás de esa carretilla hay un hotel, con el dinero que gané hoy puedo pagarme la noche y ya mañana veré. –Si hay algo que a los hombres les encanta y los vuelve locos es que la mujer que les gusta sea independiente y segura de sí misma, y Rachele me gustaba, me gustaba desde que la oí cantar– Bueno se está haciendo muy tarde –sacó un celular de su mochila- ¡Vaya!, son casi la una de la madrugada, debo ir a descansar porque mañana tendré un día muy largo.
- Entiendo, gracias por el café y por el momento… fue muy bueno –me sonrió, cada vez me gustaba mucho más.
- No me equivoqué al comprar los cafés, tu compañía me hizo bien… -me estiró la mano- ¡Chau Thomas! Se dio media vuelta y empezó a irse en dirección del hotel, no quería que se vaya, pero tampoco era alguien en su vida para pedirle que se quedará.
- ¡Rachele! -quizá alcé mucho la voz, pero no importaba; ella volteó y sonrió.
- Dime…
- Déjame tu número, quiero volver a verte –se acercó hacia mí- o por lo menos dime cuando nos volveremos a ver.
- Mañana ven por aquí y a lo mejor me encuentras.