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Deseos Oscuros II

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Blurb

Damián Miller solo tiene una cosa en mente; vengar a su padre y a su amada, por ello, vuelve a Miami tres años después con sed de venganza y dispuesto a todo contra Alex Monroe, el narcotraficante más temido de esa ciudad.

Su plan está bien estructurado y formado, pero todo da un giro cuando conoce a Jennifer, una chica idéntica a su amada.

"Deseos Oscuros II" es una historia de sexo, venganza y placer, donde nada es lo que parece y debes desconfiar hasta de tu sombra.

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Prólogo
Desde que soy un niño he hecho estupideces. Me la pasé creyendo que mi padre estaría siempre a mi lado para resolverlas, para sacarme de los problemas en los que me metía, sin embargo, él se metió en muchos más y me arrastró consigo. Cuando tenía siete años, mi padre se fue de casa. No entendí por qué lo hizo, por qué se fue y me dejó. Me abandonó, fue lo que pensé. Dos años más tarde apareció en las noticias detenido, por porte de drogas. Mi madre se levantó del sillón, apagó el televisor y se fue a la cama. No me dijo ni una sola palabra en todo el día y yo con nueve años no entendía por qué, era todo lo que quería saber, por qué. Cumplí diez años y caminaba por la calle cuando lo vi. En una esquina, asustado y tembloroso, estaba como nervioso, recibiendo dinero y entregando pequeñas bolsas transparentes, tan pequeñas que las podías esconder en tu puño y era lo que hacían los que la recibían. Tenía sólo diez años, pero sabía lo que estaba haciendo. Sin miedo me acerqué y lo encaré. Le grité y él sólo me pedía que me callara y que me calmara. Cuando por fin lo hice, me llevó a una pequeña cafetería, me pidió huevos revueltos y un café, no me dijo ni una sola palabra, sólo me entregó un pequeño papel con una dirección. Allí vivía. Me despedí y me fui, llegué a casa y allí estaba mi madre, estaba follando con otro hombre, alguien que no era mi papá, la cosa era que en ese momento no entendía que ella podía hacerlo porque mi padre se había ido, sin embargo, yo a él lo adoraba y siempre lo iba a preferir ante todos, incluso ante mi madre. Entré a mi cuarto, empaqué mis cosas en el bolso de la escuela y me largué de casa, llegué a la dirección que me había dado y lo encontré con varios hombres contando más de aquellas bolsitas. Le conté todo y me permitió quedarme. Así empezó, así empezamos, contando bolsitas y vendiéndolas en las calles y sólo le costó cuatro años más formar su propia organización al lado de su hijo de sólo catorce años. Entre esfuerzo y esfuerzo, tres años más tarde era una de las más duras del mundo. A esas alturas ya yo sabía el por qué. Era lo que él quería, ser un duro, ser respetado, tener dinero y mujeres y lo consiguió. Tal vez creerán que no es algo de admirar, pero yo sí que lo hago y no me importa. Pero justo cuando estaba en la plenitud de su vida, cuando ya lo había logrado todo, se equivocó, se equivocó bastante. Alex Monroe, maldito infeliz. Mi padre, Martín Miller hizo negocios con este hombre, joven e inteligente, muy parecido a mí. En cuanto lo vio supo que sería el socio perfecto. Duraron algunos meses trabajando de manera eficaz pero algo salió mal, un cargamento se perdió, cargamento que pagó Alex, dinero que Alex perdió. Enfureció y mi padre solo le causaba gracia su enojo debido a que él podía pagarle cuantos cargamentos quisiera, pero ése a él no le daba la gana de pagárselo. Alex se enojó mucho más y en un abrir y cerrar de ojos lo mató. Mató a mi padre y por poco a mí, sin embargo, se llevó las dos mitades de mi corazón. Mi padre y mi amor, el amor de toda mi vida, una pequeña muñeca de tan sólo quince años, perfecta y hermosa, la chica de mis sueños. La única que iluminaba la vida oscura que tenía. El caso es que hace tres años Alex Monroe mató a mi padre y después mató a Jessica, justo hace tres años la adrenalina estaba latente en cada parte de mi cuerpo. Ésta vibraba y se agitaba en cada parte de mi ser. Tenía miedo, mucho miedo, pero no por mí. ¡Por favor! Yo sólo era un pedazo de carne que los lobos querían, pero ella, ella lo era todo para mí y estaba allí, a merced de esos lobos, los cuales no iban a dudar en acabar con ella. —¡Damián, acelera! ¡más rápido! —su rostro estaba bañado en lágrimas. Estaba jodidamente asustada y no estaba siendo de mucha ayuda. —¡No te preocupes! ¡No voy a dejar que te pase nada! El auto iba a toda velocidad, pero aun así ellos estaban cerca. Nos estaban alcanzando. En un instante empezaron a disparar, al mismo tiempo que ella gritaba aún más fuerte. —¡Baja la cabeza, Jess! Ella lo hizo al instante, ocultó bajo sus manos su cabeza y la agachó. Sus lágrimas bajaban sin cesar. —No me dejes, Damián, no me dejes... Se me partió el corazón al escucharla, tanto que tuve que mirarla directamente a los ojos. Ella tomó mi mano dulcemente, la llevó a sus labios y le dio un beso. Lo sentí inmediatamente como una despedida. Los disparos se detienen y yo levanto la vista... —¡Mierda! El auto empezó a dar vueltas por la carretera, mientras lo hacía sólo pensaba en ella. En Jessica. No me importaba en ese momento cuanto dolor estaba sintiendo, ni cuán peligrosos eran los hombres que nos habían golpeado el auto. Sólo pensaba en ella, en su sonrisa, en sus mejillas sonrojadas cuando la hacía mía. En su boca semi abierta por donde salían sus suspiros. En su cuerpo de diosa. Simplemente pensaba en Jessica. El auto paró de dar vueltas de golpe, y mi vista estaba nublada por completo. Además, escuchaba disparos a lo lejos. Abrí y cerré los ojos varias veces hasta que mi vista volvió a la normalidad. La busqué con la mirada, pero ella no estaba. Jess no estaba. Abrió la puerta de golpe y me sacó a rastras del auto. Me levantó sin ningún tipo de cuidado por la camiseta y cuando me tuvo frente a frente me propinó un golpe en la cara que me lanzó de nuevo al suelo. Sin darme tiempo a nada me arrastró de la camiseta por toda la carretera, donde me cargó como saco de papas. Con la vista nublada, de nuevo, intenté ubicarla, pero no la vi. No estaba por ningún lado. Cuando al parecer llegamos al lugar donde me querían llevar, me lanzó al suelo sin ningún cuidado. —¡Eres un hijo de puta, Damián! —me propinó varias patadas en el estómago que me dolieron como el demonio —Más que tú no... —dije como pude. Vi cómo cargaba un arma y como un grito angelical, la escuché. —No lo hagas, por favor, te lo suplico. Soy amiga de tu hermana, Alex. No lo hagas por ella. Me levanté como pude del suelo y la vi junto al barranco. La tenían sujeta por la espalda y tenía una pistola en su cien. Me miró y sonrío débilmente. Amaba eso de ella. Su sonrisa, su puta sonrisa. —No le hagan nada, me quieren a mí —dije. —Te queremos muerto, pero ella lo está gritando a los cuatro vientos. Me encantan así, bonitas y temerosas. —¡No te atrevas, cabrón! La miré y ella negó con la cabeza. Estaba muy asustada, su frente estaba arrugada y su rostro hinchado por las lágrimas. Sus manos y piernas temblaban ante el temor de sentir un arma en su cabeza. Me propinó otro golpe debido a lo que dije y apretaron el agarre de Jessica. —Tú eres el único cabrón aquí. Cabrón y ladrón, hijo de puta. —Te pagaré... —tosí—, pero déjala ir. —Ya me haz pagado. Dicho esto, la lanzó de un empujón al barranco. Su grito se hizo cada vez menos audible mientras caía. —¡No! —grité e intenté levantarme, pero fue inútil. Los golpes no me dejaron. Él se agachó a mi insignificante altura y me escupió en la cara. —Es una pena, era muy linda pero no importa si era amiga de mi hermana, o la hija de Satanás. Recuerda que sólo me pagaste la mitad de la deuda así que espero que sepas que necesito otra vida para pagar la otra mitad. Desde el suelo lo vi alejarse y subirse a una camioneta, al mismo tiempo que sus hombres siguieron golpeándome, una y otra vez, pero el dolor era tan insignificante comparado al que sentía por la pérdida de Jess, mi Jess. Me dejaron vivir, hubiera preferido que me hubieran matado. Dos días después llegué al final del barranco. Era un río, con aguas turbulentas y mucha corriente y ella era pequeña, mi pequeña. Grité su nombre millones de veces, grité hasta quedarme sin voz, pero no había rastro de ella. Había muerto. Sin cuerpo, sin explicación, sin familia. No conocía nada de ella, nada de su mundo así que no tuve que explicarle a nadie su muerte. Tres días después anunciaron su desaparición en los noticieros y una mujer muy parecida a ella apareció ofreciendo gran cantidad de dinero por el paradero. Tal parece que mi Jessica vivía bien. Me costó dos meses conseguir salir de la depresión, obviamente sin olvidarla, pero lo suficiente para pararme de la cama, dejar la bebida e irme de allí. Ahora tres años después, he vuelto, dispuesto a vengarme porque me arrebataron al amor de mi vida y como ella no hay otra. Como Jessica no encontraré a nadie más. O eso pensaba.... 

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