Creo que no debí hacer eso, no debí meterme en cosas que no son de mi incumbencia, pero me enojó mucho saber que ese hijo de puta solo se estaba riendo de mí; es un maldito misógino y no merece mi puto respeto, ni el de Damián, aunque está claro que éste último no lo siente. Él no siente nada al parecer.
Creí que nuestro último día sería diferente, alocado, especial porque en cuanto lleguemos a Estados Unidos se acabará, se acabará nuestro paraíso y está claro que no quiero que se acabe, no quiero llegar y que se rompa la burbuja, que nos concentremos solo en trabajar, en acabar a Alex, pero así es esto, así debe ser. Así es este mundo, así es esta vida.
—No creí que te quisieras ir tan rápido de este maravilloso sitio —la voz de Damián me sorprende por un instante.
—¿Por qué lo dices?
