Capítulo III. En el que Sir William Ashton fragua un plan y luego vacila, yéndose a pasear con su hija A la mañana siguiente se apresuró el funcionario, cuya autoridad no había conseguido interrumpir los funerales de Lord Ravenswood, a comunicarle al Keeper la resistencia que había encontrado en el cumplimiento de su obligación. El estadista se hallaba, sentado, en una espaciosa biblioteca que había sido salón de banquetes en el viejo castillo de Ravenswood, como podía deducirse claramente de la insignia heráldica que aún figuraba en el techo artesonado con madera española de castaño, y de vidrieras policromadas, a través de las cuales pasaba una luz deslumbradora que venía a caer sobre las largas estanterías abarrotadas de comentaristas legales y de historiadores monásticos. En la maciz

