Perdida

2892 Words
El lunes siguiente, Samanta se levantó con la idea de que había dejado la agenda olvidada en la universidad o que seguramente se la había dejado a Alicia, aunque eso nunca sucedía. Durante el fin de semana que había pasado, cuando iba a decidir los días libres que tendría en el próximo mes, se dio cuenta que la agenda no estaba dentro de su bolso, ni en la habitación o algún lugar de la casa, se preocupó por ello, pero decidió conservar la calma y preguntar primero a su mejor amiga. -          ¿Cómo que la perdiste? El pánico en la voz de Alicia le hizo volver a recordar el terrible problema en el que estaba metida. Había perdido la agenda roja. -          Ya sé, soy una tonta – le contestó, mientras salían de su última clase. -          ¿Te das cuenta de que si alguien encuentra esa agenda, tu reputación estará arruinada? -          ¿Más? -          Sabes a lo que me refiero, Samanta. Ahora sí, todos sabrán que en realidad sí sales en citas y tu título de “chica fácil” será confirmada, o sea, ambas sabemos que no haces nada con ellos… pero ¿tú crees que el resto se lo crea? – decía Alicia, mientras tomaban asiento en unas bancas cercanas. -          Ya lo sé, Alicia. -          Entonces, recuerda ¿Dónde la has perdido? -          Si pudiera recordarlo, no estaría perdido. Como no saqué la agenda después de mi última cita, pude haberla perdido en la calle o en el transcurso del viernes en la universidad, prácticamente puede estar en cualquier lugar. -          No me digas eso, Sam. Tienes todas las anotaciones de tus citas en esa libreta, y programadas las citas del mes. -          Ya lo sé, Alicia, ya lo sé. -          ¡Esa agenda tiene un registro de tu doble vida! -          Está bien, tranquila, no presenta mucho problema, además solo están los sitios a donde pienso ir y no tiene ningún nombre de los chicos con los que salgo. Samanta estaba cada vez más convencida de que aunque la agenda fuera encontrada por alguno de sus compañeros del curso o la universidad, no correría riesgo alguno, dado que la agenda solo tenía direcciones de las citas, con los nombres codificados, así que solo era cuestión de tiempo para que la agenda fuera devuelta. Ahora bien, si había sido encontrada por alguien de afuera, habría todavía menos problemas puesto que nadie la reconocería y podían mandar la agenda a su domicilio y el asunto sería olvidado. Mientras ellas discutían el tema, un poco alejado de aquel encuentro, estaba Álvaro, quien por “casualidad” pensaba en Samanta, por supuesto que había escuchado hablar de ella, no era que resaltara especialmente por algo, tenía cierta reputación en la universidad, incluso siendo de una carrera diferente, Álvaro sabía de ella por el pasado. Todo sucedió durante el inicio del semestre anterior, especialmente recordaba aquella escena en la que uno de sus mejores amigos había decidido invitarla a salir como por tercera ocasión y ella nuevamente lo rechazaba, pronto el rumor de que no aceptaba salir con nadie se hizo real y fue así como Samanta se dio a conocer. Pero pese a todo eso, a Álvaro le llamaba la atención algo más de ella, claro que tenía curiosidad del saber ¿por qué rechazaba a todos? Prácticamente el lenguaje corporal, su manera de vestir y su manera de comportarse, era una clara invitación a que los chicos se acercaran… aun así, ella los rechazaba, sin mas. Y luego, notó la libreta roja que siempre llevaba con ella, al principio pensó que se trataba de algún libro, pero después del paso de un par de meses, comparar el tamaño de la libreta con el tiempo de lectura, rechazó la idea, con el tiempo y después de observarla más, descubrió que aquella libreta en realidad era una agenda; lo que le hizo preguntarse ¿Quién usaba una agenda todo el tiempo, si podía hacer uso de un smartphone? Y aquello, solo aumento su curiosidad. Al inicio no tenía mucho interés, para él solo era la chica que rechazaba a todos en la universidad, pero cuanto más crecía su reputación, más curiosidad tenía y eso lo llevó a observarla, al inicio fue solo seguirla con la mirada y después a frecuentar los sitios donde ella estaba. Mientras Álvaro miraba la agenda roja entre sus pertenencias, deseó saber aún más. -          ¿Estás pensando en mí? – le preguntaba una chica rubia, mientras se sentaba en sus piernas. -          Emilia… -          ¿Qué pasa? ¿estás pensando en otra? -          Claro que no – Álvaro le sonrió burlonamente – sabes que solo tengo ojos para ti, lo sabes. -          Eso no me consta del todo… te he notado muy distraído y yo necesito tu atención. Mientras Emilia le hacía pucheros, Álvaro rápidamente la tomó del mentón y le besó los labios, era cierto que no estaba pensando en ella… pero, pensar en Samanta y en todo lo que había descubierto, tampoco lo veía como una infidelidad. -          Para, para, que me arruinarás el maquillaje – le decía Emilia, mientras se apartaba de él y se sentaba a su lado - ¿Qué haremos este fin? -          No tengo planes… -          Eso imaginaba, Mica hará una pool party en su casa, ¿te parece? -          Por mi está bien, paso por ti. -          Perfecto. Álvaro había aceptado salir con su novia porque ese fin de semana no habían citas programadas en la agenda, y justo en ese momento lo había decidido, comenzaría a seguir a Samanta. Hizo un rápido recuento en su cabeza y la última vez que Samanta había tenido una cita fue cuando la había visto en la cafetería cercana a otra universidad, fue ese día cuando se encontró la agenda y se pasó todo el fin de semana descifrando su contenido, hasta ahora solo había visto diferentes direcciones a lo largo de los últimos cinco meses, aunque en los meses que pertenecían a las vacaciones de verano, se habían quedado vacíos. Aquello solo le aumentó la curiosidad de seguir encontrándose a su compañera en las siguientes citas que tuviera, pensó que devolver la agenda sería un error y decidió conservarla un poco más. Para Samanta fue un alivio el no tener citas aquél fin de semana que la entretuvieran, la pool party de la que todos hablaban en la universidad acaparaba su mayor atención, no estaba acostumbrada a ir a fiestas, por un lado los estudios se lo impedían pero por otro, la mayoría de las veces siempre habían antiguas citas presentes, lo que hacía que todo se volviera muy incómodo, pero esta vez decidió pasar por alto aquél detalle, olvidarse un poco de la preciada agenda y concentrarse en lo que usaría para ese día. El fin de semana llegó rápido, Alicia y su novio Damián pasaron por ella a su casa para llegar todos juntos. La anfitriona no era especialmente una amiga, pero la invitación fue general cuando lo dijo la semana pasada en frente de toda la clase, así que se decidieron a ir. -          ¿vas por algún chico en especial, Sam? – le preguntó Damián, de manera burlona, Samanta sabía por Alicia que él hacía bromas a sus espaldas acerca de su soltería. -          Solo voy a divertirme, Damián, como todos… - le contestó, mientras le mandaba una gélida mirada a través del retrovisor. -          Claro… - él solo se rio y quedó un silencio en el aire – Por lo que sé, habrán muchos chicos de otras universidades en la fiesta. -          Ya deja de molestarla, amor – le dijo Alicia, mientras le daba un manotazo, y se volteaba a ver a su amiga al asiento trasero – Sam no está interesada en esas cosas. -          Ya ha pasado mucho tiempo desde Mario, ya deberías… - otro codazo por parte de su novia lo hizo callar de inmediato. Alicia lo silenció metiéndole goma de mascar a la boca y diciéndole “No hables de eso, por favor”, después se volvió a ver a Samanta, quien solo le dio una sonrisa falsa y el resto del camino no se tocó más el tema. Llegaron a la fiesta, entraron por el patio trasero, evitando pasar por el interior de la casa, habían ya varias personas en el lugar, el jardín era enorme rodeado de árboles, justo en medio había una piscina rectangular donde algunos jugaban voleibol, el reproductor y las bocinas estaban al fondo e inundaba todo el lugar con éxitos del momento, había gente bailando y riendo, otros más estaban echados en los sofás o hamacas conversando y bebiendo. Pronto Damián notó a sus amigos del equipo de soccer y las dejó para ir a saludar, ambas se fueron a la mesa de las bebidas y a dar una vuelta por el lugar, eso era lo que le gustaba hacer a Samanta, como siempre atrajo las miradas de los presentes, había escogido un bikini color lavanda, encima se puso una falda de denim deslavado y un kimono blanco con flecos, con gafas de sol redondas, le daban un outfit muy bohemio y relajado. -          Sé que es un tonto, pero no lo hace con mala intención – le decía Alicia, mientras que Samanta solo le lanzaba una mirada de “debes estar bromeando”. -          No me gusta que se meta en mis asuntos… - suspiró, mientras sujetaba su cabello en una coleta alta. -          Lo sé, lo sé, créeme que voy hablar con él, es muy insensible. -          ¡Es un hombre! – fue lo que dijo, y rodó los ojos. Ambas visualizaron a Micaela, la dueña de la casa y anfitriona de la fiesta, venía con dos cervezas, una en cada mano y se dirigía hacia ellas con una enorme sonrisa, era una chica muy divertida y sociable, siempre estaba haciendo reuniones o salidas a bares y antros en la ciudad, así que se llevaba muy bien con todos, por eso Samanta no se sentía fuera de lugar al haber aceptado venir, ciertamente Micaela no era el tipo de persona que la discriminaría por tener una mala reputación, la que solo se debía a rumores. -          Chicas, decidieron venir, ¡qué alegría! – se acercó a ambas y les estampó besos sonoros en sus mejillas. -          Gracias por invitarnos, Mica – dijo Alicia, mientras le aceptaba las cervezas y le pasaba una a Samanta. -          Nada que agradecer, cariño, me encanta tenerlas aquí… sobre todo a ti, Sam, no sé porqué razón casi no vienes a mis fiestas. -          Los estudios… - comenzó ella. -          Claro, claro, siempre los estudios – ella rio y de pronto una canción conocida comenzó a sonar Hold me back de Autograf y Micaela se puso eufórica - ¡Dios! Me encanta esa canción, vamos, vamos, tenemos que bailar. Micaela las jaló a ambas hacia un espacio despejado del jardín, donde varios bailaban y brincaban al ritmo de la música, estuvieron un tiempo considerable moviéndose y disfrutando, pronto Damián se les unió, acaparando toda la atención de Alicia, momento que aprovechó Samanta para irse a beber y poder huir de aquél ajetreo. Después de agarrar otra cerveza, se dirigió hacia dentro de la casa, Micaela les había dicho que podían ocupar el baño que estaba en la planta baja, dejó la cerveza en la mesita de la cocina y observó con atención los cuadros que adornaban el interior. -          Pensé que no te dejabas ver en lugares públicos – le comentó alguien por detrás, haciendo que se volteará a verlo, era un chico, un poco más alto que ella, traía una gorra puesta, por lo que se le dificultaba un poco verle el rostro en su totalidad. -          ¿Quién lo dice? – preguntó Samanta, mientras trataba de recordar quién era la persona frente a ella. -          Todos. -          Ninguna de estas personas me conoce… o han tratado de conocerme – murmuró eso último esperando que el desconocido no la hubiera escuchado. -          Yo quiero tratar de conocerte y tú no dejas que eso pase. – el chico le soltó una sonrisa seductora y ella solo rodó los ojos mentalmente. -          No estoy interesada. -          Vamos, por una noche… -          Por un segundo, tu vida puede quedar arruinada – terminó su frase, y dirigió sus pasos hacia la salida, pero sorpresivamente sintió un jalón insistente de su muñeca. -          Te estoy diciendo que por una noche… - él acercó peligrosamente su mano a su trasero y Samanta comenzó a sentirse insegura – no sé porqué te pones tan esquiva. -          Te digo que no estoy interesada – masculló entre dientes y justo en ese momento sintió la mano frotarse contra su trasero y la otra tensarse alrededor de su brazo. -          Pues… haré que te intereses. Diciendo eso, el desconocido le sujetó la mano y se la dirigió hacia su entrepierna, le bufaba contra el oído, Samanta se sentía tan avergonzada y petrificada por aquel movimiento, que se había quedado sin voz para gritar, y aunque lo hiciera, estaba segura que nadie le escucharía, había demasiado ruido afuera, aun podía percibir el calor de la mano en su trasero, bajando lentamente entre sus piernas. -          ¡Sam! – gritó alguien a sus espaldas. Samanta pronto fue liberada, observó por sobre su hombro a un chico de la universidad acercarse a ellos, y justo en ese momento su agresor desapareció por la puerta de enfrente. El chico pronto llegó frente a ella, él había notado la tensión del ambiente y aunque no conocía a la otra persona, rápidamente pudo identificar a Samanta. -          ¿Estás bien? – preguntó, un poco alarmado. -          Sí, gracias… gracias – ella se sujetaba la muñeca y se la masajeaba para aliviar un poco la molestia, se volteó a ver a su salvador y se encontró con una cara conocida – Álvaro. -          Ahora sí me has reconocido – sonrió sin esfuerzo y luego se fijó en la muñeca que Samanta se sostenía con fuerza - ¿te ha lastimado? -          Sí, que diga, no… no te preocupes, no fue nada. Álvaro le agarró el brazo con suavidad, y aquel movimiento le sorprendió, él la examinó, se podía notar la rojez que los dedos del agresor habían dejado alrededor de la muñeca, se preocupó un poco al pensar que todo esto pudo haber pasado a mayores. -          No es nada – replicó Samanta, soltándose de su agarre, y llevándose el brazo tras de sí, para esconder las evidencias – se notaba que estaba borracho, estas cosas siempre pasan. -          Aun así, nadie tiene derecho a tratarte de esa manera, ¿ok? Sus miradas se encontraron, Samanta se preguntó “¿Cómo se las estaba ingeniando este sujeto para estar en los momentos correctos?” Otra vez tuvo una extraña sensación, en cambio Álvaro solo estaba genuinamente preocupado por ella. -          ¿Me estás siguiendo? – soltó Samanta de pronto, y aquello solo lo hizo reír. -          ¿Olvidas que estudiamos en la misma universidad? Además, tratándose de Mica, sabes que puedes encontrar a cualquier tipo de persona… -          Lo sé, lo sé… solo que – pausó un momento y lo volvió a mirar – sin ofender, hasta hace apenas unos días no sabía de tu existencia, y ahora te apareces en todos lados. -          Bueno, ¿podría ser que estemos destinados? -          ¿Qué pasa? ¿Tú también quieres salir conmigo? -          No es así como siempre pasa, Sam – él le sonrió con confianza. Y antes de que cualquiera de los dos dijera algo, la voz chillona de Emilia inundó la sala entera, se acercó a ellos, y los miró sospechosamente. -          ¡Amor! Te he estado buscando todo este tiempo… ¿Qué haces aquí? Emilia se lanzó a los brazos de su novio, lo besó apasionadamente olvidándose por completo de que Samanta se encontraba ahí, ella por su parte lo tomó como un claro “estoy marcando mi territorio” y “no te acerques, es mío” cuestión que se le hizo muy graciosa, dado que no estaba para nada interesada en Álvaro, y entonces notó que claramente él tampoco estaría interesada en ella. -          Perdón, Emi… - se disculpó él, cuando su novia dejó de besarlo y estaba un poco apenado ante la situación – Entré para buscar hielo, y me encontré con Samanta, la conoces ¿no? -          Sí – contestó y se volteó a mirar a Samanta de forma muy desagradable – soy Emilia, soy su novia, un gusto. -          Hola, nosotros solo somos compañeros… y de hecho, ya me retiraba – agarró su cerveza a medio tomar. -          Espera… La voz de Álvaro la hizo detenerse, él corrió hacia el congelador, recogió un poco de hielo sobre una toalla, y se lo dio a Samanta. -          Para tu muñeca – dijo. -          Gracias. Él solo le sonrió, y se volteó a seguir conversando con su novia, que le preguntaba de forma insistente ¿Qué estaba pasando?, él solo cambió de tema y siguió removiendo el hielo dentro de otra hielera. Samanta caminó hacia la puerta trasera, necesitaba aire con urgencia, observó la envoltura con hielos que le habían dado y sintió una punzada pequeña en el corazón, un estremecimiento le cruzó la espalda, el detalle que había tenido con ella solo hizo que se le enternecieran los sentimientos, pronto notó la calidez en sus mejillas, y entonces decidió ponerse los hielos en su cabeza. -          Sam, ¿Fuiste al baño? – le preguntó Alicia, en cuanto la encontró sentada en una de las hamacas. -          Sí – le mintió. -          ¿te duele la cabeza? Estás algo rojita… ¿insolación? -          Estoy bien, Alicia, solo creo que debería irme a casa. -          Claro, solo déjame le digo a Damián que ya nos vamos – le dijo, mientras volteaba a ver a su alrededor en busca de su novio. -          No, no te preocupes, ustedes quédense, es temprano, yo pediré un UBER. -          ¿segura? -          Sí, ya lo pedí, así que no trates de convencerme – Alicia la miró severamente, pero al final se rindió. – vamos, mejor acompáñame a la salida. -          Ok.
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