Agenda Roja

2828 Words
Samanta observaba su silueta en el espejo de cuerpo entero que estaba en la habitación, aunque la falda fuera unos cuantos centímetros más arriba de lo permitido, no le importaba, en realidad era amante de llamar la atención y no había forma más contundente para ello que el de dirigir las miradas hacia sus rodillas y muslos. -          ¡Hey! Se te hará tarde, Sam – gritó su hermano mayor desde afuera de la habitación. -          Ya salgo…   Mientras se ponía los zapatos, su mente comenzó a traer recuerdos, habían pasado algunos meses desde aquél evento desgraciado, como ella lo había titulado, anteriormente al recordarlo se le bloqueaba la mente, sentía el nudo en la garganta y se le llenaban los ojos de lágrimas, pero ahora solo lo sentía como un molesto dolor en el pecho, un apretujo violento al corazón que con rapidez urgía a deshacerse de el. Desde entonces que los cambios que le siguieron le definieron en la forma de ver la vida. Para este momento el corazón que algún día se dijo tener lo había dejado enterrado a cientos de metros bajo la tierra de sus pensamientos y para encontrarlo solo era posible escarbar entre el dolor de los recuerdos, cuestión que no se atrevía a hacer.   Samanta alejó todos esos pensamientos y se apresuró a bajar las escaleras, donde su hermano mayor le esperaba para llevarla a la universidad.   Se observaban a todos los estudiantes caminar con empeño, Samanta iba distraída con la agenda que tenía entre las manos, así que no se dio cuenta de la persona que venía detrás de ella. -          ¿tienes la agenda llena? – la pregunta lanzada le obligó a voltear la cabeza.   Samanta se encontró con la mirada atenta de su mejor amiga; Alicia, quien le miraba entre divertida y curiosa, la saludó y juntas caminaron hacia el salón. -          Si, la tengo ocupada este fin de semana – le contestó, cerrando la libreta y guardándola en el bolso. -          ¿Quién es tu nueva víctima? -          Al parecer un chico del club de literatura de la universidad “M” – Sam miró sin importancia a su alrededor. -          ¿Es apuesto? -          ¿importa? – ambas se dedicaron una sonrisita de manera confidencial. -          Supongo que para ti no – Alicia rodó los ojos y se adelantó a abrir la puerta del aula.   Ellas se habían conocido desde el primer semestre de la carrera, estudiaban lo mismo y tenían el sentido del humor muy parecido, por eso se llevaron bien desde un inicio, además era la única amiga que seguía a su lado y que no la tachaba de “fácil”, era la única persona que sabía la realidad a través de la agenda roja como ellas le decían. No es que Alicia lo comprendiera en su totalidad, pero cuando ambas hablaron sobre ello y Samanta había dejado claro sus intenciones, como buena amiga solo se encogió los hombros y dijo que ella sabía lo que hacía. Después de todo ya eran bastante mayores para poner en orden el ritmo de sus vidas. Cruzando la puerta del salón, todas las miradas del resto de sus compañeras se detuvieron en ellas, especialmente en Samanta, no eran precisamente miradas agradables y aquello lejos de molestarle solo le hizo pensar que su plan estaba funcionando, quedó aún más complacida cuando ahora eran las miradas de sus compañeros quienes se detenían en ella, que a diferencia de las chicas, las miradas de ellos eran de absoluto gusto. -          Sam, salgamos este fin de semana – le dijo uno de los chicos, que se había animado de entre todos a invitarla a salir. -          Lo siento, este fin estoy muy ocupada. -          ¡Vamos! Dicen que no sales con nadie de la universidad, ¿a qué viene eso? -          Eso es porque ustedes no son nada interesantes… - esa había sido Alicia, quien ahora lo miraba de manera burlona. -          Debe haber alguien que te interese, Sam – comentó el chico, después de mirar malhumorado a Alicia e ignorarla por completo. -          Lo siento, por ahora solo me concentró en mis estudios – ella le sonrió y cruzó una pierna encima de la otra.   En ese momento entró en el salón la profesora, y con ello el chico se rindió dejando de interrogarla y se alejó tomando un asiento lejos de ahí. Mientras la profesora comenzaba a explicar el tema de la clase del día, Samanta pensó en lo que él le había dicho “no sales con nadie de la universidad, ¿a qué viene eso?”, para ella eso no era difícil de contestar, era una regla básica alrededor de la agenda roja… Las citas siempre debían ser con chicos de fuera, no de adentro. La regla era bastante obvia, con ello evitaría que en caso de que una cita saliera mal o en su caso quisieran tener una segunda cita, no hubiera modo de que la pudieran contactar, evitaría los acosos por la universidad y además, en cierto modo la preocupación por sus estudios, era genuina.   Cuando salieron de la clase, ambas amigas caminaron hacía las canchas de soccer, a esperar la siguiente clase. -          No sé ni porque sigues haciendo esto después de tantos meses – susurró Alicia tras de ella. -          Simple diversión, ¿tal vez? -          ¿te divierte tener una cita diferente cada fin? -          Oye, a veces son con la misma persona más de una vez y entre semana. -          Sam, el máximo de citas con la misma persona que has tenido han sido de 3… y te juro que pensé que era el indicado. -          Olvídalo… nunca habrá indicado y lo sabes, fin del tema.   Alicia soltó un resoplido molesto, y dejó de hablar. Sí bien era cierto que ella no se metía en los asuntos de su mejor amiga… al serlo, sabía exactamente lo que sucedía y se creía con el derecho de hacerle cambiar de opinión, pero ciertamente para Sam las citas de la agenda roja solo eran diversión.   El sistema era bastante sencillo, tener una cita diferente cada semana, sin jamás enamorarse. Samanta no buscaba una relación, no se veía volviendo a aquellas andadas y todo lo que podía llevar a un sentimiento de amor, cariño o afecto, rápidamente era desechado. Al inicio, pensó que aceptar salir con algún chico podría funcionar para olvidarse del evento desgraciado, pero al pasar el tiempo se dio cuenta que no funcionaba, sin embargo no pudo negarse ante las peticiones del resto de chicos que la invitaban y pronto se volvió una rutina, no sentía ningún interés por ellos… solo era diversión, solo eran citas superficiales, más nada. Sin embargo, era un secreto.   Aunque el resto de compañeras que tenia del curso, y el otro poco que le conocían solo de vista, la detestaban por ser una “fácil”, no era que tuvieran conocimiento de lo que ella hacía, se había ganado la reputación, sencillamente por cómo se comportaba, se vestía y platicaba con los chicos. Seguramente de enterarse de la “agenda roja” todos esos comentarios solo crecerían. -          ¿Ya has escogido lo que te pondrás para tu cita? – preguntaba Alicia mientras tomaban asiento en las bancas -          Como aun no decidimos a donde iremos, la verdad es que no lo he pensado… aunque debería comprarme algo. -          Ya tienes demasiada ropa. -          La gran mayoría son regalos…   Samanta había detenido las excusas, pues en ese momento desde la mitad de la cancha se acercaba el novio de Alicia, Damián, caminaba dando grandes zancadas mientras saludaba con una mano hacía ellas. -          Ahí viene tu molesto novio – le murmuró Samanta, mientras sacaba el celular de la bolsa. -          No le digas así, sabes que todas sus bromas son eso… bromas. -          Pues no veo a nadie riéndose. -          No seas mala con él, sabes que me gusta mucho… -          Pues tienes pésimo gusto – dijo, mientras le mostraba la lengua de manera divertida – llega él y me voy yo, ya lo sabes. -          Ay, está bien.   Damián llegó sonriente junto a ellas, mientras Alicia se deshacía en atenciones hacia él, Samanta solamente pudo poner los ojos en blanco, se levantó para poder irse y dejarlos a solas. -          Oye Sam, un chico con el que juego soccer de la universidad “H” me ha pedido tu número, ¿te molestaría sí se lo comparto? – le preguntó Damián, antes de que pudiera salir huyendo. -          ¿Cómo se llama? -          Oscar, es un chico divertido… -          ¿Sabes que cuando dicen eso significa que es feo? – dijo Alicia, lo que ocasionó que su amiga soltara una risita. -          Oye, tú siempre me has dicho que yo soy divertido – contestó Damián, mientras fingía estar molesto ante el comentario de su novia. -          Pero tú eres la excepción, amor.   Samanta los miraba divertida por encima del celular, mientras intentaba mentalmente acordarse de algún Oscar que estuviera en la mira, pero lo descartó. -          Está bien, Damián. Pásale mi número, dile que me mande un mensaje, y nos ponemos de acuerdo. -          Perfecto, gracias. -          A ti.   Normalmente a Samanta no le gustaba aceptar citas con personas con las que tuviera amigos en común, pues eso significaba que le podían identificar más fácil, sin embargo está vez haría una excepción, dado que nunca había salido con un chico de la universidad “H” y quería extender sus posibilidades hasta allá.   ***   El fin de semana llegó con rapidez y con ello la cita con el chico del club de lectura. Al final quedaron de ir a una cafetería cercana a la universidad, al parecer tenía taller el fin de semana y podían verse cuando él saliera de allá.   Mientras Samanta esperaba sentada en una de las mesas de la terraza, pensaba en que era de las pocas veces que llegaba más temprano de lo habitual a una de sus citas y esto se debía a que quería que la observaran, tal vez recolectar algunos números y conversar con futuros prospectos. Observaba a los pocos universitarios que pasaban por enfrente de la cafetería, tratando de hacer contacto visual con alguno. -          ¿Samanta?   Una voz desde la acera llamó su atención, se volteó a verle, era un chico alto de cabello castaño oscuro, piel ligeramente bronceada y ojos color avellana, era un poco apuesto y aunque su rostro se le hacía conocido, tal vez un chico de la universidad, no podía recordar su nombre. -          Hola… -          Álvaro – dijo él – llevamos unos cursos juntos en la universidad. -          Ah sí, Álvaro, ¡hola! – Samanta le dedicó una sonrisa. -          ¿estás sola? -          No, no, estoy esperando a un amigo… no tarda en aparecer. -          Oh, ya veo, entonces… - se rascó la nuca un poco apenado – supongo nos veremos en la universidad ¿no? -          Am, claro… ahí nos vemos. -          Bien, adiós.   Samanta se quedó viéndolo, mientras el chico se despedía con un movimiento de mano al aire y salía corriendo, pensó que seguramente ahora él creía que era posible tener una cita con ella, un pensamiento erróneo, al menos para él.   Su cita llegó unos minutos después, no tenía nada de especial a excepción de su gran conocimiento en literatura clásica, la conversación sobre libros y más libros acaparó toda la velada, así que pasada la primera hora, ella sabía que esto no tenía futuro y con ello preparó la huida de ahí.   Luego de haber dejado a su cita minutos atrás, Samanta caminaba unas calles hacía abajo, aún era temprano, así que no le apetecía volver a casa. -          ¿Ahora sí estás sola? - una voz tras de ella le hizo dar un brinco de susto y se volteó temerosa, ante ella de nuevo aparecía el chico de la acera - ¿te he asustado? Discúlpame. -          No, no pasa nada. -          No creas que te he seguido – comenzó él – de hecho acabo de salir de una reunión con unos amigos. -          Entiendo – le sonrió con desconfianza, estaba sospechando de que realmente esto fuera coincidencia. -          ¿Vas a algún lugar? O ¿sigues esperando a alguien? -          No, no… de hecho, si – observó que él le miraba confundido, ¿Cómo podía zafarse de esto? -          No te entendí. -          He terminado mi cita de antes y ahora voy camino a mi casa, he avisado para que pasen por mí así que no deben tardar – eso ultimo lo había inventado, pero no quería que pareciera que se encontraba sola. -          Ya veo, ¿te molesta sí te acompaño? Yo en realidad también iba para mi casa, así que no tengo mucho que hacer. -          No, no te preocupes… no deben tardar. -          Insisto, no pasa nada, puedo esperar.   En efecto, Álvaro no era una persona peligrosa y tal como le había dicho todo era coincidencia, Samanta le volvió a mandar una sonrisa falsa mientras asentía con la cabeza y sacó el celular para mandar un mensaje de texto a su hermano. “Pasa por mí, por favor, no me siento segura. La dirección es…”   -          Mi hermano no debe tardar – fue lo único que ella dijo, mientras guardaba de nuevo el celular en el bolso. -          Entonces… viene tu hermano. -          Sí, en unos minutos debe estar aquí. -          Entiendo… mmm. -          ¿Sucede algo? – Samanta se volteó a verlo y notó que dudaba en seguir hablando, dentro de ella pensó que sí hablaban más tal vez podía hacer tiempo para que su hermano pudiera llegar. -          Tengo curiosidad en algo… En la universidad se dice que rechazas a todos los chicos que te invitan a salir, sin embargo cuando te vi en la cafetería, estabas esperando una cita, ¿verdad? -          Creo que haces preguntas muy personales – soltó un poco molesta, pero intentó ocultarlo con rapidez, pues sentía que aun podía correr peligro. -          Disculpa, pasa que soy curioso… chismoso, dile como quieras. -          Pues sí, estaba en una cita – admitió, y aunque en realidad no sabía sí era lo correcto, pues este chico podía ir y contarle a todo mundo que ella aceptaba salir en citas, decidió decir la verdad – pero prefiero que se quedé en secreto.   Álvaro la observó con asombro, era obvio que él tenía conocimiento de la reputación que tenía en la universidad  y por primera vez veía que eso no era del todo cierto, con saber que solo había aceptado una primera cita le era suficiente para que dejara de preguntar más del tema. -          Entonces guardaré el secreto – dijo él, y le sonrió. -          Muchas gracias… y ¿tu tuviste una cita o algo por el estilo? – preguntó Samanta tratando de cambiar el tema, pero esperando no verse muy interesada en la respuesta. No quería darle una señal errónea, y sí le pedía para salir no se veía en la posibilidad de rechazarlo. -          No, vine a una reunión del colegio… -          ¡Oh! ¿Es temporada de reuniones de colegio? – preguntó ella alejándose aún más del tema principal. -          Eso parece – contestó él un poco divertido – de verdad es que no tenía muchas ganas de venir. -          ¿y eso? ¿tu experiencia en el colegio no fue buena? -          Podría decirse, pero bueno… tampoco me molesta cargar con estos recuerdos, así que volver a revivirlos no presenta gran complicación para mí. -          Eres demasiado positivo… ojala yo pudiera decir lo mismo, mi paso por el colegio no fue el mejor, yo sí quisiera borrar mis recuerdos.   Mientras Álvaro la miraba curioso, Samanta maldecía mentalmente, la idea de alejar el tema de ella se fue por la borda, seguramente ahora esta persona tenía muchos deseos de saber más de su pasado y ella no tenía ni la más mínima gana de compartirlo. -          No deberías decir eso… - susurró él – cada recuerdo bueno o malo, es importante. Todos ellos se mantienen presentes en tu mente para hacerte saber que has tenido variadas experiencias en tu vida, y es lo que te hacen la persona que eres hoy.   Samanta no supo que contestar ante sus palabras, comprendía lo que decía, aunque esperaba una reacción diferente a esta… antes de que pudiera contestarle su reflexión, el tono de una llamada entrante le salvó. -          Es mi hermano – le dijo, mientras le mostraba el celular y se volteaba a contestar. – Sí, estoy enfrente de la parada, cruzando la calle… sí, todo bien… ok, aquí te espero, chao – colgó - Está a unas cuadras, no tarda. -          Entiendo… entonces, ahora sí… nos veremos en la universidad – soltó él de nuevo, mientras le sonreía. -          Si, nos vemos allá. -          Bien, fue agradable conversar contigo… -          Lo mismo digo – se apresuró a decir, interrumpiendo por sí planeaba decir algo más. -          Esperaré a que vengan por ti. -          Oh, bien, gracias -          No pasa nada.   Un momento después, su hermano aparcaba a su lado y ella se apresuraba a subir al coche. Álvaro esperó en la banqueta sin moverse, lo perdió de vista cuando dieron vuelta en una esquina. -          ¿Él era el chico que te molestaba? – preguntó su hermano. -          ¿Eh? No, no… - mintió – de hecho este chico fue el que me salvó. Es un compañero de la universidad. -          Ah que bien, menos mal te pudo acompañar. -          Si, si… gracias por venir por mí. -          No hay problema, hermanita.   Samanta no sabía porque había mentido, no era que temiera que su hermano diera vuelta y enfrentara al casi desconocido y propiamente dicho su compañero de clase, simplemente al final de todo, tal vez se había dado cuenta que genuinamente, nunca había corrido ningún peligro.
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