**ISOLDE** En el fondo de mi ser, una llama de esperanza se mantenía encendida, alimentada por la certeza de que la rueda de la fortuna gira constantemente, y que el día de mañana podría ser yo quien volviera a ocupar el lugar que me correspondía. Mientras tanto, me aferraba a mi dignidad, a mi silencio, a la convicción de que mi valía no dependía de las circunstancias, ni de la opinión de aquellos que disfrutaban momentáneamente de su posición privilegiada. Me negaba a convertirme en la víctima que ellos esperaban, en el juguete de sus burlas. En cambio, me transformaba en un observador silencioso, registrando cada detalle, cada palabra, cada gesto, consciente de que la memoria es un arma poderosa, capaz de guardar secretos y ajustar cuentas en el momento oportuno. No fue hasta que vi

