**ISOLDE**
La noche había sido un desfile de sonrisas fingidas, cortadas con bisturí y cuchillos envueltos en terciopelo n***o. Cada gesto, cada palabra, cada mirada… todo dirigido con la precisión de quienes disfrutan ver a alguien desmoronarse en silencio, como si fuera un espectáculo privado, un juego macabro en el que yo era la estrella forzada a actuar sin descanso. La máscara de dignidad que intentaba mantener se desvanecía con cada insulto disfrazado de broma, con cada comentario susurrado que no hacía esfuerzo por ocultarse. Las miradas bajaban entre copas y risas, juzgándome con una crueldad sorda, como si mi presencia fuera un relicario de un pasado que debían enterrar con desprecio.
No me senté. No porque no pudiera, sino porque no me dejaron. Era parte del show, del ritual
