**ISOLDE** Mi móvil había desaparecido hacía días, como si se hubiera esfumado en el aire. El teléfono fijo, silenciado, permanecía inerte en la mesa. Hasta el intercomunicador del complejo estaba restringido, una barrera invisible que me separaba del mundo exterior. Solo sus órdenes atravesaban las paredes que me rodeaban, y solo sus palabras dictaban qué podía o no podía escuchar. Y, aun así, él cree que me ha domado. Pues cree que soy su marioneta, el reflejo sumiso de una voluntad ajena. Pero no entiende que lo que calla no siempre se rinde. Que en el silencio, hay resistencia. Esa noche, algo en mí empezó a quebrarse. La tensión acumulada, la impotencia, la desesperación. Salí al pasillo casi sin pensarlo, con el corazón latiendo a toda prisa, como si el simple acto de moverme

