**ISOLDE**
Su voz, esa misma de siempre: seca, controlada, envuelta en esa suficiencia que me quemaba por dentro, como un fuego que no podía apagar. Venía acompañado de un médico, un hombre alto con rostro amable, pero cuya postura rígida y fría decía más que mil palabras. Lo profesional no lograba disimular la tensión en el ambiente, ni la sensación de que en este lugar, cada movimiento estaba cargado de un significado oculto.
—Señora —dijo el médico con tono calmado—. Tuvo suerte de que la trajeron a tiempo. Su cuerpo no metaboliza el alcohol como debería. Lo que sufrió fue una intoxicación grave. No puede exponerse a grados altos, nunca.
Yo no dije nada, porque el médico hablaba como si todo fuera un accidente, como si fuera algo que pudiera sucederle a cualquiera, como si esa noche
