**MALCOLM**
Ella seguía allí, en esa vulnerabilidad que solo se muestra en las horas tempranas, como si aún creyera que estaba en control de su mundo interior. Cubierta apenas por la sábana que arrastraba la noche anterior, su pelo despeinado caía en cascada sobre la almohada, enredado y desordenado, y sus piernas estaban entrelazadas en un gesto que parecía un refugio contra el frío del mundo exterior. Su rostro, desprovisto de defensas, mostraba una belleza simple y sin artificios. Sin embargo, esa presencia, esa vulnerabilidad, parecía desafiarme de una manera extraña y silenciosa.
—Arriba —solté con una voz firme, pero sin violencia.
Intenté de nuevo, esta vez con la palma abierta, golpeando suavemente el borde del colchón para llamar su atención. Ella abrió lentamente los ojos, tod
