**MALCOLM** Lo observé con los brazos cruzados, con ese aire de suficiencia que a veces me brota sin aviso, como si cada uno de mis gestos tuviera que recordarle a ella —y al mundo— que yo soy el que manda en esta relación. La tensión en mi cuerpo era una máscara que intentaba esconder la inquietud que me carcomía por dentro, esa necesidad de controlar, de afirmar mi poder en un escenario que se desmoronaba lentamente. Ella sirvió el huevo con una destreza que me descolocó, sin prisa, sin torpeza, con una sencillez que parecía desafiar toda mi arrogancia. Nada improvisado. Nada forzado. Era simple, sí. Pero impecable. Lo empujó hacia mí sin palabras, con una calma que parecía desafiar mi autoridad. Me senté, casi obligado, y lo probé. No estaba mal. Para alguien como ella, incluso sorp

