**ISOLDE** El aire aún pesaba como si cada molécula supiera exactamente lo que iba a ocurrir, como si el propio ambiente se hubiera impregnado de una anticipación silenciosa, presagiando lo inevitable. Las paredes del apartamento parecían contener, con un esfuerzo titánico, la tensión acumulada en su interior, actuando como testigos mudos de una guerra que aún no estallaba, pero que podía explotar en cualquier momento. Yo me sentía suspendida en ese instante, atrapada entre el miedo y la resistencia, entre la memoria de lo que me habían arrebatado y la certeza profunda de que no pensaba ceder sin luchar. Y entonces, el grito. —¡Ven a la sala ahora mismo! La voz rasgó el silencio como un trueno seco, cortando cualquier esperanza de calma y haciendo que el aire pareciera comprimirse aún m

