**ISOLDE** Y justo antes de cruzar el límite del complejo, allí estaban. Dos hombres, imponentes y silenciosos, con trajes negros que parecían fundirse con la sombra. Postura firme, mirada fija, sin duda alguna… guardaespaldas de Malcolm. La presencia de ellos era una declaración: no había entrada ni salida sin autorización, y mucho menos si intentaba violar las reglas que mi padre, en su vulnerabilidad, había impuesto. —¿A donde cree que va señorita? —dijo uno. —Solamente queria respirar aire fresco. —Tenemos ordenes de que usted no de un paso fuera del apartamento. —¿Que estan diciendo? Uno dio un paso al frente, sin mostrar agresividad, pero con una frialdad que cortaba como una hoja. El otro ya tenía la mano sobre el intercomunicador del sistema de seguridad, preparado para l

