**MALCOLM** Encendí un cigarrillo con calma, como si aquella acción fuera parte de un ritual, una muestra de control en medio del torbellino. Lo exhalé lentamente, dejando que el humo se disipara en el aire, mientras mi expresión permanecía imperturbable. Todo en mí susurraba calma, una calma calculada, mientras en ella todo gritaba caos, furia contenida, miedo no declarado. —Te mudas —dije sin mirarla, con una voz firme y fría, como un dictado irrevocable. Las empleadas ya habían comenzado a llenar maletas con ropa, libros, y las pocas fotos que aún conservaba, fragmentos de una historia que parecía estar llegando a su fin. Era un desalojo emocional, una limpieza en la que el afecto y los recuerdos se desvanecían bajo la rutina de la eliminación. —¡Te volviste loco! —exclamó, su voz

