**ISOLDE** La habitación permanecía en un silencio absoluto, pero dentro de mí todo era un torbellino de ruido, un caos que no podía calmar. Era un ruido seco, punzante, hirviente, que latía en cada rincón de mi ser, como si mi propia piel se hubiera convertido en una caja de resonancia de mis emociones más profundas. —Maldito sean los hombres. Bueno, menos mi padre. Me senté en la cama, temblando, y luego me dejé caer de rodillas sobre el colchón, apretando los puños contra las sábanas, como si así pudiera arrancarles la verdad escondida en sus fibras. La rabia se acumulaba en mi pecho, como una llama que no podía apagar, quemando cada pensamiento, cada recuerdo. ¿Cómo pudo hacerlo? ¿Cómo Magnus, mi amigo y mi aliado, pudo traicionarme de esa manera? La llamada, esa voz segura, las p

