Capítulo 1

2569 Words
(Veinte años después)   — Damas y Caballeros. Bienvenidos al Club de la batalla. La primera regla del Club es no hablar de ella con nadie. Está totalmente prohibido comentar lo que pasa aquí. La segunda regla es que el único que puede detener la batalla es este servidor.  La tercera regla es que solo se aceptan batallas en el cuadrilátero, cualquier batalla fuera del mismo no tiene validez y esta será anulada pasando a dividir los beneficios a los contrincantes. La quinta regla es que las peleas durarán lo que tengan que durar y la sexta y última regla es que no hay reglas…—el maestro de ceremonias hizo una pausa y miró al que hacía de réferi quien estaba dando instrucciones a los luchadores. Cuando estaban cada uno en su lugar el maestro continuó. —De este lado el cabrón de cabrones ¡Logan Araya! y del otro lado, el otro cabrón ¡Rafa de León! que de león solo tiene lo cabrón —grito el maestro de ceremonia desde un improvisado centro del ring. —Logan… Logan… Logan… —gritaban los espectadores con emoción. Estaban en un cuadrilátero abierto, eran peleas clandestinas, que se realizaban al margen de la ley, era la única forma que Logan encontró para canalizar toda la rabia que le corroía desde hacía muchos años, también era otra forma de hacer dinero para… —Logan esta vez quiero que lo saques de circulación en el tercer asalto, hay mucho dinero de por medio, esto hará que pidan la revancha y ahí es donde te quiero ver darlo todo hasta el final —pidió Marcelo su representante en ese tipo de peleas. Era el puesto que se habia adjudicado como mejor amigo de Logan, o bueno… como mejor excompañero de celda. —Marcelo he visto la forma de pelear y el gancho de ese tipo, será muy difícil dejarlo fuera de combate en el tercer asalto — contesta Logan si dejar de moverse en su esquina. —Tú puedes Logan, acuérdate que la cárcel nos ha curtido para pelear sin remordimientos, además piensa en eso que tú y yo sabemos —fue suficiente que Marcelo dijera la palabra mágica para que Logan se llenara de rabia. Solo hacía seis meses que había salido de la cárcel, seis meses ejercitándose y peleando en cada cuadrilátero improvisado dejando casi muerto a todos sus contrincantes. —Si puedo, puedo y lo haré —dijo con toda la rabia que llevaba dentro. Desde que mataron a su padre su vida ha sido una real miseria, sin nadie que lo protegiera, que lo cuidara ha tenido que hacerse camino solo, viviendo de la caridad de las casas de acogidas, hasta que tuvo edad suficiente para escaparse y vivir en las calles. Era increíble como la vida de una persona; en su caso de un niño, pudo dar un giro tan estrepitoso en cuestión de segundos, porque con tan solo ocho años pasó de estudiar en uno de los mejores colegios de Nueva York, de vivir una vida segura junto a su padre para vivir de la caridad de algunas personas que le tendieron la mano, quizás por lástima o por agregar a su hoja de vida alguna buena acción. Estuvo mucho tiempo sin hablar, por más que lo intentó no pudo, hasta que dejó de insistir y sus cuerdas vocales se quedaron obsoletas, pero no así su cerebro, ese siempre ha trabajado a mil por horas. Cuando pierdes una de tus facultades, las otras se desarrollan mucho más, por ello nunca se le ha olvidado una cara, ni un nombre, ese siempre ha estado en su memoria permanente; Osman Murak; fue quien le quitó a la única persona que tenía. Le quitó la vida a su padre a sangre fría, sin tomar en cuenta que su padre pedía clemencia. Nadie lo sabía, la policía nunca dio con el asesino y por más preguntas que le hicieron jamás dijo nada, ese hombre era suyo, donde sea, cuando sea, pero suyo. — ¡Que empiece la Pelea! —gritó el maestro de ceremonia. Logan no se enteró de nada, su mente estaba en el pasado, un pasado que lo ha marcado, que lo ha hecho un hombre duro, sin ley, sin remordimientos, sin corazón, y eso era lo único que necesitaba para comerse a su oponente, no hizo falta llegar a los tres asaltos, porque en el final del segundo Rafa de León ya era historia. —Eres un c***k hermano, eres mi puto héroe —Gritó un Marcelo emocionado, mientras le echaba agua y le ayudaba a sacar el protector de la boca. —Quizás Marcelo, pero recuerda que yo tengo un plan y… quizás no sea tan bueno como tú me ves, puede que ahora solo haya hablado mi rabia, mis metas y mi deseo de venganza. —Lo que sea hermano, lo que sea, pero que siga hablando tu rabia o lo que sea que lleves dentro —Logan se quedó con la mirada perdida, es lo que siempre hacia cada vez que queria perderse en sus recuerdos… —Esta será tu celda y él, tu compañero —le comunicó el funcionario de prisiones. Logan lo escuchó muy lejos, a partir de ahora tendrá un lugar donde vivir y no es más que el Centro Correccional Metropolitano de Nueva York[1] . Le da igual, las condiciones de su celda y que compañero le han puesto, solo piensa en que no pudo llevar a cabo su plan, en que tendrá que intentarlo de nuevo, lo jodido de todo esto es que estará en la cárcel quien sabe por cuánto tiempo, mientras que el cabrón hijo de puta anda suelto. — ¿Qué cosa tan grande habrá hecho un niño de tu edad para caer en esta cloaca? —preguntó su recién compañero de celda después que el funcionario salió. — ¿A ti que cojones te importa lo que haya hecho? ubícate aquí no he venido a hacer amigos ni a que recemos juntos el rosario. —Por ese motivo lo que sea que hayas hecho te ha salido mal, por ese pronto que tienes y por creerte el mismísimo justiciero —afirmó su compañero. — ¿Y quién diablos te ha dicho que me ha salido mal? —preguntó Logan confundido. —Tu cara, esa cara de derrota que tienes y que no es por entrar a este palacio, estar dentro es lo que menos te importa. —Tienes razón —aceptó Logan resignado. —Marcelo, el rey de este palacio, a partir de ahora tú serás mi vasallo —se presentó tendiendo su mano en señal de paz. —Logan, y vasallo mis cojones — dijo aceptando la mano. A partir de ese momento ambos han vivido muchas cosas juntos, se hicieron   más que amigos, más que compañeros de una tétrica prisión en Manhattan. Todo lo que han vivido los hace ser incondicionales. —Me voy a casa — informó Logan a Marcelo volviendo al presente —. Estoy cansado, necesito respirar, siento que me ahogo. —Cuenta hasta diez, tal y como te he enseñado —pidió Marcelo mirándolo fijamente —. Te acompaño, no tengo nada que hacer y esta noche las putas me sobran, así que te prefiero a ti —recalcó burlón. — ¡Vaya compañía! Pero si lo prefieres… de todos modos piénsalo, creo que nunca voy a poder sustituir a una de esas — respondió Logan con provocación. —Naaa, ellas son mejores que tú, pero eres mi hermano y a esos no se les abandona, y no sé por qué, pero hoy siento que me necesitas más que nunca y no es por la pelea que acabas de tener, tu cabeza está trabajando a mil revoluciones por minutos y yo quiero saberlo. —No me conozcas tanto Marcelo —pidió Logan con mirada lobuna. —Nunca ha sido mi intención, pero la cárcel nos enseñó a conocernos, a protegernos y quizás por eso hoy estamos aquí, libres, aunque yo diría que solo de cuerpo, porque tú sigues estando preso Logan. —Yo siempre seré un desgraciado, siempre llevaré la cruz a cuesta por la muerte de mi padre, debí haber hecho algo, debí… — ¿Pero qué mierda estás diciendo Logan? eras solo un puto crío de ocho años —gritó Marcelo —. ¿Qué cojones puede hacer un crío de ocho años aparte de mearse en los pantalones al ver algo así? —Yo no recuerdo haberme meado —respondió Logan confundido. —No, pero te pasó algo peor, dejaste de hablar, necesitaste de mucha ayuda para volver a hacerlo y entre eso y mearse… no sé qué pensar — contradijo Marcelo. —Mejor nos vamos, no es buen lugar para tener una conversación de meadas y silencios. —afirma Logan agarrando su equipaje de boxeo. Fueron todo el camino en silencio, Macelo conducía la camioneta de Logan.  Se dirigieron al pequeño apartamento que tenía alquilado, desde que salió de la cárcel, donde estuvo encerrado por cuatro años, sin haber hecho nada, porque en realidad no pudo matar al asesino de su padre,  el hijo de puta tenia buena seguridad a su lado y no le permitieron llegar hasta él, por lo que la bala que en realidad iba dirigida a Osman Murak fue a parar al cuerpo de uno de sus matones haciendo solo una herida en el costado, por eso tuvo que cumplir condena en el Centro Correccional. Afortunadamente todo quedó en un atraco a mano armada, nadie lo relacionó con su padre, porque su historial lo decía todo, siempre había vivido en las calles metiéndose en problemas y no fue raro que quisiera acercarse a ese “gran empresario” en busca de dinero, por eso decidió quedarse en la cárcel con un perfil bajo hasta cumplir el final de su condena, y también porque necesitaba tiempo  para planificar su próxima jugada, tarde se dio cuenta que ese no era su momento, que el momento de ver a Osman Murak pidiendo clemencia al igual que lo hizo su padre no había llegado. —Ya hemos llegado, ¿te dejo y voy por una pizza y cervezas? —preguntó Marcelo girándose para verlo. —De acuerdo, mientras, me curo las heridas —respondió Logan mirándose en el espejo retrovisor de la camioneta —Las de dentro también la curaremos Logan, pero todo a su tiempo, es lo único que tenemos a nuestro favor. Cuando Marcelo arrancó la camioneta, Logan se quedó en el mismo sitio, no hizo intento de moverse. Hacía poco que había tenido una pelea, había ganado, sabía que la revancha venía de camino y que tenía que estar preparado para volver a enfrentarse a su contrincante, pero su cerebro seguía procesando un nombre, un nombre que nunca se le olvidará, un hombre a quien verá destruido y arrodillado a sus pies. No sabía cuándo, ni cómo, en la cárcel se aprende a no desesperar, Marcelo le había enseñado que todo en la vida pasaba por un motivo y que lo que tenga que ser será. Mientras subía la escalera hasta el cuarto piso sin ascensor su mente volvió al centro correccional donde estuvo recluido… —Llevamos casi seis meses compartiendo celda, durmiendo juntos hablando de todo y de nada, yo te he contado mi puta vida, te he dicho por qué estoy aquí y tú no me has contado nada — dijo Marcelo una noche enfadado. A ese chico delgaducho y esquelético le estaba cogiendo cariño, era un rebelde sin causa, un alma perdida igual como lo ha sido él, o quizás se esté equivocando, todos los que entramos a la cárcel santos no somos. —Marcelo mi vida no tiene importancia, no merece que te la cuente, si no te he dicho nada, es porque no tengo nada que contar. —Claro y el niño está aquí encerrado porque lo pillaron chupándosela al cura de su iglesia — replicó Marcelo al tiempo que se sacaba la polla para echar una meada. — ¡j***r voltea, no quiero estar mirando tu polla todo el puto día!  —gritó Logan alejándose tanto como se lo permitió el espacio de dos metros cuadrados que es lo que media su celda. —Esto es lo bueno de la cárcel, que no hay secretos para mear o defecar, pero si para que un amigo con quien comparto toda la mierda y no literalmente, me cuente por qué está aquí, pero no te preocupes, no pasa nada —respondió Marcelo sacudiéndose la polla y acercándose a Logan. — ¡Lávate las manos j***r! — ¿Para qué? todo lo que he tocado es mío. —Estoy aquí porque intenté matar al asesino de mi padre —informó Logan con una voz muy baja, pero suficiente para que Marcelo escuchara. —Y por lo que veo fracasaste —respondió Marcelo sin inmutarse. —Sí, pero lo haré de nuevo. —Par volver a hacerlo primero tienes que ser un hombre, pero un hombre de verdad, porque me has dicho que tienes veinticuatro años, pero en realidad aparentas de quince, tienes que prepararte física y mentalmente y solo así lograrás tu objetivo. — ¿Y eso para que me hace falta? solo necesito la mano para disparar — alegó Logan confundido. — ¡Como se nota que las calles no te han enseñado nada! A partir de mañana te vienes conmigo para el gimnasio, allí entrenaremos y haré de ti un hombre fuerte, un hombre listo para aplastar a quien sea que se cruce en su camino. A partir de ese momento él y Marcelo han sido más que amigos, más que todo, Marcelo le enseñó cómo sobrevivir a la cárcel, le enseñó a pelear, a defenderse, tanto, ha vivido de ello. Estaba seguro de que todo lo aprendido le enseñará cómo eliminar al asesino de su padre, porque tenía claro que no le pegará un tiro como intentó hacer tiempo atrás, quería que sufriera, quería darle donde más le doliera y un tiro acabará rápido con su vida, quería que lo mirara a la cara y ver su expresión cuando le dijera  que él era el hijo de Claudio Araya.   Cuando Logan entró con la respiración agitada a su pequeño apartamento, se quitó la camiseta y la sudadera dejando ver un cuerpo atlético, cañón y con algunos tatuajes, para él todos tenían un significado. En el brazo derecho llevaba uno en honor a su padre, “Nothing is Forever” se lo hizo en cuanto la edad se lo permitió, después vinieron otros. Se dirigió al baño en  busca del botiquín de primeros auxilios y se lo llevó al sofá, antes de sentarse encendió la tele, lo hizo más para que haya ruido que por enterarse de lo que pasaba en el mundo, hacía tiempo que las noticias dejaron de importarle, por eso levantó la cabeza confundido cuando escuchó; “Esta tarde la hija del gran magnate del transporte Osman Murak ha tenido un accidente nos referimos a Amelia Murak, quien es una hermosa joven de veinticuatro  años que afortunadamente salió ilesa…” Logan no siguió escuchando, no se enteró del final de la noticia, porque sus ojos se  quedaron fijos en una hermosa mujer…         [1] (Metropolitan Correctional Center, New York o MCC New York) es una cárcel federal en Manhattan, la Ciudad de Nueva York.
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