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LA REDENCION DE LOGAN

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intro-logo
Blurb

Un asesinato ocurrido hace más de veinte años, un s*******o, una víctima a consecuencia de la violencia de género y un padre obsesionado con su hija, son los ingredientes que unen a los protagonistas de esta historia.

Cuando Logan tenía ocho años fue testigo del asesinato de su padre; hecho que lo marcó emocionalmente y que hizo crecer en él una sed de venganza, por ello secuestra a Amelia, quien es la hija de uno de los empresarios con más dinero de la ciudad de Nueva York, pero las cosas no siempre salen como se planifican, si sabemos jugar el cazador puede ser cazado.

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Prólogo
Por favor no me mates, mi hijo solo me tiene a mí, por favor... —El hombre que pedía clemencia por su vida estaba arrodillado en un oscuro callejón. Tenía la ropa sucia y desgarrada, mientras que dos hombres le apuntaban con sendas pistolas, pero a quien le pedía clemencia era a un tercero, que lo miraba con cara de asco, a lo que el hombre respondió girando la cabeza, pero no lo hizo porque tuviera miedo o algo de lo que arrepentirse, lo hizo mirando a ver si algo o alguien se escondía detrás de alguna columna o pared de aquel callejón. El hijo del hombre que pedía clemencia de apenas ocho años estaba agachado detrás de una columna mirando todo lo que estaba pasando sin entender nada. Su edad no le permitía comprender que a su padre lo tuvieran arrodillado con las manos atadas a la espalda y  apuntándole con una pistola en la cabeza. — ¿Ahora pides por tu vida? ¿Después de que quisiste engañarme? ¿Cuándo vas a entender que a Osman Murak, nadie puede engañarlo? ¿Qué no ha nacido quien lo haga? ¿Y si lo logran no viven para contarlo? —preguntó el tercer hombre que estaba de pie, vestido con un impoluto traje de tres piezas, las manos metidas en los bolsillos de su gabardina negra. No tenía que protegerse de nada, su traje no se manchará, como tampoco su reputación, tenía matones suficientes que hacían el trabajo sucio, él nunca estuvo  en este lugar, nunca se ha manchado las manos de sangre, nunca nadie lo reconocerá. —Te juro que no, nunca te he engañado, te he dicho por qué me desvié de la ruta, ella me llamó para…, no era mi intención verla de nuevo…, lo juro. — ¿Crees que te voy a creer? a los perdedores como tú, no se les puede creer nada, ni confiar en ellos, ahora quiero que firmes este documento antes de que viajes al otro mundo —pidió Osman acercando un pliego de folios y un boli. —No puedo firmar eso, si lo hago dejo a mi hijo en la calle —gritó el hombre desde el frío suelo del callejón —Si no lo haces, busco a tu hijo y también lo hago desaparecer, ya he tenido suficiente de ti —al hombre no le quedó más remedio que firmar el documento sin siquiera leer lo que dijo, no tenía sentido hacerlo, su vida no valía nada, pero la de su hijo si y hará lo que sea necesario  para mantenerlo a salvo. —Juro que no te miento, juro que no he hecho nada de lo que pueda arrepentirme, piedad por favor…. ella y yo solo somos…   — ¡Mentira! ¡Matadlo! — ordenó el hombre, girándose para salir del callejón. Antes de perderse en el silencio de la noche decidió voltear la cabeza y mirar al hombre por última vez, a la vez que de su boca salió un escupitajo.  —. Yo soy Osman Murak, dueño de un imperio, dueño del mundo, nadie respira sin que yo lo ordene y en este momento he decidido que tú dejes de hacerlo —dijo la última palabra a nadie en particular, porque mientras caminaba para alejarse de ese tétrico callejón, escuchó el bum de la bala y una sonrisa retorcida se dibujó en su cara. El niño que estaba detrás de una columna mirando sin ser visto escuchó la orden y las últimas palabras del asesino de su padre. Cerró los ojos, pensó que haciéndolo nada se materializará, que todo será mentira y dentro de un rato despertará junto a su padre en la seguridad de su hogar, donde nadie podía hacerle daño. Cuando abrió los ojos alcanzó a ver como aquellos dos hombres se marchaban dejando a su padre ensangrentado tirado en el suelo con un tiro en la cabeza. Quería moverse, quería acercarse y despertarlo, le quería decir que tenía miedo, que se fueran a casa, pero las piernas no le respondieron.   No supo cuánto tiempo  paso, desde que pudo llegar hasta el cuerpo inerte de su padre, se quedó con la vista clavada en un cuerpo sin vida, sin respiración,  no recordaba cómo o cuando pudo   sentarse a su lado, tenía una de sus manos agarradas pero no podía hablar, no podía decirle que se levantara, que se tenían que ir a casa, no podía decirle que tenía miedo, frío, hambre, de su boca no salió ninguna palabra, su cerebro solo procesaba un nombre; Osman Murak. Tampoco supo quién dio aviso a la policía, su cuerpo solo tuvo una reacción espontánea cuando los agentes lo movieron del lado de su padre. — ¿Puedes hablar? ¿Puedes decirnos qué ha pasado? —Preguntaron, pero fue en vano aquel niño no podía emitir ninguna palabra. Por más que intentaron preguntar y tratar de hacerle hablar el niño se  quedó taciturno, silencioso, callado. —Necesitamos ayuda psicológica para este niño, lo que ha visto le ha provocado un fuerte trauma — informó uno de los agentes —. Es importante que hable, que nos cuente lo que ha pasado aquí y la relación que tiene con el fallecido. —Señor, el occiso es Claudio Araya y el niño es su hijo Logan Araya —informó uno de los agentes quien traía una tableta en las manos comprobando la información. —Pero los Arayas son… —Sí señor, el padre es quien administra la empresa de transporte Araya & Asociados, es viudo, su mujer murió hace unos años, dejándolo  al cuidado de su hijo. —No entiendo nada —murmuró el agente pensativo —. ¿Usted que dice Doc? —se giró para preguntar al médico legista que acababa de certificar la muerte. —Al parecer lleva menos de dos horas muerto, hay que llevar el c*****r a medicina forense y realizarle una autopsia para terminar de esclarecer los hechos. —De acuerdo —asintió el agente —. Nos quedamos con el niño a ver si con ayuda profesional nos puede aclarar qué ha pasado aquí. Cuando el cuerpo sin vida de su padre fue levantado por las autoridades, el niño aún tenía una de sus manos agarrada, no quería soltarla, no quería que se lo llevaran porque entonces se quedará solo para siempre, entonces no tendrá a donde ir. —Tienes que soltarlo Logan, tu padre está muerto y deben llevárselo —la persona que estaba a su lado hablándole era un psicólogo que había venido para estar con él y para ver si podían sacar algo a la luz, porque todo era muy confuso. Según datos obtenidos, en la empresa del occiso no sabían nada, todo era muy oscuro. Logan no habló, de su cara solo salieron dos lagrimones, decidió soltar la mano de su padre y dejar que se lo llevaran hasta la ambulancia, pero cuando vio que cerraban la puerta y no lo subían a él para acompañarlo corrió y corrió detrás de la ambulancia hasta perderla de vista y quedarse sin respiración en medio de la calle. Los agentes lo alcanzaron y lo llevaron con ellos. —Logan… soy el agente Peralta, tu ayuda es muy importante para saber qué fue lo que pasó en ese callejón — Logan no contestó, tenía la mirada perdida, los ojos llenos de lágrimas, solo quería ir a casa con su padre. — ¿No quieres o no puedes hablar? tienes que cooperar, solo así vamos a encontrar a los que le hicieron eso a tu padre —Logan seguía en la misma posición pareciera que no escuchaba nada, no sentía nada, para él todo lo que estaba su alrededor le era ajeno. —Señor… creo que no es un buen momento, el niño está viviendo un trauma muy fuerte y parece ser que su cerebro se ha quedado bloqueado — esclareció el psicólogo dirigiéndose al oficial. —Entonces empiece a trabajar en ello, necesitamos que hable, que nos diga qué fue lo que vio, porque no tenemos ninguna pista, no sabemos porque han matado a un hombre aparentemente honesto y trabajador. —Empezaré ahora señor, pero… esto lleva tiempo. —A ver Logan… cuéntame, ¿en qué curso estás? —pregunta el psicólogo —. Yo me llamo Diego y tengo un hijo de tu edad, se llama Diego, como yo… Logan seguía con la mirada perdida, no se sabía si escuchaba las palabras del psicólogo, su cuerpo no emitía reacción alguna, su voz no salía. Por más intentos que hicieron el niño no logró emitir ningún sonido. Nadie sabía que su cerebro seguía procesando un nombre Osman Murak, un nombre que nunca se le olvidará, porque se había quedado en su memoria a largo plazo, porque un hombre con ese nombre y una sonrisa maléfica le  quitó lo único que tenía, dejándolo solo en el mundo y eso jamás podrá olvidarlo.  

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